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l PIUMERA GBERNADOR Uf HUBO EN AMERICA

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El 9 de Selltiembre de 1541, acontecía en cierto lemoto lugar del Continente descllbielto nledio siglo antes 1101' Colón, una insólita celemonia que, a buen seguro de haber habido en aquel entonces teléfonos, telégrafos, cables, ladioglamas Y demás chismes de la vimaglol'ia iJiternacional, hubiera metido tanto I ui, do en el mundo como el viaje felÍz del "Spirit of Mis. . soud" o las ideas y venidas del "Orgullo de DeÜoit" En aquel día cuando New York no pensaba ni siquie

l'a en nacer, Lima se i1csanglilba con las ah oces cons– piraciones de los Almaglos y f'izal'l'os, y Buenos Aires

SUl gía apenas entre las bl'umas (lel Plata por la ener. gía milagrosa de Pedro de Mendoza y sus suceSOl'es, poníase un reino del Nuevo Mundo en manos de una mujer a quien se le acordaba el título de G~bernado.

ra Es la 11rimera vez qua una mujel' dirige los desti nos de un pueblo en Amélica! Y conste que en aquel tiempo aún no habíamos llegado á la "falda pantalón", las suf! allistas, el divOI'cio automático y Madame Ko. llantav. PelO bastaba con que ya varias mujeres se ]1Jlbieran sentallo en el trono de los 1 eyes eUt'opeos du– lante la menOr edad de los herederos, a despecho de la célebre doctrina del artículo sexto, titulo 62 de la ley Sálica, Sin duda el gran ejemplo de Isabel la Ca– tóllca era l,!l qne mejor hería las retinas dé los buenos conquistadores de Guatemala al decidirse, has reñi<1a discusión, a elegh' Gobernadora, por muerte de su cs· ¡lOSO, a doña BeatlÍz 02 la Cueva y Arburf(uerque, no– ble señOla de los más altos linajes eSllañoles venida pocos años antes con catorce damas dc corte, todas de

escla¡'ecida estirpe,

Ello fuá aquella tal de, mientI as el cielo desear. gaba constantes aguaceros sobre la JliOllcsta metl'ópoli, fundada apenas lmcía catince años pelO llamada desde U11 1uincipio lllUY noble y hlUY leal Ciudad de Santia– go de los Caballei'os de Guatemala, tenía lugar en el ampliQ lJalacio de Alval'ado la extraña celemonia de la COlonación de la Gobernadol'3 El Cabildo en cuer– 110 se hatlaba pl'escnte y notificó a doña Beatl'Íz que, conforme sus deseos e intimaciones, se había dispuesto reconocerla P01' Gobernadora con motivo de la muclte de su esnoso Ella aceptó el cal'go, jlll'ando desempe– ñarlo fielmente sobre la cruz de la vara de la gober· nación; pI estó la fianza de ley y fhmó con los presen– tes el acta l'espectiva Mientras tanto llovía mucho, lila densa. niebla envolvía la ciudad y hasta (lejábanse oír de vez en cuando del lado de los volcanes vecinos sOldos bramidos de esos que anuncian en estos países la proximidad de las desgracias.

V1RGILIO RODRIGUEZ BETE~'A

Historiador Guatemalteco

Don Pedro de Alvarado Mesia y Conh'eras, uno lle los más célebres cónquistadol'es del Nuevo Mundo, y el que, sin (hula, ablÍgó los planes más vastos y amo biciosos entre todos ellos, era no solo un guell'elO-rayo y hUlacán sino un enamorado ídem, Habiéiulose mar_ chado a la COl'te de España, después de realizar la a(Imirable llazaña de la rápida conquista de los hes reinos de Guatemala, a sincel'm'se, entre otras cosas de los cargos que sus enemigos y rivales hacinaban C01\–

ha él, pero quizá también con el secleto designio de "tomar estado", buscallllo para consOl te llna dama ¡¡.

llajllda y bien emparentada que sllluara a los suyos pel sonales, los prestigios de la sang¡:e y la COI' te, dio con su real persona en la COlte de los ¡'eyes Y digo l'eal, pOlque aunque no peltenecía por parentesco a la realeza, pertenecía a ella por lo mejor y más ínsepa– rabie de natura: su belleza física, tan famosa como la fuelZa de S11 brazo y el valor de su hazaña. Como que los imIios mexicanos, desde qUe tuvieron la mala suel'te de conocerlo, 10 apellidal'on Tonahthi, el hijo

del sol. ¿Por su hcrmosura? ¿Por su fiel eza? N o ha lJorlido deslindalse A mí se me figllla, después de cóntemplal' los más anHguos retratos· que (lel héroe se COnsel'van (el que trae "México a través de los siglos" y que e~ copia de uno. que existía en el Palacio de los antiguos Capitanes Genel'ales en la 111 ilnel'a cÍ1ulad de Guatemala), que quizá el alias se origínó de los luen– gos bigotes rubios ya que los indios de entonces y los de lih!lra y aÍln el común de los mortales no pueden convencerse de que el señOr sol no tiene bigotes, ojos

y boca

Ello es qne la apostul'a, fama y alUlacia lle don PedrQ lo hicieron presto adueñal se del cOl'azón de dos de las más lindas y célebl'es mujeres (le la COl·te, dos soblinas .Ile los Duques de AlbUlquerque, dos hijas de Jnan de la Cueva, señor de señOl'es y emparentall0 con lo más preclaro de España, Con doña Fl'ancisca, la her. mana mayor, se casó don Pedro y casado se VillO a Guatemala, con tan mala o tan buena suel te, que al pasar pOl' un PUet to de México la esposa se le enfel mó

y en unos POC(lS días entl'egó su alma a Dios. Don Pe dI'O sin desalentarse, o quizá doblemente alentado._ de– cidió acto se¡;uido adueñal'se de la helmana menor, doña Beatriz, con la que, en un nuevo viaje a España pocos años más tal'de contl ajo matl imonio, viniéndose esta vez directamente pam Guatemala El hOl'lor a pasar por los puertos de México se explicaba: ya no había una tercela de la Cueva de que echal' mano en caso necesario.

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