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« Previous Page Table of Contents Next Page »lénica en el atavío de la 5tola y Palla de las damas del imperio romano, o la de éstas, en las complicadas gor. gueras y miriñaques de los Hempos de la virgen reina Isabel de Inglaterra. Merecidas no obstante son las salvedades de tres o cuatro imágenes, a saber: la de un Crucificado de rostro macilento y conturbado. si Ile· no de beatífica conformidad en la úUima hora de lenta
y cruel agonía; la de una virgen llamada de Soledad: la designada con el nombre de Corazón de Jesús, en un cuadro al óleo de maestras pinceladas; y sobre todo, la de una beUa y fiel imagen del Nazareno. de tama. ño natural, con su pesada cruz a cuestas cual si aÚn fue. se por la via sacra hacia el Calvario, con su túnica de color castaño donde, siento decirlo, huelg¡¡, absurdamen. te la pompa de alamares y cordonciJIos de oro cual si se tratase del gabán del Shah de Persía, o del dormán del Sultán de Turquía, más en cambio sobremanera enno blecido con una expresión de indefinible abatimiento y de resignación hurnildisima y sublime en aquel rostro exangüe de amorosa y lánguida mirada, coronado de espinas, y salpicado de sangre.
Hay escaños de propiedad particular de familias de buena sociedad. lo que no obsta para que mucha gente de las clases inferiores desprovista de estos como de otros elementos de comodidad, tomen con el mayor des– parpajo y naturalidad del inundo tranquila posesión del primer sitio vacante, obligando ensaguida a sus pro· pietarios a la por lo menos desagadable confusi:Sn dé recurrir. a su vez, a otros asientos reservados. Algu· nas mujeres del pueblo que no se afanan por forma o accesorio alguno de corrección y de decencia, optan por sentarse a ia turca sobro el frío pavimento. en ia más grotesca, risible, y aún irreverente postura que pudierais concebir. lo que me hizo sospechar de las coso tumbres coloniales, y recordar aquellas árabes mezqui. tas de la corte muslímica en España, que inaugu– rase, para vengar propios agravios, el tristemente céle. bre Conde don Julián, y se extinguiese al postrer sus· piro de su último rey :l3oabdil, con la fusión augusta
y salvadora de las coronas de A1'agón y de Castilla. en las personas de sus reyes católicos don Fernando y Doña Isabel.
Por la tarde asistimos a ciertas celebraciones dia– rias del presente mes en homenaje ¡¡, la Madre del Re. dentar. en otro templo de muy modesto aspecto así in– terior como exteriormente, llamado el "Convento de San Francisco" templo que mereció las especiales pre ferencias y simpatías de los Padres Jesuitas, y las de las actuales asociaciones religiosas para las festivida– des de esmo, sin duda debido a la mayor facilidad de ornamentación. Se llega a él por una alfa gradería que lleva al relleno de su extenso atrio, y no se com– prende cómo habiendo sido éste y siéndolo aún. 01
templo favorito de sacerdotes y seglares contándose en tre los últimos tan adineradas como fervorosas feligre– sas, no se haya jamás pensado en dar a, su rústica fa– chada la fácil ampliación siquiera en consonancia ca'" el buen gusto y arte menos exigentes.
La imprOvisada decol'ación era sencilla y cierta– mente artística, destacándose en la al+'u8 la imagen de I\laría obra toda ella que hacia sellalal10 !t0110\' al in– negalJle y exquisito don de lo bello ~ idcal ele la Inil.
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jel' welÍdionaI. Nuestra sorplesa no fuv~ limites cuan_ do oímos, a guisa de preludio o int.ro dllcción a los re~
zos de rigol', la ejecución de una música malc¡al En– tonando marchas de Souza, como la allá conocida bajo el nombre de Liberty Bell a cuyos viblantes compases entraron a la glan Exposición de Chicago de '93 los Cadetes de west-Point en l'epreselltación del Ejército Americano, subiendo de punto nüestro asombro al es. cuchar, al final de la cCl'emonia, las alegres val'iaciones (le nueshos populares valses de a dos pasos, si bien en el intermedio fue agradeblemente modelado nuesho pasino con algunas interpretaciones de la dulce músi_ ca de Rossini en El Bal bero de Sevilla, desgraciada– mente sin el concurso de cantos religiosos a ella ajus– tados, circunstancias más lamentables cuanto que, años atrás según corren historias, hubo aquí en esta misma iglesia en la amable y no olvidada pei'sona del padle Gamero de la compañía de Jesús, cn dilettante peliti. simo que hizo mucho por la orgaJÜzación de una buena orquesta, así como por la educación de voces de can_ tores y cantoras, cabiéndole muchas veces la íntima satisfaéción de dirigir personalmente, batuta en manó, las varias ejecuciones de obras maestras, religiosas y profanas, con el correspondiente y oportuno coro de voces educadas por él m'smo. Un sacerdote alto, cetrí. no y delgado subió finalmente a la sagrada tlÍbuna, pe
1'0 su mímica (le pugiliSta, y el pobrisimo fuste y de· plorable recitación de su discUISO, nos 11icie10n reCOlo dar muy a despecho y a pesar nueshos, las textuales palabras de Madame de Sevigné a su llija, Madame de Gignan: "Yo quisiera que no se os tratase como a Ile.
11'0S, en provincias, y que se os enviase un predicador de la talla del abate Anselmo. ¿Cómo es posible escu– char 10 que alIí :tenéis? Esto hace daño a la religión",
y a propósito de religión, y sin tratar de establecer comparaciones enojosas que amenguen los méritos de estas sociedades cuyas diversas manifestaciones de cul; tUl'a me he propuesto describiros siquiera sea a gran– des rasgos compatibles con el carácter y dimensíones de mis cadas, fuerza es decir cuán poco verdadero sentimiento religioso se observa en esta hermosa sec– ción de la Amél'Íca Cenh'al, pareciendo ser, a todas luces, de la exclusiva inctimbencia de la mujer los va– l ios convencionalismos y deberes que las religiones im– ponen, en nuestros países, a las sectas constituidas bajo las divelsas fOlmas y denominaciones del culto divino Entráis a una iglesia, y podéis contal' los varones abí presentes COn los dedos de las manos con la segulidad de que lIna de ellas, y aún al1gunos de la otra, entrarán por muy demás en vuestra cuenta Sensiblemente no tol'Ío es, en algunas devotas, el abuso injustificado
l del místico privilegio que las lleva a lIermanecer gran par. te del tiempo en los templos en inútiles e inconscien– tes l'epeticiones de aprendidas oraciones, 1I0r hábito o prurito de fatua o absurda beatel'Ía existiendo en muy pocas el fondo sentimental o filosófico de la religión en sus varios atribntos de elevada fé, de amor y cari– dad, desvaneciéndose en cambio, en los accidentes se. cundarios de la apaliencia y aún de la ostentación A– sístese generalmente a estas ceremonias por rutina, por el bien parecer, o en ocasio~es, pOr afán de exbibición o de sensación, y salvo raras y honl'osas excepciones po
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