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« Previous Page Table of Contents Next Page »por otro nombre Diquín, y S. M. la reinecita remimada
y salerosa Lulú, que al alzar su vuelo ¡¡, tierra de sera· fines y de arcángeles, legó a sU padre amoroso lo único que podía dejade de si mismal una de las plumas de su almita, toda azul! Como 10 es igualmente con esotra ad. mirable acuarela sobre motivos del hogar, que él llamó Una Carta en el Destieno. en la qu.e el mismo paisajista taumaturgo pincela la férvida ansiedad cGln que aguar da el proscrito el correo que llega de la patria querida.
y la sonrisa indecible con que se abre la carta indes· cifrable como un "manuscrito mongólico". "Su epístola, amigo mio, no se entiende, pero ¡qué de lindas frases. qué de bello lenguaje!". Y sueña con los palotes y mo– nadas del muy zarrampla señorín suyo, que desde el ho– gar lejano y a la vera de su madre solícita y esperanza· da, presume de escribir una "carta formal a su papá", sin percatarse de que, anticipándose a la radiotelefonía moderna, le trasmite el mensaje pautado de su cara. zón infantiL que iba a estalla!: como música inefable y
resonante, suscítadora de lágrimas de dicha, en aquella alma nostálgica del cielo hermoso de la patria y del ca lor incomparable del hogar. Como lo es así mismo con el magistral artículo La Calumnia. de honda psicología '{ levantada moral, que exhibe a,l crimen en su sinies· ha y fea desnudez, y que invoca la indignación de io_ dos los hombres de bien para que no falte nunca en im– primir sobre la faz maldita del calumniador, el estigma de la aversión social, "si quieren que se cumpla la jus ticia y se respete su derecho en este mundo". Y como lo es, finalmente, con estotra de las buenas lucubracio– nes de OrUz, haya usted de Versos, que dedica a su ami. go el poeta Juan J. Cañas, y en la qv.e pone de lOa· nifiesto cuáles deben ser las verdaderas tendencias y cuál la legítima influencia de la poesía escrita, en el pro_ greso, en el alivio, en la alegria, en el ascenso y perfec. ción del espíritu humano.
Habría habido que añadir a esta colección, algunos de sus mejores paliques idiomáticos; la página de calu· rosa amistad que consagra !JI los rápidos y aplaudidos éxitos de Rubén Daría en Santiago de Chile; la prosa de critica sutil, pergeñada con elegancia y cortesía caballe– resca con que analiza, sin visos de impodancia, la cróni· ca de la visita a Nicaragua del señor Presidente Soto, dq Costa Rica. escrita por don pío Víque7l. de la comisión presidencial, cronista que fue aquí objeto de particula– res y delicadas atenciones: y acaso finalmente, el co mentaría de musculosa y elástica contextura, que hizo de uno de los Mensajes del Presidente Bográn, de Hon– duras. tendiente a demostrar la tangible verdad pero_ grullesca; conviene a saber: que las de ca,ntadas divisas partidaristas en Centro·América. no representan. en rea. lidad de verdad, otra separación de principios progra· mados o de ideales políti<:os. que los del personalismo exclusivo. emparentado siempre con el gran desidera· tum del interés individual.
Es mi humilde opinión que si alguna obra valedera
lncumbe llevar al cabo a la Academia Nicaragiiense de
la Lengua, no es aira que recoger y publictll: en la más conveniente de las formas, cual es el libro. precedido. si se quiere. a guisa de prólogos, por apuntes biográfi. cos de este u otro género cualquiera, la obra dispersa y, a veces, de dificilísima búsqueda e integración, de los
escritores nacionales de mayor mérito con lo que a Imi-
tación de los Estados más cultoS! y avanzados de la ra– za, se irá creando una aporto bibliográfico de no esca. so valor, al acervo literario hispanoamericano, y salvan. do así del olvido imperdonable, la excelencia de tra~a·
jos dignos de toda loa que, con honra para el país, vIsi. tarían luego en canje, las bibliotecas del Continente
y de la Península Ibérica, de toda preferencia. Inútil resultaría la tal'ea de reproducir aqui gran númCl'o de autorizadas opiniones sobre la labor litera. ria de Pedro Ortiz; pero no puedo menos de citar en. tre ellas, las siguientes de escritores nacionales, de re· llUtacíón bien cilnentada, que sobre haberlo conocido
v apreciado bien, prolongaron o epilogaron lucidamen. te, la colección de al'tículos de que antes bice mención. Don Adolfo Vivas dice de él: "Hay en todos los ar– tículos de Ortiz un sello de originalidad marcadísima que mellc1a la brillantez de su talento y lo familiariza· do que estaba con el Idioma español que manejó siem· pre con mucha pulcritud. No lWlamente encanta en sus eSCl itos la variedad pintoresca de las ideas, sino la novedad constante de la forma, a la cuál rendía culto como apasionado discípulo que era de los llablistas castellanos
El doctDr Manuel Coronel Matus se expresa así: "En la piensa de combate era todo un veterano: pala una carga a la bayoneta, él; pala batir al enemigo en todas direcciones, él; para dirIgir el combate y asegu· ral' la victOl'ia, él Periodista fuerte, noble, vigoroso, a· tlético, lleno de bríos y resplandores, Pedro Ortiz era de nuestra legión dorada, de nuestra guardia de ho.
nor "
El Porvenir de Centro·América glosó así esta fi·
gura Istmica en la hOl'a de su muerte: "Perdió Centro. América al joven y gallardo escritor que manejaba el castellano con elegencia; cuyo estilo nervioso, vibran. te, claro, daba animación y vIda al más árIdo asunto..... Finalmente, el conocido orador cubano doctOr An· tonio zambraua, dijo en su tumba estas palabras que son una apoteosis pal'a el sobresaliente esc1'itl)r ntcara· güense que descendía al sepulcro: "No conozco, en efecto, prosista cenh'oamericano que pudiel'a compe· til' con él por la gallarda y sólida estructura de su dis– curso escdto, en que lucía, con la trabazón metódica y elegante, cierto fulgor poético, que por lo mismo que era ténue y como suel'te de misterioso y velado lesplan. dor, contribuía más a convertir en exquisita obra de Ilrte cuanta huella dejó su pluma sobre el papel " La ola de la proscripción política arrolló a 01 tiz, junto con otros distinguidos caballeros de Granada. De él pudo decirse entonces lo que el Duque de Monau– sie1 de Nicolás BoHeau, al leer aquel las sáthas pungen– tes del último: "he ahí a un hombre pam mandarse a galeras coronado de laureles!". Laureles para aquella frente pensadora de donde fluían en pl'ofusión a la llUn· ta de su aurea pluma, las ideas lle gran vuelo, como enjambre de pájaros gorjeadores y vistosos o grazna. dores y sombríos; la argumentacIón jugosa, prespicua y
envolvente; los lleríodos, natural y magistralmente aca. bados y sonoros conque desenvolvía su tesis, o arrolla· ba al cOlltendicnte, o clamaba contra los vicios vitan· llos que la sanción social suele miral, las más de las veces, con prudente y muy culpable indiferencia; o bien, la prosa imaginativa y emotiva, acaso la más be·
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