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« Previous Page Table of Contents Next Page »más bellos poemas de la literatura inglesa, EVANGEL}· NE de LongfeIlow, y si jamás tuve ocasión de leer la versión de los magníficos y armoniosos hexámetros en los que el poeta norteamericano canta el destierro de los colonos franceses de la Acadia, y los desventurados amores de 'Gabriel y Evangelina que se buscan desde el San Lorenzo hasta el Misslssippi, y desde las vegas de la Luisiana hasta encontrarse en las márgenes del Delaware, y un instante después, en las de la eternidad, vi en cambio, los más halagüeños elogios que la pren· sa nicaragüense prodigaba al joven poeta que con tan– ta valentía y donosura aeometió desde los principios de su lirismo, la difícil tarea de traducir uno de los poe– mas favoritos de que tan justamente se ufana la len– glta de Whittier, de Tempson y de Bryant.
Cantó luego a su musa, la mujer, y sobre todo la belleza y gallardía de la mujer granadina. Como Stend· hal, el amor llonstituyó la gran dediea1l16n de su vida, pudiendo decirse de él a este respeeto, lo que Merimée del autor de Rouge el Noir: "le vi siempre enamorado o fingiendo estarlo".
Las Reclusas, que tienen tintes de los diálogos del Diablo Mundo de Esproneeda, es un juego poético en donde describe el ingreso de las improvisadas religiosas a los Ejereiciosj los votos de un dia que pronuncian con la devota intención del saorificio dentro del claus. troj la tentación del mundo en forma de nn efebo aro
diente; las pláticas sagradas del sacerdote en nombre de la l'eligi6n¡ y finabnente; los filosóficos comentarios de la Ciencia. Amanda, Matilde, Merceditas, Elena, desfilen en sn excitada imaginallión con el crucifijo de marfil en las manos, y la luz de sus negras pupilas Irradiando con el mundano brillo de las de EloiSa de Dido, de "ulleta, sobre la azucena de sus frescos y a~ra.
ciados rostros.
PIEDAD, es sin duda, una de las mejOl'es compo. siciones publicadas, de Adán: un acto de conclenllia descrito seneilla y brevemente; un cuadro psicológico completo y preciso en sus detalles. La limosna que se rehusa con ligereza y fatuidad, La voz de la con. ciencia que retarda su paso, le detiene, le obliga a volar en busca del desairado mendigo, El rayo de alegría que inunda el alma al encontrade. La grati. tud del infeliz. El corazón ensancl1ado de gozo ha. ciéndole mal'char nuevamente con paso acelerado y satisfecho semblante, como el asomo de la escucllada
y tranquila conciencia.
Merceditas César, aquella gentilísima señora, 01'.
gullo y encanto de la sociedad granadina; aquella más que dulce beldad cuyas blancas sienes .ciñeron de Consumo la admiración y el cariño con los lauros del triunfo y del amor, y cuyo nombre resuena aún dolo– rosamente en la aristocrática Sultana conmoviendo los amigos corazones, iuspiró desde muy joven a Adán, quizá los mejores versos de su colección, en los que encuentro bellezas que admirar en cada estrofa, como que es la poesía del sentimiento palpitante, el canto del dolor, de la humillación y la vergüenza, al ángel de níveas alas que de pie uu instante en su camino, parece juzgal'le en su callada inocencia y perdonarle con la amable sondsa de sus labios de l'osa.
"Quise gozar mirándote de frente Pero no pudo el corazón llagado: Yo inmundo pecador, y tú inocente, Tu la misma virtud, y yo el pecado".
"Casi me siento indigno de ofrece1 te Versos escritos de mi impura mano; Pero mi triste corazón los vierte Como flores que nacen del IJantano";
"No le dejes morir sin esperanza, No le rechaces con el pie. Perdona: El a tu frente que fulgores lanza Viene a poner su pálida COl'ona
Tú no la necesitas, pero nada Impol'ta qUe mi VOz llegue a tu oído, Como a la Virgen del altar, sagrada Puede elevar sus preces el bandido".
El poeta parece vacilar con su ofrenda de lau. reles ante la virgen de clásica belleza, e imlJlorando su benévola aquiesceneia, acércase temerosamente co. locando a sus pies la COrona que su espíritu tejiera, no osando, con imlluras manos, ceñirla a la dulee ca– beza. Admira y ama, como en la "templ'ana flor de la campiña", la delicadeza de forma y de matiz que así flnalmente describe:
"Tll boca que el Señor cuidó en hacel'la De tus mejillas, la dormida rosa De tu garganta, el respiandor de perla
Re leído varias veces esta producción de Adán, qu en pal'te me ha permitido trascribir en ·gracia a la original idealidad del asunto, fiel e ingenuamente pI'C. sentado, y en donde se manIfiesta como en pocas otral.', la sensibilidad elel poeta, deslumbrado 1101' un fulgor del cielo, y humillado por un sonrojo de su concien– cia: poesia del dolor en una de sus múltiples fase,.,; homenaje de la inteligencia desash'ada pOr la intem. perancia, a la deidad amajestada por la inocencia; estrofas hechas de lágrimas que brotan del pecho opri– mido y conturbado, caldeando la descompuesta faz, y cayendo a los pies -permítasenos la expl'esión- de la vhtud misma, como nn desagl'avio del ye1'1'O a la perfección. "Poeta" -dice Víctor Rugo en su estudio sobre Shakespeare- tIque la estre11a que brille en vuestros ojos sea la lágrima humana; que lleven vues. tras plantas el polvo de la tierra, Si sólo sentís las atracciones de lo infinito, alejaos en buena hora: os habéis ereído un ángel cuando no sois más que de un pájaro".
En un ligero artíeulo de periódico, como el que me he lJrOpuesto escribir para "El Comercio", no cabe el detallado análisis que corresponde a más dignas y laboriosas plumas que la mía alienas guiada por el de– seo de recordar las brillantes dotes literarias del ami· go que no existe ya, a fin de que la crítica razonable
y desapasionada, coloque el nombre de Adán Vivas en el prominente lugar que le asignan las pocas, pero buenas y bellas producciones de su pdvilegiado talento. ESPA1il'A, dedicada a don Nicolás Q. Ubago, es
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