This is a SEO version of RC_1968_01_N88. Click here to view full version
« Previous Page Table of Contents Next Page »EPISODIOS DE LA GUERRA NACIONAL
UN RASGO DE AMOR FILIAL
Al fusilamiento del General Corral en Gnnada, 3 de noviembre de 1855, los jefes y oficiales del enton– ces Hamado par1ido legitimista, 10 mismo que todos los hombres de importancia de Granada, Masaya y Mana, gUB, del mismo partido, se esparcieron por Chontales, Matagalpa y Segovia, cada cual en la dirección que pu. do tomar.
Produjo aquel hecho, una impresión de terror. Sin saberse todavía a punto fijo lo que motivaba aquella muel·te, se tomó como la señal de un degüello general del partido, empezando por lo más culminante, por el que había sido su General en jefe, y er a la sazón Ministro de la Guerra, y cada uno quiso ponerse a sal. va de un golpe de mano del audaz filibustero.
Tenían razón de pensado así. De todas maneras, la muerto del General Corral, prescindiendo de la acUSB. ción que le hacían, no podía considerarse sino como un simple asesinato, porque se le condenó por un tribunal incompetente, y lo que es peor aún, por soldados ame. ricanos como jueces.
Pero cuando la distancia ~evolvió la calma a los fu– gitivos, en todos ellos, así civiles como militares, a la vez, por todas partes, sin tiempo, ni medios para poner– se de acuerdo, se alzó el sentimiento de la patria, subyu– gada por un puñado de aventureros y no hubo más que un sólo pensamiento. el de redimirla o morir por ella. Y cada cual en el lugar a donde los había arroja. do la tempestad. Se convirtió en centro de rebelión, con xniserables medios de defensa, como es de supo– nerse. La bandera de la patria se alzó entonces por entre las montañas de Segovia, Matagalpa y Choniales, como protesta viva del sentimiento nacional.
Admirable fue aquel sentimiento de todos, así dis– persos como estaban. No se midió la pujanza del ene. migo, ni se contó con la escasez absoluta de medios. El patriotismo lo avasalló todo, y produjo, como siempre. sltos hechos de heroismo.
Por Matagalpa vagaba el General don Fernando
~hamorro con un puñado de antiguos jefes, oficiales y
soldados. e indios armados de flechas. Iba con él el en– tonces Coronel, don Dolores Estrada. que después inmor– talizó su nombre con el glorioso triunfo que obtuvo en
~an Jacinto.
En Chontales, había logrado formar en Juigalpa el Capitán don Francisco Sacase un peloión armado, po– niéndose él a su frente.
El Coronel, entonces, hoy General, don Francisco GuHérrez, seguido apenas por cinco hombres con mache_ tes, atraviesa de noche el río de Panaloya y sorprende el puesto militar estacionado en la orilla opuesta Mientras tanto, otras personas se habían dirigido a las Repúblicas vecinas en busca de auxilio.
¡Qué entusiasmo el de todos en los comienzos de aquella :revolución tan desproporcionada pa:ra aquel pu.
40
ñado do valientes! Nadie faltó a su puesto; civiles y militares estaban allí agrupados, compartiendo el peli. gro y la glol'ia.
He h'azado a la lijera el cuadro anterior del prin. cipio de nuestra guerra nacional; pero solamente como punto de partida para lo que voy a referi.·, pues ello se enlaza íntimamente con los acontecimientos de Chon. tales que acabo de describir.
Hacia a fines de esa misma guerra nacional, cuando 'Walker, sitiado por las fuerzas de Centro América Se veía privado de todo recurso, una proclama del Ge. neral en jefe del ejército sitiador prometiendo no sólo garanlías a los sitiados. sino ta·mbién pasaj a a Estados Unidos, promovió la desersiól~ en las tilas filibusteras,
y frecuentes se hicieron entonces las presentaciones al cuartel general de los aliados. Entre ellos ocuuió lél del Capitán . cuyo nombre he olvidado ya, que 10 hizo al campamento de San Esteban, del cual eran jefes. los Genel'ales don Tomás Martínez y don Fernando Chao morro, Hablaba el Capitán bastante bien el espa,ñol,
y de carácter insinuante, pronto se bizo de amigos en el campamento. Poco después fue pedido por el Gene. ral en jefe que residía en la hacienda llamada CUATRO ESQUINAS, prop~edad hoy del Licenciado Padilla, y me tocó a mi, en calidad de Ayudante del General Chama. rro, llevarlo a presentar. Se juntó a nosotros el Coro nel don Evaristo Carazo, después Presidente de la Re. pública, y juntos hicimos el camino al Cuartel General. Durllinte el viaje nos refirió el Capítán el incidente que motiva estas líneas:
"PERSEGUIAMOS, nos decía, en Chontales, una FACCION legitimista que se había levan~do CONTRA ,NOSOTROS. Era yo Comandante de esa fuerza, y Ge. neral en jefe el Gelleral Goicuría. Después de recorrer ,todo el Deplll'tamento sin é"ito ninguno. porqUe el E. el General volver a GraDada, nuestro punto de parti– el eGneral volevr a Granada, nuestro punto de parti. da. Un día pasamos por una hacienda llamada SAN LORENZO, propiedad, según oí decir, de don Hilario Selva. Estaba en ella su propio dueño, su esposa doña Ninfa y don Pánfilo Lacayo. Yo recibí orden del Ge. neral de reducir a prisión a todas aquellas personas y
lleval'las a Granada, y la orden de partida fue tan pre. cipitada. a consecuencia de falsas noticias recibídas so– bro las fuerzas que perseguíamos, noticias siempre en dire;::ción opuesta a la del ENEMIGO, que no hubo tiempo de esperar las bestias que se habían mandado lomar al campo para el viaje de los misioneros, y la mantuvieron que emprender lit pie. Jamás he visto un porte más altivo como el de aquella dama nicara– güense. Más que su hermosura me cautivó aquel su aire de reina. y yo, rendido ya admirador suyo. le ofre.
cí mi caballo que despreció con altanero desdén; pero no me agradó menos por eso. Poco después. llegaron las bestias, y montaron los prisioneros.
Ofro día pasamos por otra haciendo que no recuero
This is a SEO version of RC_1968_01_N88. Click here to view full version
« Previous Page Table of Contents Next Page »