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nuesíra negociación, en que, sería deshacer LO HE– CHO, alcanzado con tantos sacrificios, y volver atrás, otra ve>: al punto de partida. No, eso no es posible

Busquemos otra. solución a nuestros apurro econó-micos' .

Managua, 17 de 'diciembre de 1916.

SAN JUAN DEL SUR

Hace algunos años escribí en uno de los periódicos del país, un artículo iilulad? así: UN PUEBLO QUE AGONIZA.

Me refería a San Juan del Sur.-Le debo, por com– pensación ahora a este pueblo, el presente adículo que (;scribo con el mayor placer.

San Juan, en efedo moría en la epoca de mi pri· mer artículo. Vivía entonces este pueblo de la vida del Tránsito de pasajeros a California por este istmo. El oro recogido por entonces en California se derramaba con profusión en este puerto: y la gente, atraída por el brillo del metal, llenaba alegre las calles de la pobla. ción. Había como es natural, buenas casas, mejores ho. teles y cantinas que daban hermoso aspecto al puerto. Se suspendió ese Tránsito: Y la gente llena de es· peranzas, mantenidas siempre .por noticias. !iSonjera~

mucho tiempo, cruzados los brazos, consumlendo aSl sus economías: pero el tiempo imprimía sobre las casas su huella destructora, y por todas maneras San Juan mostraba lastimosamente sus llagas. Llegó, por fin, un momento en que no se pudo aguardar más. y la ma· yor parte de la población tuvo que abandonar con do. lor el puestQ que conquistó, quedando así el puerto re– ducido a un miserable esíado. víviendo, los que queda– ban. del sueldo de la guarnición.

Mucho tiempo después volvió a aparecer ese Trán· sito de antaño Aquel marcó para San Juan una edad de oro: esfe que lo susti:!uía venía flaco, macilento, ves– tido de andrajos. con todas las señales, en fin. de una muerte inmediata: y la tuvo en efecto. como canse. cuencia de la quiebr& de la compañía que representaba

y San Juan siguió por años, no viviendo. sino ve. getando, al calor de la pequeña guarnición.

Por entonces fue cuando yo escribí el adículo a que me refiel'o.

Pero San Juan no murió. Poco a poco. muy len. tamente. en el transcurso de treinta y tantos años, San Juan se transforma y muestra hoy una vida muy 101.anB. No vive ya de las migajas del presupuesto, ni tam poco es el pueblo parásito que vive de vida ajena, ego perando eternamente ese flujo y refl\ljo de pasajeros a Calífornia que era su savia. Tiene hoy vida propia elementos de positiva riqueza y horizonte que le pro.. mete mejor porvenir aún.

Pero ¿qué palabra poderosa dijo a este nuevo Láza– ro levántase y anda? Hay para los pueblos una pa· lanca formidable que los leventa muy alto. y se lla. ma agricultura: y para los individuos un resorte mági' co que los redime de la miseria, los preservll del vicio. (es imprime ser y es el trabajo. El trabajo y la ag~i­

cultura han labrado la felicidad de San Juan: pero el

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trabajo y la agricultura ayudados por muchas circuns. tanci<!s favorables que a la lijera voy a enumerar. Debo colocar en primer término la invención del alambl'e de púas para cercas. Esto ha causado una gran revolución en la Agricultura: por la facilidad que presta el alambre para cercar. cualquiera qlle sea la na. turaleza del terreno. le ha dado un vuelo prodigioso Así los campos de San Juan, antes completamente in. sulsos. son ahol'a extensos potreros, y desde esta a aqueo lla ciudad, siete leguas de ex1ensión. no hay un solo palmo de tierra sin cultivo.

El establecimiento del cable en el puerto es otro de sus impulsos. El cable no es solamente un pl'ove– cho local sino un beneficio inmenso para el país en ge neral.

Citemos de paso, como un cumplido, el nombre de quien íanto empeño tomó en esta mejora y por quien vino a radicarse en San Juan la oficina del Cable. Esta estaba designada para Bahía de Salinas, punto fronte rizo entre Nicaragua y Costa Rica: pero tanto hizo el Comandante de San Juan del Sur por atraer a este puer· to a los empleados que venían a establecerse. tantísimas facilidades les proporcionó. que la Compañía cambió por fín, de determinación. y la oficina quedó estableci· da en San Juan. Era entonces Comandante de este puerto don Justo Cárdenas.

Como factor de consideración viene también la constante labor de todos los Gobiernos que se han su· cedido desde la apertura del puerto, cada cual en la me, dida de sus recursos. por mantener expedita al país esta vía de su comercio.

Luego la erección de una iglesia. La iglesia es para los pueblos católicos lo que los Castillos en la Edad Media, centros alrededor de los cuales se aglomeraba la población Y por último, sus exportaciones de ma. dera-que dan ocupErdón a multitud de carretas, y tra· bajo a ceníenares de brazos.

Primeros iniciadores relativamente. de grandes tra· bajos agrícolas. fueron los señores don Erasmo Morice y don Vicente Urcuyo. y 1ras ellos que dieron el impul, so, han seguido otros tantos. El primer empresario en maderas, fue don Carlos Holman, ese buen alemán de cabello y barba blancos como la nieve, y aspecto ergui– do en conll'adicción con la blancurill de su cabeza; y tras su huella, también han seguido otros.

San Juan es un puerto pequeño en forma de per_ fe'cta herradura. Sus dos extremos lo forman dos pro montorías. sobre uno de los cuales hay una fortifica· ción y un cañón que gira por todos sus lados. Al lado de ese signo de la fuerza bruta. hay olro signo de la civilización, la fuerza moral que eleva a las nacíones. y

es un faro que advierte al navegante. en la noche. des. de muy lejos, la entrada al puerto. Tiene buen muelle, buena bodega y oficinas de buen aspecto.

Bonitas son sus casas en toda la línea de la costa:

y las de su calle principal y las de la entrada dan un aspecto agradable a la, población.

Tiene una iglesia, como ya lo hemos indicado. alum. brado público y escuelas.

Sus altos empleados, Comandante. Administrador de Aduanas, Contador y Administrador de Correos, na. da dejan que desear. Todos son caballeros cultos. de trato agradable. El Comandante don C. Sánchez, se

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