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van cuando no se oponen ni a nuesbas costumbl'es, ni a nuestros deseos y caprichos, que entonces sobl'an los mellios para menospreciades y echades a un lado con la so COl rida pamena de la iutel prctación, En cuan– to al llábito _prosiguió, atuzándóse socarronamente los espesos bigotes- el hábito es lo que véis y oís; cada elemento gl'avita hacia el centi'o al que le impe– le su pi opia natUl'aleza y su instintiva elección, y sería l.'mpl'esa de teatinos eura¡ ecel' el círculo de asiduos Y fervolosoS adeptos a Ias mesitas de vel'de tapete.. o descabalar el gl'Upo consagrado a fl'Ívolos lJaliques y

guasonas charlas, o a pláticas de más o menos fuste, en beneficio de vuesh'o salón lle lectura que si al prin– cipio clearía segura sensación, al cabo, también segu– l'amente, todos relegarían a la indiferencia y al olvi– do, Aquí, comprenderéis, se viene en busca de nues. tras acostumbudas distracciones/ y una biblioteca -como no fuera por mel'O pujo de ostentación o de ornamento- tendría todas las tl'azas de IIna escuela sin pupilos, cuyo bibliotecario apenas servilÍa como una figura alegórica o conmemorativa de aquellas ti'is· tes palabras, "vox clamantis in deserto", nacidas de las prédicas inescuchadas del Bautista Pero si no nos cuidamos en absoluto -continuó mi interlocutor_ de la creación de un cenh'o bibliográfico, compensamos la alteza de esas miras, con otras no menos cultas y amenas, tendientes a llrocura1' solidaridad y geleite a una sociedad que harta necesidad tiene lle ello, por medio de "soirées" familiares, por asi Jlamal'las, en las salas del Casino, reuniones efectuadas mensualmente a invitación de sus socios, y que no son oh'a cosa, en realidad, que bailes económicos y Ile corta duración, por su carácter exh'año a la etiqueta y al gran tono de otras ocasiones, Ya tendréis, quizá, la oportunidad (le concul'l'ir a una de estas fiestas, y me diréis entono ces si no valen mucho más que vuestro salón de lec-tura", ,

Había su buena parte de justicia en estos l'aZODa– mientos aún cuando los creyese exagerados, y por más que no se me alcanzase cómo estos pe1'Íólllcos entrete– nimientos ofrecidos galantemente por el Casino a la sociedad l'ivense IlUdiesen estar l'eñlllos COIl las más aItos placeres intelectuales, de los que, con igual COl'. tesía, si bien mediante las precisas condiciones de abono, pudiera muy bien hacer partícipe a la misma sociedad a que sus miembrl\s pertenecen y que, en cierto grado, representan,

Despedíme llevando la complacencia de la corle. sanía de los soeios del Casino con cuya amistad se me homase, y cuya avidez por conocer los "principales l'e· clentes sucesos políticos y civiles de Estados Unidos, satisfice de lIIi mejor grado, máxime para calmar los irritados temores de muchos de ellos de una absorción imperialista,

El calor Ile hoy ha s1do fatigante, y más alín, las innúmel'as propuestas de que me he visto aeosado por vendedores de terrenos y haciendas, pidiendo pOi' cada bercclad los diezmos lle Olancho que no van muy a la zaga de las cuentas del Gran Capitán, Escúcboles pa· cientemente, representando cuán bien puedo mi des– airado papel, ofl'eciendo escribir a la casa que rep1'e– sento, la cual no es otra, así Dios me salve, que la del tío Samuel que no se parará en barras cuando estune

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conveniente venir por ellas, desde luego respetando dc_ bidamente los nsOs y buenas formas de estilo, Al l'egl'esar a nuestra habitación, recibía mi llija la átenta visita de una señOla lle alguna edad a quien 'conocimos en San Juan del Sur. Una negrilla como lle diez años, sucia y andl'ajosa, dormitaba en el um. bral de la puerta, Asombráos, Aglae: era la compa– ñel'a de calle de la señora, pues habéis de saber, amiga mía, que aÍln hay señoras y señoritas nicaragiienses que jamás se pel'miten la mal vista libel'tad de salir solas de sus casas sin el ridículo e indigno aditamento de una mal'Ítol'Des o de una granujilla de esta estampa que para tal misión lo mismo da la una que la otra, qUe vaya por aU, siguiendo como la sombl'a al cuer– po, haciendo acto de pl'esencia, o sea de injuda, a la dignidad de la mujer, Y mirad cuán extraña es esta laríslma costumbre heredada de los tiempos colonia– les, y ya muy caída en desuso para 110m'a y pi'ez de In civilización nicaragiiense, que ningún caballelo 111le– de buenamente ofrecer en la calle su compañía a una señou o señorita de su amistad, sin que sufl'a en algo la mOllestia de la dama, o redunde en desdoro de su l'ecato y recogimiento conventual. Pero ya Os des– cl'ibiré más detalladamente estas antigiiallas en punto a hábitos sociales, en alguna de mis próximas c81,tas, Mientras puedo escribil'os nuevamente, Mildred y

yo acal'Íciamos vuestro recuerelo con nuestros mejores sentimientos de amistad,

CARTA V

Rivas, mayo 15 de 190',

Querida y l'espetada amiga:

Recordáis aquella deUciosa noche de invierno cuan– do habiéndóos dignado acordarme la exquisita gl'acla de vuestra compañía, concurl'imos a la Gran Opera de Filadelfia a escuchar, en "Semíumis", la arpegiada garganta del más dulce de los humanos ruiseñores, Ma. dame Melba? Después de su famosísimo dúo con ia celebrada SOllr3no Madame Schalchi, la imllonente temo pestad de aplausos resonó por los ámbitos del teatro Con tal magnificencia de ovación, que la reina de las "pl'ima donnas" pl'esentóse nuevamente conmovida ba– JO aquella lluvia tlÍunfal dé presentes y de fiores, y

devolviendo con expontaneidad y gentileza favores por faVOl'es a la hechizada concurrencia: arrobó nuestros sugestionados espíritus, en vuelo sentimental hacia la celeste altura, con el inmortal y enternecedol' canto de LulIy "Hogar, Dulce Hogar"_ con que Luis XIV

hiciera saludalo a Jacabo II, al refugiarse el fugitivo monarca inglés en la fastuosa y hospitalaria Corte de Francia,

¡Cómo l'esuenan en mi corazón, allora y sieml>l'e que el destino me aleja de los amados lares, alluellas notas insinuantes tocadas de terneza y de nostalltia, vi. brando de la ebúrnea garganta y de los l'OjOS labios de aquella inspirada pitonisa del canto, como el himno fa– VOl'itO y sollozante del proscrito a las queridas playas de la lejana patria que guarda el edén escondido del holtar! ¡Oh, la más dulce y comprensiva de tOllas las palabl'as!' Allá es la vieja casa solariega, como un sao

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