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106 soldados. Ver aquello y sublevarse el noble cora· zón del hidalgo manchego, todo fue uno: voló en su defensa: pero el reproche a la policía fue sin duda de masiado vivo, y sin sombrero como estaba, fue condu. cido a la cárcel junto con el defendido. Por supuesto que fue puesto inmediatamente en libertad: pero no se dio por satisfecho hasta obtener el casligo merecido al atropellamIento, no del generoso defensor, que nada podía para sí, sino de la otra infeliz víctima. lo que consiguió acaso por deferencia. reputado como todavía está ese hecho brutal, por pecadillo de poca monta. No transigía con la mentira ni aún en esos casos disimulados por la cortesía. Hecho como de una sola pieza su carácter. no podía tener esas ondulaciones de culebra que exige nuestro comercio social de mentidas consideraciones. y tropezaba con frecuencia en la vida con los inconvenientes de esa flexibilidad requerida aún para el ejercicio del bien. y a este propósito re. cuerdo el siguiente hecho: en una ocasión una señora muy respetable de esta sociedad. ya entrada en años entusiasmada por unos ejercicios religiosos que acaba~

ba de practicar con los jesuitas. se empeñaba. parte por cariño, parte por celo ctistiano. con don Evaristo Carazo y el General Urtecho. que acertó a encontrarlos juntos. para que formasen parte de otros ejercicios de varones que iban a emprenderse. De por medio las consideraciones tan merecidas de aquella señora. la de–

f~nsa de dichos caballeros era suave. delicada: admi.

t~an los encantos de aquella vida de comunidad y bea–

tlt~~, el provecho que el alma recogería. el ejemplo edificante para el pueblo. en fin. lo admitían todo; pero

~e escusaban con sus ocupaciones. De parte de la se. nora. el ataque era vivo. para todo tenía pronta respues_ ta. parecía como inspirada. y acabaron por darle el sí. esperando que una circunstancia cualquiera viniera des. pués a librarlos del compromiso. A este tiempo llegó don Pedro. e informado del asunto estalló contra los dos hipócritas que se burlaban de la sencillez de aque– lla bendita señora. Había nobleza en el proceder de don Pedro, había realmente hipoctesía en la deferencia de aquellos dos caballeros; y sin embargo. la señora estuvo siempre por los hipócritas. como sucede en el mundo. Los ejercicios no se llevaron a cabo, porque no hubo número. y toda la vida pensó la bendita señora que el diablo había intervenido en la persona de don Pedro para dar al traste con el santo propósito.

y así iban siempre en él la forma y el fondo en rebeldía: una alma muy bella y una cara muy adus. tal y sin embargo. de su aspecto. era jovial. juguetón. jocoso. y por tanto de muy agradable trato: pero era así en tanto que su alma no se ponía en contacto direc– to con esas bruscas irregularidades de la vida en que el orden se trastorna repentinamente y en virtud del choque la justicia viene a quedar abajo y la injusticia encima. que entonces. como si el clarín de guerra le sa– cudiera todos sus miembros, ya se apercibía para el combate.

y entró a la política tal cual era. noble. caballero: pero un poco extraño a los usos y costumbres de la lid.

Pariente muy cercano de los Chamorros de Gra-

nada. por abolengo, le venía su lugar en las filas del partido conservador, y fué, por su honorabilidad, uno de los caudillos más prestigiados de Rívas.

Pero era un conservador que no daba a su partido su contingente incondicional, reservándose siempre la conciencia de sus actos. Asi, en una ocasión. se acusa. ba en el Congreso a un Magistrado de León y el par. tido conservadot estaba empeñado en su condena. Don Pedro no vio la justicia del lado de los suyos. y se puso de parte del acusado. lo cual hizo decir. tiempo después. al gran caudillo liberal. el General Jerez. tratándose en Managua de una elección de RB. al Congreso perdida en Rivas por los liberales. al saber que había sido uno de los electos don Pedro Chamotro: "No todo se ha pero dido. porque don Pedro es persona independiente".

Tal vez era mal político. a la usanza nuestra; pero hacía cosas que si dañaban al partido. quedaba uno admirando al hombre.

Se trataba. en otra vez, de la relección del Presi_ dente Martínez, y don Pedro. como su partido. lo ad. versaba con calor. Triunfó la relección; pero a raíz de ese hecho vino la revolución que encabezó Jerez. con fuerzas salvadoreñas. Don Pedro. don Evaristo Carll>– zo y don Indalecio Maliaño. fueron reducidos a prisión POB HIGIENE POLITICA. como suele decirse jocosa–

~ente. y tras!adados a Granada. donde se les dejó la Ciudad por carcel. y al triunfo de Martínez sobre los

s~lva~oreños. don Pedro no cabía de gozo: sobre el par_ hdano se alzaba la patria en el viejo castellano.

Tenía también don Pedro sus toques de libre pen.

sa~or. y como tal miró de reojo la entrada de los je. sUltas a Nicaragua: pero cuando Guatemala. El Salva_ dor y Honduras quisieron ejercer presión en el Go– bierno de Cuadta. en el sentido de la expulsión de a– quellos sacerdotes. alzóse su temperamento de fuego por el asilo.

A guisa de libre pensador. tuvo sus veleidades allá al principio por Bufino Barrios. a quien tomó por un verdadero reformador. Admitía sobre la vieja socie– dad guatemalteca un retoque COD tintes liberales: per" hechos posteriores desvanecieron su visión. y perdióse del todo en su mente el reformador, cuando quiso im-ponerse sobre toda la América Central. .

y ya en sus últimos días. cuando León se levantó contra el Gobierno de Zelaya. fue partidario de éste. como todo su partido: pero esas fuerzas hondureñas en el territorio de la patria. era un punto negro en su co– razón. y clamaba contra ellas. deseoso que fueran ven. cidas por los mismos leoneses contra los cuales comba. tía. A ningún precio quería la presencia de fuerzas ex· trañas en nuestras contiendas: jamás se desmintió a este respecto su patriotismo.

Don Pedro fue un hombre como dicen los yankees. SELFMADE MAN. un hombte hecho por sí mismo. Vi. no al mundo de una familia distinguida. pero que las visicitudes de la vida lo habían reducido a pobre situa– ción: y no pudo tener él otra educación que la que daba

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