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~s sin duda de alabarse la grandeza de estos senti· mientos, pues si O'Higgins se ofrecia al sacrificio, por complacer a sus compatriotas, estos renunciaban a sus proyectos de paz, por no poner en riesgo la persona de un amigo ton generoso 1Cuan pocos son los egemplos de esto especie, que nos presentan las mejores épocas de Glecio y Romal Aquí vemos que en Chile, en aquel tiempo, ninguno prefería la propia seguridad a la agena, y que temía menos cada cual, ser la víctima de lo mala fé del enemigo, que exponer a los otros a sufrir los males de una equivocación inocente

Gainza se convino en que no se cumpliría aquella oferta del general O'Higgins, y pareció muy satisfecho con lecibir en su lugar otro de los coroneles del egér– cito patriota Así quedó todo al reglado; pero tan lejos de leal izarse la evacuación del país, que se había esti– pulado, el enemigo no hacia mas que buscar todos los dios especiosos pretextos para retal darla, esperando que le llega san los refuerzos necesarios para volver a co– menzar la guerra de nuevo El Gobierno de Chile tam– poco estaba resuelto a hacer cumplir con su deber a Gainza, porque en virtud de los tratados, los Carrelas, que habían caido prisioneros, yendo de Concepción a

la Capital, habían recobrado la libertad, y trabajaban ocultamente en fOI mOl una revolución para colocarse de nuevo en el mando Así no se creía conveniente alejar las ti opas de la capital, poniendo en peligro la existen– cia del gobierno Pero con toda esta prudencia, como a Lastra le faltase aquella energía, que es necesaria para mantenel el orden en tiempo de revolución, los Carreras 10glCJron por la última vez trastornar el gobierno, y apo– derCl se con una SOl presa, de él, y de las armas. El geneloso pueblo chileno se acordará elerna– mente de aquellos días de proscripción, que renovaron los tiempos de Silo y Mario en el país mas delicioso de la tien a Llenas, al fin, las medidas de su inmensura– ble sufrimiento, di¡ igió sus clamores a O'Higgins, que se hallaba con parle del egército en Talco, y exigió de este gefe, que viniese a libertarlo de unos tiranos mas clueles que los mismos españoles Vino en efecto O' Higgins en auxilio de la libertad sofocada de sus com– palriotus; pero cuando iba a dar el golpe decisivo a los liranos interiores, recibe un pliego del general Osorio, que había llegado a Concepción con nuevas tropas de Lima, a Ielevar a Gainza, bajo el pretexto de hciber este traspasado en los tratados Jas facultades, que el Virey. le había roncedido Este pliego, que contenía una in· timación ¡nespelada en aquellos momentos, le hizo mu–

dar repentinamente de dictamen, y se dispuso a eritre– gar las armas, que él mandaba a los Carreras, para

que con todas los fuerzas que Chile pudiese reunir, se obligOl a a cumplir con su deber a un enemigo estraño, que con el mayor descaro se burlaba de todos los dere-chos .

O'Higgins en este caso obró con el desinterés qu~

podía esperarse del mas relevante patriotismo Consi– deró que los Carreras no debían ser eternos, y que el enemigo exj~rior, si conseguía afirmar su poder en aquel país, podia impedir toda reacción de parte de los patrio· tos para volverse a libertar; pero si es de aprobarse su intención, es también de lamentar el equívoco en qUe incurria Aquel infeliz Estado no podía salvarse de los peligros que le amenazaban, sino por los esfuer– zos de Unos gefes mas virtuosos, mas ilustrados, y mas valientes que los Carreras Oeiado el mando en las manos inep1as que lo tenían, era consiguiente la pérdi-

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da del Estado. Este solo debia libertarse, des pues de haber puesto las armas y los recursos de los pueblos a discreción de hombres tan aptos, como aquellos que otras veces habian hecho iguales cosas

Los Carreras, en fin, satisfechos con haber conse– guido la reunión de las armas que mandaba O'Higgins, separaron de ellas a los mejores oficiales, y degrada– Ion a este gefe hasta hacerlo servir, como un capitán de guerrilla, bajo las órdenes del cobarde y vano Juan José Pero el héroe, que solo aspira a servir a su patria, en nodo menos piensa, que en la elevación,

Q abatimiento del lugar en que se le coloca; él hace elevado cual– quier destino por bajo que sea, así como el hombre vil envilece el mas alto ministerio Asi fue como el general en gefe del Estado chileno, desprendiéndose del mando voluntariamente, se sometió a las órdenes de aquellos que merecían con justicia su desprecio Mas virtuoso, en este caso, que Temístocles, dió un egemplo de gran– deza de alma, que se verá pocas veces repetido, por desgracia de los pueblos libres

El egército de Chile se dividió en dos cuerpos: el uno, y mas considerable, se reservó Don José Miguel con el título de general en gefe, y el otro, que no pasa– ba de no',ecientos hombres, se encargó a Don Juan José, bajo cuyas órdenes servía O'Higgins Este último cuer– po fue el único que le vió la cara al enemigo, porque el genelOl en gefe, jamas creyó conveniente exponer sus fuerzas, ni su persona a las contingencias de la guel ro Así fue, que obl igados aquellos novecientos hombres a defendelse en Rancahua contra todo el egér– cito real, que se componía de cerca de cuatro mil solda– dos aguerridos, Don Juan José, conociendo su incapa– cidad, cedió el mando entero de su division a O'Higgins, y este sostuvo la mas vigorosa defensa, en un pueblo abierto, sin reparos, y sin esperanza de auxilio, por es– pacio de treinta y dos horas de incesante fatiga Los realistas peleaban con aquella constancia y con aquel furor que debian darles la superioridad del número, y la vergüenza de dejar victorioso a un puñado de patrio– las encerrados en un pueblo Estos, por su parte, se defendian con aquel noble entusiasmo, que solo puede ser ploducido por el amor de lá patria y de lo libertad. Pero al fin, era preciso, que en una acciÓn tan empeñada, muriendo los hombres por una y otra parte, quedasen victoriosos los que eran mas en número, pues debía acabarse primelo el de los menos De los patriotas mas de la mitad había ya muerto, y del resto eran pocos los soldados que no estubiesen heridos gravemente, cuando se advirtió que no podia continuarse la defensa por falta de municiones La población estaba incendia– en parte por el enemigo, y pareda no quedar mas par– tidos, que rendirse, o morir en el incendio

O' Higgins, en este caso angustiado, reune sus sot– dados, los hace montar a caballo, abandonando las aro mas de fuego; forma una columna de caballería, con sable en mano; y él a la cabeza, acomete al enemigo por una de las calles principales El ímpetu de aquella columna, que el enemigo no esperaba, corriendo por soble los montones de soldados realistas muertos, y gri– tando victoria, acobardó de tal modo a los que ocupaban aquella avenida, que huyeron en todas direcciones, fran– queando el paso a los que solo trataban de escapar del

último conflicto. Cuando el enemigo conoció que aque– lla no habia sido una salida solamente, sino una 'ver– dadera y gloriosa retirada, la máS militar que podía dmse en aquel CClSO desesperado, O'Higgins estaba ya

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