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« Previous Page Table of Contents Next Page »niña que reza arrodillada inquisitorialmene, y Bello, pero de fanatismo, y tiemblan la gramática, la retórica y más que todos, el sentido común Saltemos por una estrofa
UPar8 !a pobl1e cana aderezado..."
Sin duda que la niña, que es más pobre que todas las cenas pobres, está rezando sin haber cenado, pero el señor Bello, ése sí, harto debe estar golpeándose ei pecho y dándole coscorrones a la infantil criatura, a quien se le habrán olvidado los siete artículos de la fe que pertenecen a la santa humanidad Pero suspendamos esta ímproba labor
* * *
¿Qué tal lo he hecho? ¡Oh! lo mejor los defec– tos de quien es víctima de la crítica de baratillo En– tiéndase, empero, los defectos materiales, pues los morales los acapara él, que será una esponja de éstos, él, crítico de buhonería, uno de tantos que si muchos engendran, engendran engendros, y si hembras con– cibe, conciben abortos.
LA ALMOHADA DEL
PADRE CUPIN (1)
El padre Cupín era el Jesuita más joven y guapo que haya llegado a la tierra de los lagos' Agréguese o esto el padre má~ atento y otros más, y se compren– derá por qué se confesaban con él nueve décimas par– tes de fas Hijas de María No lo digo con torcidas intenciones, que para juzgar las preferencias del bello sexo igll;!siero soy el hombre menos malicioso
A~nque tres eran fas Jesuitas que en !a ciudad de M *
*,:1< administraban la confesión, el padre Cupín tenía a 'Su cargo mayor número de pecadoras No me retracto, de pecadoras digo, porque no se me antoia Creer que las personas que se confiesan demasiado sean uno$ ángeles, pues un sabio dijo
"Lleno de piojos debe estar quien mucho se rasca la cabeza"
y las Hijas de María de M * **, si no se rascaban la cabeza, que no eran unas piojosas, si se rascaban la conciencia Y vaya lo uno por lo otro
Yo lo ví;, y por eso lo aseguro, y si alguien me pide pruebas no atestiguaré can muertos i Qué de muchachas llegar al confesonario del Jesuita ClJpín!
y a los otros sólo las viejas
Pero ¿qué tiene que ver el sabio de los piojos con La almohada del padre Cupín? y j qué preám,bulo por una almohada! A la almohada, pues
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(l)-Nombl'C aupuesto en lugar del verdadero -(A. F B.)
compuestos por federico Trampilla, futuro bachiller de Balmes que acababa de examinarse de Gramática Latina ¡Qué versos! Eran libres, aconsonantados y
de un género nuevo, según lo advirtió Federico ¡Qué versos! Recuerdo que empezaban así
Nos, las aijas de Maria,
Padre Cupin,
«:0111 !Jl1an placer y alegria
Pache Cupín, En este Au nafal dia,
Padre Cupin, Venimos hoy a porfía,
Padr~ Cupín•.•
Ya pensaban las Hijas de MolÍa no hacer un regalo en común, cuando una de éllas, Florisa, novia de Federico y capitana de coro, dijo
-¿No será mejor, mis amigas, que obsequiemos al padre Cupí!n con una almohada, para que en ella se siente cuando nos confiese? Que no se han fijado ustedes en que nuestro confesor pasa horas enteras en un duro asiento?
Un alarido de entusiasmo acogió ras palabras de la compasiva capitana de coro, y manos a la obra De almohada tan suave, tan fina, tan rica, como la que las Hijas de Marta trabajaron para el padre Cupín, no gozará jamás cabeza ninguna, artística almohada que pasó de lindas y femeniles I11arios a las posaderas del dichoso jesuita
Pues bien, a todo gusto se arrellanaba ElI padre Cupín en su almohada ¿Había en esto digo de pe– caminoso? Creo que no, sin emt>argo, el SUP13rior no veía con buenos ojos la almohada, y sea ql.le no le agradara que las Hijds de Maríq prefiriesen al padre Cupín para confesarse, o que temiese que con ElI tiem– po el diqblo se metiese en las confesiones, es lo cierto que Un día el jesuita de la almohada recibió .orden de trasladarse a Matagalpa
Y C1quí me toca a mí, enemigo de aventuradas suposiciones, defender, tanto al Superior come¡ al po· dre Cupín y, sobre todo, a las Hijas de Mq¡río, de quienes sé que hoy son madres por el aconsejado ca– mino de la religión Hubo, pues, exceso d? celo en el Superior que sabía que, si dijo alguien
"Entre sanlla y santo,
Pued de cal y canto",
entre el padre CupÍ'n y sus confesandas debía de ha– ber, no lo débil rejilla de un confesonario, sino cua· renta leguas de tierra
* * *
Las Hijas de María están cerca del confesonario del padre Cupín, éste no aparece ¿Que habrá su· red ido? La almohada está allí, como esperando su carga, las redondas posaderas del jesuita, pero el padre Cupín ¿dónde?
-j Las seis de 10 tarde! -exclama lorisa- y nuestro ~fesor no ha venido ¿Si estará enfermo?
y dirigiéndose al sacristán, pregunta -Díganos, tío Julián, ¿el padre Cupín?
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