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« Previous Page Table of Contents Next Page »federal, y por otras razones, consecuente con sus pl'in. cípios, no quiso sancionar con Su presencia la infrac· ción.
Tampoco le fue dable acepar en 1845 el Ministerio que le ofreciera en su Gobierno. el Supremo Director del Estado, don José León Sandoval.
Pero aceptó en 1946 el nombramiento que se le hi.
zo. con el Lcdo. Zavala, para arreglar la cuestión de lí– mites con Cosla Rica. a cuyo fin habían llegado re· presentantes de esta República: cuyos laboriosos traba· jos fueron por desgracia infructuosos.
En 1847 desempeñó la Prefaclura de este Departa,. menio.
Ya empezaban a presentirse los signos precursores de la tempestad política que vino a desatarse en 1949, y los ánimos en Rivas se hallaban soliviantados. Puso todo su empeño Pineda en la reconcilia'CÍón y logróla. Pero de este importantisimo puesto fUe arrancado por el nombramiento de Diputado a la Constituyente de 1848, convocada para reformar la Consitución de 38. reunida en Managua. la más alborotada de todas las Asambleas y la más amgada de peligros.
Pal'ece que el proyecto de la nueva Constitución he. ría en algo al poder militar. y el militarismo y sus apasionados se esforzaron en hacer nulos aquellos tra· bajos, apelando hasta del criminal recurso de lanzar las turbas contra la Asamblea para disolverla. Y cundo ésto sucedió. presidíala el Diputado Pine· da. y aquí. como en otras veces. se alzaron su carácter, dignidad y energía. increpando a aquella chusma. y le– vantado a su ejemplo y a su altura el espiritu de too dos los representantes. las turbas dej aran el local y a,.
bandonaron sus reprobados propósitos.
Llegamos al año 1949. y el movimiento revolucio. nario preparado con tanta anticipación. estalló por fin. No actuó sobre todo el pals. sino que sólo desear· gó su furia sobre Granada y Rivas, particularmente so· bre esta última infortunada ciudad. Sin medios de de. fensa la población, Pineda corió ¡¡¡ Granada al centro de los suyos: más la rabia revolucionaria se cebó en sus propiedades y prendió fuego a su casa, perdiéndolo to. do: pero lo más sensible. decía él. fueron 12 grandos volúmenes manuscritos que comprendían la recopila– dón de las leyes patrias. obra magna que había empren. dido, cuando sus ocupaciones públicas se lo permitían. a sus propias esoensas. con infinito trabajo, revolviendo los ll!chivos de los pueblos y el federal.
En 1851 ascendió a la primera Magistratura del Estado. culmina,ndo así su vida pública.
Do~ cuestiones de inmersa gravedad se imponían entonces a la conveniencia del país: primera la trasla· ción de la Capital a Managua, arrancándola de León. para equilibrar la balanza política entre Oriente y Oc. cidente, cuyas pretensiones de predominio eran ceusa de frecuentes disturbios: y segunda. derriba,r de su pe– destal a Muñoz. retirándole su nombramiento de Ca. mandante General, para anular así el militarismo que se entronizaba en el país. causa principal también de los frecuentes trastornos: ambas empresas requerían en el mandatario el temple de una alma que no se doble. gara ante la inmensidad del peligro: y a tales condi· ciones respondía el carácter de Pineda.
Empezó por llevar a cabo la primera. para facili.
tar por este medio la segunda; y uno de sus primeros actos. fUe el decreto de dicha traslación.
Para dar este paso, se había rodeado del prestigio de Cnslellón y de Díaz Zapata. ambos muy populares en aquella ciudad.
De antem¡¡no se habían ligado en León el poder mi.
Iilar que presentía su caída. y el poder del clero, re– presentado por el Obispo Viteri, más apto éste para la vida revolucionaria. que PB1'a apacentar el rebaño del Señor. y quien queriendo llevar al Gobierno la influen. cai clerical. no encontraba coyuntura en la nueva Ad. ministradón, opuesta a esas tendencias: y' así el decre. to de traslación vino a favorecer las miras revolucio. narias de estos poderes, presentándoles la ocasión de exaltar los ánimos del pueblo leonés.
A los primeros susurros del descontento, Pineda se frllsladó a Le6n para hacltr frente a la crisis: pero es. taba muy lejos de prever una alta tración militar. y re. pentinnmente, el 4 de agosto de 1851, el Supremo Direc. tor del Estado y sus Ministros Castellón y Díaz, fueron reducidos a prisión por el Comandante General de las armas. y expulsados para Honduras. por la vía del Este. ro Real.
Mas en Honduras mandaba don Juan Lindo, y no eran para éste desconocidos las ideas de Pineda. ni sus servicios a su país, ni los actos y tendencias de su Go. bierno. 10 mismo que las prendas personales de sus Ministros: y así sucedió, que recibido estos desterrados con todas las consideraciones debidas a sus altos rano gas, pudo arreglarse pocos días después Con Pineda, un tratado en que se estipulaba primero la reorganización del Gobierno Federal, y luego Se contraía una alianza ofensiva y defensiva de ambas Repúblicas. al favor de la cual Lindo puso a las órdenes de Pineda un cuerpo de ejército, para obrar en Nicaragua.
El atentado de León había puesto también en pie de guerra fuerzas militares en Granada·. al mando del General don Frutos Chamarra: y combinados después estos movimientos militares de hondureños y nicara. güenses sobre León, dieron pOr feliz resultado, la reno dición de León, sin derramamiento de sangre Volvió Pineda a asumir el Poder Supremo. y una amnistía general. con excepción de Muñoz, a qUlen se extrañó del país, restableció las cosas a su curso nor. mal.
Se había llegado. muy felizmente. por distinto ca. mino. al propósito primero. y obtenido todavía más de 10 premeditado: la capital del Estado en Managua. el poder militar aniquilado. y por añadidura, en comple. to desprestigio el Obispo Viteri.
y por eso decía muy bien Pineda en su manifiesto a los pueblos:
"Muchas veces los hechos calculados para destruir la sociedad. sirven para consolidarla".
Basta solo lo referido. para caracterizar el período de mando de Pineda. que aunque interesantes sus demás actos, aquellos primeros. su valor, su energÍa, su cal vario en el destierro. su vuelta triunfante, los grandes resuUados obtenidos. 10 habrían llevado a la apoteósis Todavía en la memoria de alqunos están grabndos muchos rasgos de su entereza, de los cuales me com plazco en recordar los dos siguientes:
Cuando fue reducido a prisión, el oficial encargado
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