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FRANCISCO G. MIRANDA
Médico Nicalagüense
Profesional médico de grandes ejecutorias que re· corrió su órbita de actividades fructíferas en un perío. do de cincuenta años dedicado. en cuerpo y alma. a sembrar el bien y a llevar consuelo y alivio a los que sufren.
Merecedor de un homenaje póstumo que encarnara el reconocimiento de todo un pueblo que supo de las bondades de su compasivo corazón: de su sabiduría co– mo conocedor de las enfermedades que aflijen a la hu. manidad que él ponía al servicio de sus clientes. de los que acudían a su dispensario en busca de salud. De 21 años fue enviado a los Estados Unidos. a es. tudiar medicina en la Universidad de Philadelphia. ha. biendo obtenido SU Diploma en 1872.
A su regreso se estableció en San Juan del Norie. ejerciendo su profesión. En esa época, era un puerto muy floreciente. con residencia de muchas familias in glesas. americanas y de otras nacionalidades.
La personalidad del Dr. Urlecho. su figura apos. tólica, su suavidad de trato. la posición que llegó a ocupar debido a sus propios méritos. circupdó su fi. gura. a través de su alm8i diáfana. de una especie de aureola misteriosa de la que ni él mismo se daba cuen. ta natural como era para todas sus cosas.
Ese altruismo. su bondadosa expresión. su simpa. tía atrayente. enfocaron. sobre su persona un algo ex– traordinario. que para un hombre público que quisiera hacerse de popularidad sería mucho. y para un profe. sional modesto como él aparentemenfe poco. porque acu. mulándose callada y humildemente dentro de sí mis– mo. ni la hacía ostensible. ni se envanecílll de ella. De ahí que. después de muchos años de ausencia física. todavía Se añora entre la pobretería de G1'Bnada
, y de las comarcas circunvecinas. aquella mano ami. ga y caritativa que levantó de sus lechos a muchos en. fermos indigentes y enjugó much,as lágrimas de angus· tia y de dolor. Al rico. al pobre. al menesteroso y des. valido. a todos miraba por igual. y el poder magnéti– co de su personalidad (de que era insconciente) ejer. cía mayor influencia que los compuestos farmacológicos que recetaba. Muchos casos dejados de la ma·no de la ciencia y que sólo se solucionaban definitivamente con un poco de espera. volvían de su consultorio con una esperanza de alivio y con una sensación de mejoría. Una ve71 que fue llamado a ver a una jovencita que a causa de una fiebre pslúdic8 continua había quedado muy débil y anémica se concretó a dar un consejo ver. bal, diciendo: "denle caldo a esta enferma". significan. do 'Con ésto que 10 que le hacía falta a esta niña era alimentarla bien y nutdrla. Y en efecto. pocas sema– nas después estaba buena. robusta y rosada Fisica. mente el Dr. Urtecho era de complexión sanguínea. te.
nía mirada penetrante. presencía austera. porle caballe. resco, usaba barba mediana,mente larga. era parco en el hablar y sentencioso en el decir. pero sin comando al. guno: no fue ostentoso. ni mostró signos de superiori.
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dad. Fue más que un alópata un naturista. Dejaba obra,r. a puertas abiertas. las defensas naturales orgá. nicas: el aire. el sol. el agua. la ventilación. el reposo y
los cuidGdos dietéticos le servían. en primer términQ para sortear, con buenos resultados. las dolencias tri. viales y funcionales: y sin engolfarse en los 'Caminos desconocidos de las avitaminosis. toxinas de origen mi. crobianos. cuerpos y anticuerpos y ofras tantas teorías que confunden y complican el esclarecimiento de mu.. chos morbos humanos. él. sin pretensiones de sabio. sin eufemismos exóticos y con una natural comprensión que rayaba en intuición, casi siempre sus diagnósticos eran acertados y sus tratamientos eficaces.
Al verlo recorrer el ciclo de sus llamadas profesio. nales. o cuando yo salia entrar en su consultorio. en donde SU sala de espera se mantenía con bancos escasa. mente desocupados. me venia a la mente la imagen his. tórica de aquel célebre Paracelso quien, sin hacer alar.
de de sabiduría altisonante y sin desechar los medios físicos a su alcance. p&nsaba de esta manera: "Toda salud y toda enf&rmedad proced& de Dios. el cual su. ministra también el remedio. Cada enfermedad es un purgatorio. y ningún médico puede efectuar una cura. ción hasta que termine el tiempo de ese purgatorio. Los médicos ignorantes son los diablol< de ese purgato. rio: pero un médico sabio es un ángel redentor y sier.
vo de Dios. El médico es un siervo de la naturaleza y
Dios es su señor. Por tanto. ningún médico efectúa jamás una curación a menos que sea la voluntad de Dios que cura al enfermo por medio de él". (Paramír). No por ~sto quiero decir que el Dr. Ur*echo. fue un profesional i9n8to: Todo lo contrario: fue estudioso. perspicaz. observador y comprensivo. Tenía como co. munmente se dice. un ojo clínico certero y después de un examen ligero o detenido. formulaba su diagnóstico
y aplicaba el remedio. En las consultas profesionales nunca disentía de sus colegas. porqUe era caballeroso y
sincero. pero sí afirmaba cuando le parecía estar segu. ro de lo que él decía.
Como ciudadano civil y consagrado a los requeri. mientos de orden público local y de progreso local o na. cional. siempre fUe un espíritu generoso. desinteresado, respetuoso a la ley y al Gobierno Constituído. amante de la paz. Todo granadino recuerda que estando él de Alcalde. con motivo de unllJ inundación que sobrevino en la parte suroeste de la ciudad a media noche. se le. vantó par", ir en socorro de los amenazados de ser arras 1rados por las corrientes impetuosas que todo 10 inva. dían. Hasta el amanecer de ese día recorrió los ba– rrios inundados por el agua y el lodo. cayendo enfermo a continuación por el exceso de trabajo y fatiga Más tarde. con motivo de una reconcentración que el Gobierno obligó a los habitantes de la Comarca de Panaloya. su casa particular fue el re~ugio de más de trescientas personas a quienes. gratuitamente. dio al. bergue. comida y ropa por muchos días
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