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rior a la guerra y de la historia de la formación de la sociedad rusa, en los cuales he encontrado similitud aflictivas con el estado actual de Nicaragua y con la historia de nuestro desenvolvimiento como sociedad cris~

tiana. Siguiendo con avidez esas conferencias he me– ditado bastante sobre el tema de que me ocupo en este momento, y con temor creciente he apercibido los preci– picios en que podemos caer si seguimos caminandó perdida la dirección que nos señala un recto sentido histórico

Iván principia su primera conferencia diciendo en tono enternecido: "La historia de mi pals es una de las más dolorosas del mundo entero. Lo que muy particu– larmente lo distingue de los países occidentales es el haber estado sometida, desde los primeros dias de su existencia, a sacudidas bruscas "Cualquiera pudie– ra principiar a hablar sobre Nicaragua con el mismo acento Desde la independencia el Estado nicaragüen– se, con breve descanso, ha crecido entre convulsiones, algunas de lus cuales le han puesto en punto de perder sagrados tesoros de su nacionalidad. Nuestra sociedad

n.et carecido de quietud para organizar sus fuerzas eco– nómicas y espirituales, en forma que le permita prospe– rar con el empuje a que le dan derecho los dones na– turales clue le diera el Creador. Nuestra historia ha sido la de una permanente y exaltada contradicción que ha clesconcertado el proceso de la vida nacional Kolo– griwof dice que una vez de las debilidades sociales de Rusia procede de que su organización estatal no nació de la entl'aña misma nacional, sino que fue de un tipo importado de cltura, que Pedro el Grande le impuso con la misma violencia con que Lenín y sus adláteres le im– pusieron el bolchevismo. El mismo fenómeno se pre– senta en la historia republicana de Nicaragua. A raíz de la independencia nuestros abuelos desviaron la re– pública de la tradición castiza, y le impusieron un siste– ma de Gobierno de tipo sajón, que resultaba incompren– sible PCI1e¡ nuestras masas. No extrajeron de la entraña de nuestras costumbres las pautas de gobernar; y desde

entonce~ hemos vivido entre las ficciones de una clase dirigente qe se ha dictado normas imposibles de cum– plir, produciendo la inconformidad de las clases popu– lares que han atribuído, en las ardientes controversias de una política partidarista, esa falta de cumplimiento a falacia de los superiores, porque no pueden explicarse de otra manera el divorcio constante entre la constitu– ción escrita y la constitución real de nuestra nación. Y sobre esa base jurídica artificial y floja la autoridad ha carecido de fijeza y eficiencia.

El conferenciante ruso afirma, y lo prueba con Un

razonamien~o histórico, 'Jue el comunismo triunfó en Ru– sia no por la fuerza de una doctrina que suprime la propiedClel privada por su carencia de justicia distribu– tiva, sino porque en IClrgos años el pueblo se acos– tumbró a las agitaciones del nihilismo, que carecía de

concep~os constructivos y se expandía en negaciones y destrucciones de lo existente. Sin tener miras precisas de nihilismo, nuestras conmociones políticas; si se les eXamina hondamente, han tenido siempre a producirse en una anarquía destructora de lo culminante, en que han predominado ideales de deshacer y de negar, más que de edificar de manéra diferente que el adversario. El defedo capital de Rusia según Iván consistía en el . gran desnivel cultural entre sus clases dirigentes y

sus masas populares. Juntos vivían una nobleza ilus– trada de tendencias volterianas, y clases campesinas de

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cerrada ignorancia. Aunque no de manera tan sombría algo parecido tiene Nicaragua: Una "élite" que goza de bastante cultura y produce la impresión de una SO" ciedad civilizada, junto a una clase popular, que exhibe una cifra de analfabetismo verdaderamente desconso– ladora Y aunque parezca paradógico, esa ignorancia de r:uestras clases populares está complicada por la aguda inteligencia natural del nicaragüense, que lo ha– ce formar masas inquietas que se apoderan con pronti" tud de una idea, que, mal digerida, las exalta en vir– tud de una fantasía vivaz. Imaginémonos con esta con– dición con cuanta facilidad puede ser presa esa masa del comunismo, y lo que ella sería una vez lanzada, con las perturbaciones de ese ideal, a las reinvindicacio– nes de un bienestar a que tiene derecho desde el punto d vista de la justicia social, pero que más bien aleja al usar la violencia.

En Rusia se rendía culto al sufrimiento por el sufrl~

miento mismo, en virtud, según Kologriwof "de una as– cética desprovistCl de la gracia divina, que acepta el

sufrimiento por el misterio mismo del sufrimiento, sin el contrapeso del amor de Dios, ni de las b6mdiciones de la Gracia" En Nicaragua se rinde homenaje a esa clase de sufrimiento Se gusta de cultivar el dolor como un galardón, se rehuye la tranquilidad, y se desprecia la vida nOllllal que son grandes biehes de la cultura. El nicarClgüonse se solaza, si pudiera valer la contradicción de términos, en el pesimismo. No tiene la justa medida del sufrimiento como precio de adquisición de ciertos bienes, y lo soporta con indiferencia y terquedad por cosas triviales, por mentidas esperanzas de mejoramien– to, por cualquier causa que su exaltada imaginación sublima.

Por todas estas parles débiles de nuestro organismo puede irrumpir el enemigo. Son defectos susceptibles de corrección, y corrigiéndolos es como podemos pre~

servarnos de la tempestad. Hemos oído decir algunas veces que esa misma condición de nuestro pueblo, fácil para aceptar el sufrimiento, lo hace incapaz de lanzarse a subversiones terroristas, que tienen por origen el es– pilitu de inconformidad ante el sufrimiento. Agregan que nuestro pueblo vive notoriamente satisfecho en su actual baja condición de vida material. Gravísimo error. Su conformidad es C1parente La ignorancia le ha hecho formarse un concepto grosero del trabajo, que acepta como el esfuerzo mínimo para satisfacer las necesidades más ordinarias de la vida. No tiene la idea redentora y purificadora del trabajo, que lo enaltece como medio de satisfacer esas necesidades, y además de conquistar una mejora positiva de condición. No tiene esa idea, porque en realidad encuentra la indiferencia de las cla– ses directoras que no se aperciben de que, como un hecho fatal, eKiste latente el antagonismo de clases, que sólo se calma con la realización cristiana de la jus– ticia social

No puede estar contenlo el trabajador del campo como ser racional, en su triste actual condición. Su vida en las haciendas es de abandono, de suciedad, de falta de higiene y de mala alimentoción. Ningún hombre me– dianamente culto y de alma delicada puede contemplar sin tristeza un corte de café en las haciendas de Nica– ragua A los operarios se les amontona en inmoral confusión de sexos en galerones infectos, en donde los jóvenes pierden salud y moraL Se dá trabajo inconsi– derado a las mujeres embarazadas sin fijarse que pro– ducen con ello degeneración en la raza. Los niños van

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