Page 112 - RC_1968_01_N88

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Hacia el hltel'Íor, Un ancho cOl'l'edor en donde se mecía la indispensable hamaca tropical, y enseguida, un pa· tio común con el resto de la casa, en donde entre al· gunos árboles, el'ecían unas cuantas matas y arbustos, c1c escaso florecimiento, diseminados sin el más leve asomo de orden o estética, pel'O con el manifiesto y laudable propósíto de elevalle, siquiera de nombre, a la llamativa categol'Ía de jardín.

Por la tal'de salimos de paseo, oteanfl0 1101' la ciu– dad con la natural si discreta curiosidad del extran. jerll, atrayéndonos a nuestra vez la apalatosa avidez de las personas qUe ya emllezaban a transital' pOI' las calles, o de las que se sentaban en mecedoms de jun– co, en las aceras de sus casas, El sombre1'o de mi hija palticulal'mente parecía llamarles la atención y en mí, ese ah'e "sni géneris" de ,·tOI11'ista yanltce", misterio. samente acentuado por la cajita fotográfica de Mildred que llevaba yo asida, al desgaÍl'e, de su faja c1uu'olada. Visitamos el bonito y bien cuidado jardín, al que (lan aquí el nombl'e de "pal'que", exornado con el nomo bre V busto del ex.Presidente Carazo; y desde la cer– cana gtadería del amplio atrio de la iglesia parroquial, contemplamos y aún tomamos vistas fotográficas de aquella antigua y monumental estnwtura, a la sazón cenada, cOl'onada al fondo llor una hermosa cúpula, ennegrecida por el tiempo y la intemllelie Recorri– mos el }'esto de la población constl'Uida con 'una obli. galla uniformidad en apariencia, con la rara salvedad (le casas de dos :visos, y el único edificio de madera, dc aSllecto ligero y gentil, que es el Casino, o Club de la ciudad. Encaminámon08 luego hacia fa Calle del Cementerio, bordeada por dos aceras en vías de COn8– tl'Ucción, y por dos magníficas lli1eras de palmas rea les todavía en incipiente desarrollo, pero que en breo ves años embellecerán soberbiamente la calzada ha· cia el sagmdo recinto de las tumbas, no sólo priván' dole del aire sugestivo de lobreguez y de dolor, sino dotándole del risueño y 1131agador aspecto de los pÚo blicos paseos, dignificado éste por la imponencia del augusto y último asilo, al que la sociedad colma de favores para connaturalizarse así mejor, como los ano tiguos, con la fúnebre morada de sus antellasados. Traspusimos sobl'ecogidos de l'eligioso respeto aquella severa y blanca fachada, y nos enconh'amos en uno de los sitios de más pintoresca y conmovedora belleza que hayamos visitado, ora en nuestro IJropio país, ora en nuestros viajes POI' las naciones más civilizadas del mundo.

No es una planicie, sino un campo ondulado de pe· queñas colinas, cubiertas de césped y de tumbas, domi– nando entre todas ellas, la qne guarda en su cúspide los mortales despojos de uno de los lIijos más esclareci· dos del lugar, (lel que ha poco hice mención, que ocu– pal'8 con honra y lustre el solio 11residencial, hasta el día en que la muerte le sorprendiese en ]a plellitU(l de su pel'Íodo de gobierno: -es lástima que sobre ese alto sepulcro no se eleve aún ]a columna funeraria que perpetúe su imputable honorabilidad y preclaros me. recimientos. No son los l'egios monumentos, ni las mal'moreas capillas, si bien se ostentan algunos y al– guna de mérito artístico, los que aqui impresionan el ánimo dc] espectador, sino la imponente sencillez y

cuerda llUmildad de aquellos túmulos que representau la resignación suprema del aniquilamiento material, al ineludible reclamo de la muerte; sino la serena y es– }lléndida belleza de la naturaleza misma, temll]o gl'au. dioso de recogimiento y de elevación, cuyas solitarias tumbas convidan a la triste y compasiva meditación, tan exquisitamente interpretada por nuestro inspirado poeta John G, Wbitfler ell sus hermosos versos intitu. lados "PcI'dón"; y cuyas colinas, surcadas 1101' calles de CiPl'és, sirven como de trípode sibilística a] contul. bado espíritu para extasial'se en la contellllllación del cscenal'Ío arrobador: el lago visto en lontananza ha–

cia el oriente, sembrado de soberbios volcanes y de

esmaltadas islas; casi en contorno hacia el sur, el se– micírculo de alegres campiñas y vel'des cordílleras; abajo, al norte, la ciudad de la vida tendida a] ¡lÍe de la mansión sombría, como si al morb' se ascendiese; aniba, el cielo arrebolado con los bl illantes tropicales, hacia donde tiende la angustiada mirada de] hombre en pos de la esperanza y la piedad, en pOs de la ilu– sión o la verdad, en pOs de una. dulce y consoladola 11romesa de inmortalidad pal'a el espíritu, remontando por la escala luminosa de una felicidad cada vez más perfecta hasta el seno de Dios mismo, Aglae, 111 cual es para la humanidad lo incomprensible e infinito. más a pesar de ello, lo cierto es que en todas las épo– cas del mundo, la criatura humana se revela 110r1'ori· zada, con sus más ]loteutes instintos, contra su propia

y absoluta destrucción, elevándose ell inflama(la y san– ta aspil'ación hacia el azulo purísimo de la inmortali. dad

Regl'esamos por aquellas calles de silenciosos ci–

preses sintiendo reslleto por la sociedad l'ivense que 1101' tan modestos más delicados medios 1111nra los des· llojos de sus antepasados, transformando el de por pro· llia índllle lóbrego lugar, en bello templo al aÍl'e libre. en donde si el c01'azón lleva lágrimas que del'l'alllal'. tiene el espíritu la imponente sugestión de lo divino, pal'a acudir en rápido consuelo con las Ill'omesas de una más alta yI perfecta vida allende el misterio de la tumba, haciendo resurgir, en nuesh'a fascinada mente, de aquellos restos mortales que lloramos, el angel de blancas alas que nos espera sonriendo en la soñada attul'a bañada de inefable luz,

Hemos sentido, en este sitio cOllsagl'ado por la be– lleza y el dolllr, la imllresión de la armonía con nues· tros propios sentimientos e instintos, como si ya esto constituyese un lazo de simpatía que 110S ligase a una sociedad que, cual nosotros, rendía tan culto y noble homenaje al triste y sacro templo del eterno sueño. Mildred os envía algunas vistas tomadas por ella; y yo, el testimonio invariable de mi afectuosa conside. ración.

CARTA IV

Rivas, mayo 5 de 1907.

Qnerida y respetada amiga:

Sabéis que la ciudad desde donde os escribo Jla

sido teatro de cruentas luchas entre sus llijos que die.

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