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CARTA VI

Rivas, mayo 20 de 1907

Querida y respetada amiga:

Es vuestro poeta favorito Alired Tennyson quien dá a lll! memorIa. la magia de gloria crepuscular de las fúl. gidas luces de la vida. Para Alfredo de Musset, cada dulce y grato recuerdo es una estrella de primera mago nitud que enclende el corazón en el dombo oscurecido del pasado. Lord Byron, en cuyos versos admirables de romanticismo y de pasión se empapara el genio poé. tico del inspirado autor de Rolla y de Las Noches. y

quien a su vez bebiera en la castalia fuente del celebra. do poeta florentino Pulci que inmortalizara su nombre en las páginas cómico.heroicas de Morgante Maggiore, termina sus bellas y sentimentales estrofas a Miss Chao worth, llamando a la memoda la. conciencia torturado. ra de la vida que centuplica en dolor en lo presente ca· da :fugaz instante de placer en lo pasado, invocando, pOl' tanto, el olvido como el mayor de los bienes para el hom breo . -Celajes, estrellas. conciencia.- el recuerdo es la siempre palpitante existencia espiritual del indivi. duo a través y a despecho de las brumas de los años, imperceplibles momentos en la eterna vida del espíri.

tu. La sensación, como la :forma variable y material de la realidad, en los diversos accidentes que afectan nues· tra humanidad; el recuerdo, como la abstracción y ele. vación del espiritu, espaciado en la brillante apoteósis de aquellos mismos sucesos que más hondamente impre. sionaran nuestra moralidad; la estrella del poeta exqui– sito del corazón, cuyas melancólicas o centellantes re· verberaciones contemplamos enajenados en las ver. mas soledades de la vida, y cuyo espectro luminoso re· coge la fantasía impresionada con la. sugestión ilusoria de las bellas realidades ya pasadas, presentándoselas al espirUu extasiado, Ora haciendo renacer en él las ale– gres alboradas que despunta\l en sonrisas en los labios, ora para enlutecerlo aún más con las acerbas condensa· ciones del dolor que Riehepin llama "diamantes del ca· razón". Luego el sacudinúento nostálgico de cabeza, a la súbita interposición de lo real, oscureciendo el celage, oculiando la estrella, adormeciendo el recuerdo, acallan. do la conciencia, y dispersando el tropel fantasmagórico a las cetúleas lejanías de los sueños, que tiene el re. cuerdo, de consuno con la imaginación, el raro privi. legio de perpetuar a capricho en lo presente revestidos de la aparente tangibilidad de la verdad.

Ha poco os recordaba la Gran Opera de Filadelfia bajo cuya estrellada bóveda tantas veces oímos resona'\' las más dulces armonías y los más hermosos cantos con que el mundo adíslico deleita al buen gusto de los afi. cionados, por los genios de la composición y de la vo· calización: hoy me complazco en recordaros la gótica catedral de San Patricio en Nueva York en cuyas sun· luosas naves presenciamos ha ya más de dos años, las fastuosas fesfividades religiosas de la Semana Santa. Era un Domingo de Ramos. El purpurado ardpreste vistiendo los ornamentos pontificales principia la cereo monia con la bendición de las palmas, mientras se escu·

cha la salmodia de la Tertia en el mayor y más porfundo de los recogimientos del espíritu. Comienza la misa con el rigor del canto gregoriano, y sois invitada a subir a la elegante capilla del coro. Resuenan luego las melo días del abate. Perosi, sobresaliendo con vigor y va. lentía, por sobre las notas graves y sonoras del órgano monumental, y por sobre la gama armoniosa y polífona del admirable conjunto de voces, vuestrlll dulce, vibran. te, y temblorosa modulación que escucho conmovido, ora cerniéndose en torna al ara santa como una bendi. ción de los cielos, ora abatiéndose al pié de los altares cual una deprecación angustiosa a la Piedad Suprema. ora alterando como una caricia conmovedora dentro de los embelesdos corazones de vuestro admiradores y ami. gas, entre quienes dicho sea con mengua de la modelO. fia, disti.nguióme siempre, por exquisito modo, la seduc· ción de vuestro cariño y la gracia de vuestra predilec_ ción. ¡Oh, la embriagante obsesión del eco de vues· tras cantos resonando aún triunfalmente en mi memo ria con la misma frescura e irresistible fascinación de aquel Domingo de Ramos! Bajastéis aureolada de glo. ria vuestra célico faz como una divina creación de Erá Angélico, y tomastéis nuevamente asiento junto a mí, poseída aún del genio de la inspiración y la arlnonía, e:dremeciendo con nervioSOS movimientos vuestra gen. tilísima persona, y matizando de adorable confusión vuestros más sencillos actos en observancia con la litur gia católica.

1Ja imponente ceremonia parecía tOcar a su térmi no entre las densas y per:fumadas espirales de incienso,

y entre los solemnes acordes del magnífico órgano, cuan do un vago rumor de admiraci6n hirió nuestra aten· ción, y levantamos la vista para contemplar la esplén. dida personaiidad de Monseñor Ireland de pié en la sagrada tribuna con el susurro de la oración en los la. bios, abordando enseguida el comedido e insinuante exoro dio, y cautivando y elevando nuestros arrobados espi– ritus con la magia de su brillante y docta. elocuencia, delineando la excelsa figura de Jesús, en su marcha triunfal de Bethania a Jerusalén, recorriendo sobre hu· milde cabalgadura el cario camino alfombrado de tú· nicas y de verdes palmas, entre los honsannas de la muchedumbre al Hijo de David, al Enviado de iDios sobre la Tierra.

Os hablaba, en una de mis cartas anteriores, de la Iglesia Parroquial de esta ciudad, a cuyo santificado re· cinto penetramos ayer por vez primera al concurrir al sacrificio de la misa oficiada por el digno y bienquisto sacerdote Monseñor Vides. De aspecto exierior monu– mental, pero de arm6nicas proporciones culminando en gallardía por sus torres laterales y su alta, hermosa cú· pula del fondo. Tres amplias naves lujosamente ade. sonadas y pavimentadas forman su interior, decoradas con algunos altares de no mu'Y recomendable mérito aro tístico, si se exceptúa el elegante y bello aliar iroitan– do sus capitoles y columnas el orden corintio, y el cual se eleva hacia la rotonda de la cúpula al término orien. tal de la espaciosa nave central, Las imágenes son, en su mayor parte. de muy charra y aún cursi ejecución, revestidas de aún más extraña indumentaria tan suge_ rente de las primeras épocas del cristianismo, como lo fuera verbi gracia, la representación de una beldad he.

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