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torizado para preguntarle a uno por qué le gusta esto y no le gusta aquello? No obstante, aparte de cuan– do "me gusta porque me gusta y no me gusta porqlle no me gusta", procuraré dar alguna razón.

T rátase de "Rumores", un folleto de 80 páginas salido de la Tipografía Moderna

Juan Rafael Guerra es poeta, no es versificador es poeta porque siente y nos trasmítl;l en sus versos el eficaz y espontáneo estímulo propio del estro puro Por tanto, teniendo gran caudal de inspiración, y no careciendo de originalidad, si vegeta no será en la im– potencia, como él dice, (En halas de tedio) sino en la indolencia

De las composiciones poéticas del doctor Guerra, encuentro primorosa Cal/el/os rubios bella y casi so– berbia Luctuosa original Esfinges' muy bien pensada

Lúgubre, fragmentos encantador el Símil bastante buena la Canción de la Armonía, sobre la cual advierto que en las caderas hay meneos, na muecas, pues éstas son exclusivas del rostro No puede haber contado la Armonía

y dmo en la gilanUla de la alogl'e pelen~ra

la mueca de la cadera

y el son de la seguidilla.

Es más exacto, más armónico

y rimo en la gilanilla de la alegre pelenera (coma 1

meneos de la cadera

y el !ion de la seguicliUa.

Buena comparación, pero vieja

ISoy como el ave que al ~ender el vuelo no dei a raslro en la extensión vacía!

(Blasón)

y pobre, De lejos

lodo lo lengo para ¡i, del modo

que liene el asill'o luz, calor la Ualna.

Por otro lodo, también, De lejos

OcUame; nada lemas; estoy lejos1 que fu hielo, muier, que mi alma adora,

110 han de fundir los pálidos Il'ellelos del incendio inmortal que me devora!

Naturalmente La ciudad no debe temer que se le funda su hielo, tanto porque está lejos de los refle– jos del incendio de guerra, como porque son pálidos los reflejos De mal gusto personal-y no se /0 alabo

al poeta- creo el sentir adoración por el hielo, de mujer que sea el hielo, pero, en fin, suyo es su gusto, y no me parece, además, que sean pálidos los reflejos de un incendio inmortal, caso de existir ésle

Noto, con placer, que Juan Rafael Guerra no abusa, como otros bardos, del negro luto, de la tumba fría, etc, clisés poéticos, tampoco nos regala con el ne–

glo olvido

En suma, Juan Rafael Guerr<;J puede hacer y debe

hacer algo mejor que hablarnos de sus "tristezas hon– das" y sus "cargas siniestras de dolores", que llorar para siempre la pérdida de "pálidas Julietas", y que estar deseando que le odien las damas, pues todo esto a nadie que no sea él interesa "Rumores", pues, SOn

más que rumores de que tenemos en el joven Guerra un excelente poeta Adelante, doctor, y mucho cuidado en su camino literarío como quien huye de ro bubó– nica, huir de la compañía de esos bárbaros modernis– tas que usted conoce Las malas juntos, las malas juntas ! decían nuestros abuelos

IXI

"SORPRESAS" (1)

(VERSOS DE ADAN VIVAS tI

No pertenece Adán a la alta literatura de los que en Centroamérica se llaman intelectuales, por eso se le entienden sus renglones largos como sus renglones cortos Parece que cuando escribe no trae en su auxilio, para imitarle, a ningún autor, aunque éste sea un francés maestro del arte, por eso sus composiciones no revelan ni la impotencia de ciertos "revistero-litera– rios", ni la presunción de algunos modernistas Com– prendiendo el vate granadino que la inspiración sobra en nuestro terruño, no sale, adrede, a buscarla en otra parle

No decimos, no, que Adán sea superior a los inte– lectuales centroamericanos, lejos de nosotros campa– lociones que agradan a pocos y ofenden o lastiman a muchos, pero búsquese entre la "inteleclualidad" _la de por acá, por supuesto-- una sola composición más natural y nacional que El naranjo, y no se hallará. ¿Quién al leer El naranjo, como al leer Infancia, de SORPRESAS, no se siente transportado, entre dl.llces y tristes recuerdos, a los tiempos de la edad feliz?

"¡Qué mañana más alegre rué sin dut'la en la que vino El nall'anjo de olras lie!lTas

A yacell' en nueslro suelo!

.;, .

En el cenl/I'o del gran patio, Enire cercas de ladrillos, Quedó el gll'alil:O ellllre su fosa Aguardando Sil! deliaino. Cuando e! cuerpo baja al polvo, ¿No le pasa en ese asilo

Lo que al grano que se arl'oja

A crecer en el planiío? Surge el árbol corpulento Coronado Il!e rac;imos.

La simiiclllfte de la carne, De ,la ~umba en eI1 abismo,

¿No floll'ecQ en ravos de oro? En prodm:!los loás clivinos?

Hay sencillez, ql.le no degenera en vulgaridad, en estos versos

(l )~Fste nrtfclllo se escribió como quince dCas antes de morir Adán–

A F B

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