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« Previous Page Table of Contents Next Page »vas, por doña Sabina que era del os mismos Estradas. tronco materno de la familia; y por el carácter jovial de aquel. por sus simpatías a los nicaragüenses y al país. de 10 cual hablaba mucho. era muy querido entre los nuestros. Sólo que era muy jactancioso. y cosa, extra. ña. tal ve:>: por excepción de la regla. era valiente; pero no dañaba a su popularidad esa jactancia. y antes bien era siempre acogido con la sonrisa en los labios. como señal de p!edisposición a oírle sus baladronadas. Lle– gada que fUe la columna expedicionaria a Jocote. el General Chamorro destacó en expl~ación a Estrada y
su gente sobre el camino del tránsito, quedando el res– to de la fuerza formado en batalla, listo para maniobrar como conviniera.
Pasado un rato se oyeron tiros sobre la ruta que se mandaba a explorar. y jos ayudantes pal'!iel'On al momento al galope de sus caballos él infozmarse de la situación. Se avivaron por un momento esos tiros y luego todo quedó en silencio. Pronto volvieron los ayu_ dantes que encontraron ya de regreso la columna cos– tarricense. con tres americanos avanzados; uno de ellos parecia de distinción. Se había encontrado esta con la escolia de Cayccé que regresaba. sin la recluta, y se tra– b6 desde luego el combate. huyendo poco después éste
y los suyos hacia San Juan, dejando en el campo cua– tro muertos y en nuestras filas a los ires avunzados
Al reunirse los vencedores a su cuerpo. ya es de suponerse la alegl'ía del triunfo y los agasajos a los vencedores. Juan Estrada estaba inflado como un glo– bo. y desde 10 alto de su gloria veía chiquirritines a to– dos los que no habían estado en la jornad8'. y describía el encuentro. con grande pl'osopopeya. como una gran batalla en la cual hacía él el papel de Napoleón; y dale con el :remojo de 1& gran batalla napoleónica. Entre tanto sus soldados no cesaban. por su lado. de cantal' sus propias proezas. 10 cual tenía ya a bastante tempe– ratura la paciencia de los nicaragüenses. quienes desea– ban otro encuentro con el enemigo para devolver a los ticos. con creces. el orgullo de su victoria y acallados asi. Es preciso decir todas estas cosas para desmostrar aquel estado de los ánimos, porque en mi concepto, eso. no diré que dio el triunfo de J acote; pero sí el her– mosísimo brillo de aquella acción.
A cosa de las dos o tres de la tarde. el General Cha– morro dispuso el regreso de sus fuerzas a San Jorge: y
Estrada. con su tropa. los vencedores de la mañana. foro maron a retaguardia. como lugar de honor. llevando en sus filas a los tres avanzados, trofeos de su victoria.
Impuesto Walker de 10 sucedido. hizo salir en el ac· to a Sanders con 160 hombres para proteger la retirada de Cayccé y tomando aquel el camino de Jocote y vi– niendo Chamarra por el mismo, el encuen:lro era inde. factibles; y en efecto se realbó al salir estas fuerzas al primer llano de aquellos campos. A la voz de ¡el ene– migo! que recorrió la fila de la columna con la veloci– dad de una corriente eléctrica. no se sintió esa primera impresión de los combates que hace palidecer al más va-
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liente. sino que a esa voz se mezcló un rugido de e111u– siasmo y las dos compañías delanteras se arorjaron con admirable intrepidez sobre el enemigo. figurándose tal. vez. que eran los denotados de por la mañana. mar<:han_ do primero en columna cerrada. y luego desplegándose en alas por propia táctica natural, con [a precisión de esos ejércitos disciplinados. Todo eso había sucedido, por manera expontánea. con la rapidez del relámpago En ese pl'ec:iso momento. el General se encolluabll en 01
centro de sus fuerzas. y hablaba con el capitán don J on_ quin Elizondo que esJaba al frente de su compañía. pa. dre de toda esn familia distinguida y apreciada de EH. zondo Abaunza. de Rivas. ahora residente en Managua;
y al rugido. y a la intrépida carga que parecía espanto. so deSOlden, EHzondo exclamó asustado: General. ¿quie_ re Ud. que vaYlll yo allá a procurar contener el des_ orden?-No. no hay que contener de ninguna manera ese belicoso impulso; contestó Chamorro. observando el movimiento: regularizar el combate lo que importa. Y
se regularizó el combate. apoyando primero la carga de la vanguardia. y luego flanqueando a[ enemigo; y se obtuvo la espléndida victoria de Jocote.
El que sabe decir esas cosas frente del enemi. go. en 1.!n combate que empieza por un desorden apé/i. rente. y que con una mirada rápida y serena abarca de golpe la situación. y la comprende. la ayuda y la diri. ge con eficacia. eSe es un General de verdad. Si Chao morro hubiera escuchado a Elillondo. tal vez se hubiera desgraciado el éxito de la acción; y sin embargo. Elizon_ do tenía aparentemente la razón. Pero a veces el ins. finto vale más que la lógica. y el instinto militar de Chamorro demostró esta verdad en aquella ocasi6n.
Nada nos faUó. pues. en los campos de Jocote: tu. vimos allí los dos elementos de la victoria: la bravura del soldado y la inteligencia. valor y serenidad del je– fe: y aunque fue nuestra la ventaja del número. ella se compensa con la supel'iol'idad de las armas conJra– rias y la fama del soldado yanqui. viniendo así a ser justo con todos sus aspectos, el orgullo patriótico a este l'ecuerdo de gloria.
"Tuvimos. -dice Wallcer en su Historia de Nica. ragua. hablando de esta acción de armas- la pérdidlll de 28 hombres. entre heridos y muertos".
y además. lo que no dice: las consecuencias de la derrota que fueron desastrosas. por la deserción que promovió en sus filas.
Tal es. en todlll su verdad. la acción de Jocote. Ca. mo la del 29 de junio en Rivas. como la de San Jacinto. es ella un gran monumento a la gloria del soldado ni. caragüense.
Rivas. marzo de 1912.
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