Page 52 - RC_1968_01_N88

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caer el poder. Mas a poco fue emitici~ la constitución de 1826, Y quedó por ella terminado el período legal de Cerda y Argüello, procediéndose a nuevas eleccio– nes, que dieron por resuUado la división del sufragio enlre el mismo Argüello y don José Sacasa: y al reu. nirse la Asamblea que había de hacer el escrulinio de la volación general, enlraron los Representanles en dis. puta con Argüello, con motivo de acontecimientos veri ficados en Guatemala, de trascendencia para Nicara· gua, y por faUa de libertad, se disolvieron. convinien– do en reunirse en Granada. para proseguir allá. libres de presión, las sesiones de la Asamblea. 10 que en efec– to hicieron, asumiendo en su primera sesión el Poder Ejecutivo, que depositaron en el Consejero o Represen. tante don Pedro Benito Pineda: y organizóse en el acto el nuevo Gobierno. integrado con un Ministro Gene. ral, que lo fué don Miguel de la Cuadra, joven de re. conocida probidad e ilustración; y en este estado las cosas, se levantó una contrarrevolución en Granada a favor de Argüello: y Pineda y Cuadra, caídos prisione– ros, fueron trasladados a León, y allá asesinados en la cárcel. Los historiadores Gámez y Pére;¡; dicen que estos asesinatos fueron ejecutados por orden misma de Argüello, y Pérez añade detalles minuciosos del bár· baro hecho, designa al asesino y agrega que fue premia· do SU crimen con un grado militar, y luego mandado también asesinar por Argüello, refiriendo el modo de la ejecución.

Pasara yo por alto estos hechos. lamentándolos so. lamente, sin comentarlos: pero me obliga perentoria– mente a manifestarlos la verdad del trabajo biográfico que he emprendido. porque si los callara mancharían de sombra esta excelsa figura. tan radiante en todos sus aspectos.

Que Pineda y Cuadra fueron asesinados en la cár. cel de León, es un hecho incontrovertible: pero que sea Argüello el asesino. por mucho que 10 acusen las apariencias. no es un hecho probado. Es verdad que la tradición lo refiere, tal como lo hace Pérez: pero ya sabemos lo que es la tradición, y a diario confirma ella misma la poca confianza que inspira: pues casi a nues. tra vista los hechos, se explican de varios modos, con· tradictorios a veces. Un juego de salón nos da muy bien la. idea de la tradición: cuando en rueda uno de los concurrentes dice al oído del compañero una cosa cualquiera para ser transmitida al siguiente y éste al airo. de seguro que al llegar al término de la rueda, la cosa dicha primitivamente está completamente desfi· gurada.

La tradición sólo puede aceptarse cuando está como pletamente depurada. y pueda sostenerse en buena ló. gica, cosa que falta frecuentemente a Pérez en sus es. tudios históricos. muy interesantes, por otra parte. El mismo historiador Gámez ha tenido que rechazar con muy buenas razones muchas de esas aserciones histó– ricas, como cuando increpa pérez al mismo Argüelo por los asesinatos de la Pelona. Así puede suceder en el caso de los asesinalos de Pineda y Cuadra. víctimas tal vez solamente de la canalla que se imponía en aqueo

Uos aciagos tiempos. y con la cual, como se ve. el Gobernante tenía que contemporizar: algo así como su. cede aunque ~n pequeño, en la revolución francesa con esas manadas de chacales, más bien que hombres, que tranfsormaban a veces en monstruo la revolución, velando sus fulgores.

No es mi ánimo volver por los fueros de Argüello, con quien muy poco simpalizo. como también me Suce. de con Cerda: pero del hijo de una de las víctimas. de Pineda. objeto de este estudio, sale la absolución del crimen de León. imputado a Argüello, porque consta de hechos positivos que el Lcdo. don Laureano Pine. da fue siempre partidario de Argüello. a quien en tan. to grado, y con tanto celo e inteligencia sirvió, que fue él. Pineda, quien encabezó el partido que en Rivas re– dujo a prisión a Cerda. y esto jamás se explicaría a ser Argüell0 el asesino de Pedro B. Pineda.

Esta revolución de 1826 se enlaza en su principio y en su término con la vida de Pineda. pues que em. pieza por el asesinato de su padre y concluye por ve. nir él a ser factor principal en su desenlace; y como he referido los primeros acontecimientos del drama, debo hacer mención de los úUimos. en cuanto le ata. ñen.

Casanova y Guliérrez. colombianos. jefes principa– les del ejército de Cerda, procesados y fusilados por éste a causa de supuestos trabajos de anexión de Nicaragua a Colombia. fundados en lamentable error. eran maso– nes y muy apreciados en la sociedad, particularmente

Guliérre~, médico muy notable y generoso: y habían extendido mucho sus trabajos de logia, principalmente en esta ciudad. donde residia Gutiérrez, a la cual había ingresado la mayor parte de las personas importantes de este vecindario.

Se trataba de enlazar esta logia a la logia madre, de Colombia. y de aquí el funesto error de la traición que se les imputaba y por el cual se les condenó. Na. da pudieron hacer por entonces los masones por saL var a esos dos hermanos de una muerte plenamen– te injusta para ellos: pero quedó en su corazón el ren– cor y el deseo de la venganza, avivado a todas horas por la viuda de Gutiérrez. joven llena de encantos, ac. tiva. sagaz. valiente y hábil seductora: y de esas cIr. cunslancias aprovechóse Pineda para dirigir a los des. contentos y derribar luego el poder de Cerda, lo que en efecto consiguió.

Apresuróse Argüello a recoger el no soñado triun. fa. y el clamor popular ,que tanto grita entre ruines con. tra el caído, y acaso sus propias pasiones. lo impulsa– ron al fusilamiento de Cerda. y para dar al acto apa. riencias de justici8', se le siguió un simulacro de jui. cio, en el cual consultado Pineda como Asesor. dicta. minó que no debía juzgarse a Cerda. sin que fuese ano les declarado con lugar a formación de causa por el po– der competente. Le objetaron la dificuUad de reunir la Asamblea y que las circunstancias demandaban un pronto juzgamiento, y entonces. alzándose el Magistra· do. aunque enemigo político. como se ha visto. de Cero da. sobre aquel mar de embravecidas pasiones, sereno por la conciencia. firme por sus convicciones. con la suprema dignidad que sabia imprimir, en su caso. a todos sus actos, dijo aquellas palabras. sublimes por la

ocasión:

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