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« Previous Page Table of Contents Next Page »LA ME,NGAlITA NICARAGÜENSE
José Santos Chocauo, el poeta de América, me decía en una ocasión, mientras departíamos en el parquesito de Minerva; -Hay en Managua, la capital de su tierra, un paseo de alma tropical como éste; Exhibición de hojas variadas y circulando de árboles frutales, propio para ser palestra de emociones; allí gustaba de sentarme cuando estuve, hace ya muchos años, con el sólo objeto de ver pasar a las mengaUtas espirituales, a ese tipo de mujer nlcaragiiense cuyo estilo y gracia, sólo son privilegio de su país, como la manola en España.
Cierto: el tipo de la ardiente cllUla andaluza, cuyos nervios son el cordaje eterno en que vibra el alma española, se saluda por 105 rayos del sol con las pu– pilas de nuestra mengalita.
El atavismo de la sal y de la sangre en nosotros -por algo fuimos conquistados por andaluces- nos dejaron aquella frecuente sensibilidad y aquella ale– gría que tanto se parecen al florecer de los claveles en loS rojos cármenes de la roja provincia.
Así se entiende que la mengalita sonría, ante la inefable e inmortal costumbre del ¡ADIOS LINDISI–
MM jADIOS MAMlTA, ME LLEVAS? Porque en Sevilla también, como dice Blasco Ibáñez, es espíritu
y sangre de la vida andaluza el eterno ¡MARECITA
Periodista NicaragÜense HERNAN ROSALES
DE ARMA! Y el JOSU MAJO, QUE ATREVIO EL RESALAO!
El sol ha concentrado la parlón de sus rayos en vuestros ojos, oh mengalitas de mi tierra, vírgenes del trabajo, que rebosáis en todo momento ese júbilo in– terior que se ilumina en las muchachas de los cuadros de Rubens; que tenéis en vuestras bocas la miel de los alcores, y en vuestro corazón el pan y vino de las felicidades del hogar.
La vida de Nicaragua no se concibe sin ella; al pensar en Nicaragua, fuera de aquí quien quiera que la conozca, saltan a la memoria tres cosas: la apa– cible luna de los lagos, el triste dorado que ¡'osaba en las jícaras blancas, y el tipo criollo de la mengalita. Mentira que en otros lugares de Centroamérica existan mengalltas como en Nicaragua. Bien pudiera haberlas en algunos lugares, en cuanto a condicio– Jles, pero nunca con la esencia y presencia de las nuestras.
Es por eso que ante la fama que ha cobrado por allá, se dnda que exista tal como la pintan y la elo– gian. y entonces, en las horas cordiales que pudIe– ran comentarlas hablan de ella, no como 51 se tratase de un ser real, que viva y triunfe por sus populares gracias sIno como algo típico que ha creado el poema de la mentalidad nicaragüense.
~-'--------------------------------'-----~--; Alegre su ,MeS'i, y Deleite su Paladar
C.ON
Santa
Cecilia
DE CALiDAD INALTERABLE!
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