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ter en él un brillante hombre de Estado. Ese mani– fiesto le valió a Guzmán el desarme y Iendimien10 del poderoso partido consel.'vador que hllbía combatido su candidlliul:a Esas son las grandes glo:dosas victorias de la política,

y tuvo este Presidente, el más avanzado de nues– tros hombres de Estado. esta. otra no menos gloriosa. en la guerra que Jerez y Martínez. le promovieron. y fue que el día siguiente del tratado de rendición de los re– volucionarios en Pueblo Nuevo. no hubo para el Go– bierno ni vencedores ni vencidos, lo que hizo una paz eslable. sin rencillas

Algo de esl0 hubier,":l queddo Yo al triunfo de la glo:l'iosa revolución contra Zelaya. Vencedores y ven. cidos darse

UlI abrazo de hermanos. enjugando así las profundas heridas de la patria.

Si sólo ese manifiesto hubiera escrito Enrique en su vida, eso sólo hubiera bastado a su fama: pero escribió mucho en todos los periódicos de Centro América. siem. pre con el aplauso general

No faltará algún amigo de las letras que recoja to– dos sus escritos y los diera de nuevo a luz en forma de folleto, como modelo de la litera,tura patria para la ju– ventud, Yo lo hatía con mucho placer: pero ya mis años me inclinan hacia el eterno descanso.

Dos heridas que 10 puieron en mucho peligro, lle. vaba Enrique en su cuerpo.-La una en la pierna. que 10 dejó para siempre ~ojo, era para él Un timbre de glo– lia- no la había ):ecibido en el campo de batalla lu. chando por la libedad de la patria: pero valía tanto como eso. la había recibido volviendo por el honor de su madl1e, infamemente manchado, Era por entonces Enrique Diputado de la Asamblea Legislativa, e instiga. do por alguno. el acior de su herida lo acusó al Congre– so. Los conservadores que había en este cuerpo. en. cabezadas por don Anselmo Rivas, se empeñaron en condenarlo: pero también tenía defensores. Uno de ellos, el Dl', don José Francisco Aguilar. me parece, lu. va en tal ocasión feliz inspiración del corazón. y apos. trofando con ardor

él¡ sus ~ontrarios les dijo: "Hay algu. no entre vosotros que en tales circunstancias no volvie. ra airado por el honor piseteado de una madre querida? Yo responde que no, porque el tal sería un hijo desna– turalizado, y vosotros todos sóis caballeros. cuyas vi:.:. ludes acreditan vuestros mismos nombramientos de Re. presentantes del pueblo". eic.. etc. Sólo el apóstrofe fue una victoria. porque en su virtud se alzó la natUl."a– leza contl."a la pasión y triunfó el sentimiento,

Es preciso dech'. y me apresuro a manifestarlo. que En¡:ique era por entonces opositor a la Administración de don Pedro Joaquín Chamorro. contra la cual conspi. raba abiertamente. lo rnismo que 10 hizo contra los go_ biernos de Cuadra y Cárdenas: y fue mal conspirador. por cierto. hombre creído. sin pi'llca de malicia, y sin el necesario conocimiento de los hombres: el mismo defec– to que criticaba él en Jere7l. Y además, no tenía domi-

nio sobre sí para saber ocultar sus procedimientos, y cualquiera adivinaba que pasaba algo. en tales casos. por aquella cabeza calenturienta, ya por la inquietud de su ánimo. como por la precipitación ~on que ejecuta. ba sus ados, siendo él por naturaleza más perezoso que activo, Después, en sus años mayores. abjuró. como el Dr. Núñez en Colombia. de sus veleidades libe1'alescasl y fue firme en su nuevo credo político hasta su muerte.

y nólese bien. los mismos hombres que eIl el Congreso se empeñaron por condenarlo. fueron después sus me_ jOl'es amigos. de lo cual se desprende una grán enseñan. za para la juventud y es que no deben tomarse muy a pecho las cuestiones personales políticas. porque los enemigos de hoy, sel."án quizá los amigos de mañana,

La otra herida de que hablaba. la recibió en Costa Rica. en donde emigrado iunto con Pedro Ortiz. nicara. güense, brillante escritor también. cull0. simpático y querido de cuantos le trataban. Como medio de vida confol'me a sus inclinaciones, habían fundado un perió. dico, y la inserción en él de un artículo tomado de otro periódico. que hería la reputación de un costarricense. ocasionó la lamentable muerte de Ortiz, legítima espe. J:anza de la patria. y la hel:ida de Enrique. por el pul. món-: achaquell de esa otra caballería, aunque desge– nerada, que en el día ha. venido a sustituir la que el Manco de Lepanto derribó antaño al bote de su lanza

Enrique vivió muchos años en el destierro, CLlan. do TROVADOR. en el principio de su vida, su famma creyó oporiuno tenerlo alejado de estos fecundos cam. pos de aventuras y lo mantuvo en Guatemala. Des. pués, hombre político ya. cuando liberal, lo alejaron de la patria los conservadores, y cuando conservad01', lo desterarron los liberales.

¡Qué temperamento el suyo! Casi siemple vivia en una atmósfera de violentas tempestades, De todo pro– bó en la vida. con amargo sabor. muchas veces: pero su verdadera inclinación fUe la de escritor. y de este pun– to hay que considerado pa'l'a apreciaYlo bien en la vida. Los demás son simples accidentes que fOl'man su carác– ter, intereses. sin embargo, para su pleno conocimiento. Es en el campo de las letras en el que adquirió su bri. lIante fama'. no dispulada ni por sus enemigos: fama que anheloso buscaba él equivocado por dis:tintos rumbos,

¡Ah! Su pérdida nunca será bastante sentida para las letras patrias, Muere a los 68 años de edad. tres lnenos de los que cuenta el que escribe estas líneas. su amigo. más que amigo. hermano. que con ese tierno a· fedo nos quisimos desde muy jóvenes.

Tl:iste de mi que no me fue dado verle en su lecho de muerte. postrado como he estado por larga enfer. medad: pero al término natural ya de mi jornada, yo también. viajero a la eternidad. iré pronto en pos suya

Entre tanto, uno mi dolor al intenso dolor de toda su familia.

Rivas. mayo 24 de 1911.

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