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« Previous Page Table of Contents Next Page »con la coronill a su cabeza. el augusto manto a sus hombros, tan bella y majestuosa que admira y embe lesa. inspirando adoración.
¿Cómo ha podido hacerse de esa faja de raso una representación tan viva de la Patria. majestuosa. en unas ocasiones. sublime en otras?
No lo sé; pero de seguro brota de sus ondulaciones. a tOl'rentes, ese magnetismo que arrebata los ánimos.
¿Pero qué es en sí la bandera?
¿Es la hermosa combinación de sus fajas azules y bla,nca? No; que una de nueslras bellas damas pudie. ran llevarlas en sus trajes. hacerse así más bellas; pero no serían la imagen de la Palria.
Entonces. combinando esos colores con la forma, esa bandera. que colgámos a nuestras puertas en los dias de fiestas nacionales. ¿serán ellas verdaderas imáge nes de la augusta soberana?
¡Tampoco! Todas esas banderas a las puertas. enga– lanan la población: pero ni una ni ladas juntas. son la Patria.
¿Será, pues. la misma puede esta'r a las,puertas de las casas sin lograr ser la imagen adorada de la Palria.
¿Dónde eslá, pues. su magia?
Aquella bandera. que en una fiesta nacional, acom· pañada de otra bandera americana. adornaban en Ma– tagalpa. el salón de la fiesla, y que diz fue ella ullra· jada. un poco antes de la revolución pasada. y cuyo re.
cuerdo me inspiran a mí estas líneas. ¿sería. y su com pañera también. genuinBl representación nacional?
No; que algo falta todavía.
En mi concepto. la forma reglamentaria del PaJ:¡" llón Nacional, y su legal representación, es lo que cons' tituyen. juntos, Jos a-tributos de la Patria.
Pero impoda que lo declare una ley. para alejar conflictos que puedan venir de aqui, sustituyéndose una bandera a ofra. La común y la nacional: ley que abrace en toda su extensión los casos de uso, o prohibi. ción. de una y otra.
Tales son mis opiniones sobra el particular; pero que desearía ver bien dih\cidado este tema en LAS REVISTAS, por mi ilustre amigo, por ejemplo, el Dol:" tor don Modesto Bauios, solícilo colaborador de ellas, como
e11 todo lo que Btañe al bien de la juventud.
Buscando antecedentes que vengan en apoyo de mi artículo anterior sobre necesidad de reglamenlar el uso de lo. bandera nacional, que sirva de guía ai mismo tiempo para el del pabellón extranjer\)o vienen a mi mente muchos tristes recuerdos de cuestiones inlerna. cionales por pretendidos ultrajes de bandera en tocios nuestros países hispanQamericanos: y entre ellos uno
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nueslro, que toca directamente con el que estas lineas escríbe y al cual recuerdo consagl'o. desde luego, debi. da preferencia
El'''' yo Comisario de la Mosquitia en el tiempo en que ella nos fue devuelta. La ciudad Rama venía sao liendo ya de enfl'e sus bosques de plátanos, prodigando a todos. naturales y extranjeros. los ricos dones de su naturaleza.
Había en Bluefields una balandra vieja pertenecien· te a un pobre (desde luego) americano, quien no pu. diendo apl'ovecharse ya de ella calDo nave. pensó ulili· zarla como pontón, remontándola al Rama. Allí esta. bleció. como pudo, una cantina en apariencias. para cu· brir tras ella una sociedad de tahures. con tan buena suede que pronto se hizo el RENDEZ VOUS general de todos los bananeros. huleros. vagos y mal entrete. nidos DE LIA VIDA AIRADA; y desde luego, se hizo también el pontón, el foco de los escándalos. Un día de riñ!ll sangrienta le fue preciso a la autoridad inter· venír en ella con fuerza armada. El americano Se opa· neo iza su bandera. a guisa de cañones en balaIla, el ofi· cial de la escolta ni la advierte siquiera. entra y aga– rra a los delincuentes; y de este simple hecho, sale un ultraje A LA BANDERA AMERICANA. EN UNA NA· VE DE COMERCIO. ACOMPAÑ'ADO DE UN GRAN RECLAMO. que acoje el Gobierno americano y lo diri– ge al de Nicaragua. quien contesta al momento con los datos que le suministra, pidiéndole al propio tiempo una información imparcial de los hechos, seguida por una persona caracterizada. como el Cónsul de San Juan del Norte. por ejemplo. El Gobierno americano accedió, el Cónsul se trasladó allá, y el informe fue tan favorable a Nicaragua. y satisfizo lanto a aquel Go· bierno, que expresó al nuestro su satisfacción.
Pero sin la honorabilidad del Cónsul. con la cual no siempre se puede contar con ella en estos emplea. dos, el caso pudo ser bastante grave para el pais. -
Hojeando un poco el Derecbo Internacional Hispa· noamericano de Seijas, inmenso reperfo~o de reclama. ciones a los países de la América española. se lee en el tomo 1, pág. 455. este olro importanísimo caso. de los pretendidos ultrajes a la bandera La acción pasa en Venezuela. y el protagonista es Un extranjero llamado Naphegyí. La autoridad cOl"respondiente se vio obli· gada a poner embargo sobre los bienes de dicho señor, y para impedirlo éste, puso la bandera americana a la puerla. El Juez entró, a despecho del cañón. y entonces el intel'esado la fue tend¡endo sobre cada uno de los ob– jetos en que caía el embargo, y el Juez, impertérrito, seguía. como si tal cosa. en su oficio. hasta concluir; y enlorrces empezó lo del ultraje y lo de la consabida reclamación, de 10 cual, después de mucho, pudo salir airosa Venezuela. Pero hay que observar, que pudo también salir mal. Esto de reclamos, resulta las más veces un vel'dadero juego de azar, contra los cuales hay que rodearse de las mayores precauciones posibles.
Razonando Seijas sobre estos pretendidos insultos de bandera dice: "Si un particular pudiera valerse de ella para impedir procedimientos de 181 auforidad. se
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