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el amo; qu& es? fJ.orClI o inmoral? Elige cualquiera ele

los extremos, pero ten entendido que en el amor no hay tórmino medio, si es verdadero amor: ser o no ser, la vida o ILl musrle del corl:'z&11

Mi voluntad rechaza el matrimonio, pero amo y

soy aMado; en mi~ veilClS y las de Carmen corre ardien–

te la sangre de los deseos. ¿Qué helcer, pues? El Pa–

raíso está delante de nosot¡os: sus puertas abiertas, su p{¡rfUl1l9 enloqueciénclonos, sus (lVUS modulando divinas voces tia amor no satisfecho. Qué hacer'~ Entrar?Sí, entrar, y entraremos, Caimen... Vamos, mi bien, mi Car– men, a entrar, y que el mundo se ría, que el mundo se llene de rabia, que el mundo nos Clplasfe, pero des– pués ...

ALBERTO

XII

Granada Carlo$:

Ella triste y yo pmotupcldo; la tausa, sueños. Los dos, anoche, hemos sañCldo. ¡Qué sueños! Estos amo–

rGS en que hay tantu comedia, ¿acabarán en drama o en sainete?

-j Qué pálida eshís!, Itl digo.

-y tú también, Albllrto. -Yo sufro.

-¿Por qué bkm mío? --Alberto, ¿crees en sueños?

-C<lrmen, los sueños mentiras son, no nos causen sensación ¿Qué l1as soñado?

-Soñé Alborto, que era perseguida por la Muerte en la playa de nuestro Lago, y que tú, que estabas en la opuesta, me tenclíels tus brazos para defenderme; pero en vano; porque tú no PQdías venir hacia mí, ni yo llegar hacia tí... ¡Qué horrible el sueño del Lago! ¿No será esto un pre:;agio?

-Dosecha, mi vida, esa idea y ven a mis brazos. Qujero 0shecharte una vez Oléis a mi corazón; quiero beber de tus labios el néctar de la falicidCld; quiero contemplarle, así, óngel mío, y decirle con mis caricias qua rni amor es eterno, que naelie podró separarnos .

IAy Carmen! Si supieras lo qua yo también he soñadol

-Tu'?

-Si, Ccmnen, pero los sueños mentiras son, no nos causen sensación -'fu sueño, Alberto!

-El sueño de Tónt(llo, Carmen. Tu Alberto muer· to de sed y a la orilla de una fuente; quería Clpagar la

sed, pero un monstruo se lo ¡mpedícl, díciéndole:

-No debas, .. !

-Nuesrros sueños se clan la mano.

-Se paracen, pero los sueños mentirCls son, no nos causen sensación

Corlos, ¿crees tú en sUlliíos?

ALBERTO

50

xlii

Granada _ Quarido Callos:

I es acontecimientos se precipitan.

-Alt:lerlo, me 110 clicho mi tío, Ernesto reeluma el cumplimiento de ICI promesa qU!! le hice. --¿Qué "IOMesa, tío?

-la de lo mello d~, CClim3n, y quiere una expli-cación COI1 ésta rhlclllfu de nosotros 5e queja de Car– men.

--Tío, tul vez Cl.'Hnen no le quiere, y en este taso es una inlusticiCl wsarlo el lo fuerza.

-Va lo sé, Alberto, pero la palabra es palabra; ve¡mos ti convencer CI Carmen ele que le conviene Ernes– to.

--ConvéI1zala U., tk., que yo no ueseo melerme en CCl5wníolltos.

---~n CCl~(1m¡entos ~Ilenos, tienes raz6n; pero en tu casamiento..•

-¿Qué quiere U. decir, tío?

-Te hoces el bobo. IJime, y Leonor? -Qué leonor?

-1'1165 seriedad, Alberlo. Para naelie es un miste. rio que amas a Leonor y que ella ... -Falso, tío.

-Dájole de tontelías, y sabe que no me disgusta tv unión con Leonor.

-PeTO, tío, si yo no Irato de casarme.

--Hola! Esas tellemos? Burlarte de la hija de un

amigo? Pues, cabalJerito, U. hará mal. -'fampoco, tío.

-Bueno, después hablaremos; ahora vete a traer

ti Carmen.

-¿A dónde voy?

-A casa do mi compadre I.eonidas; fué a visitar a Flora.

*

Los acontecimilllltCls se precipitan, Carlos. Dice mi tío que convenceréí a Carmen de que debe casarse con Ernesto ¡Pues eslú frlilsco mi tío! Convencerla! ¿Pero der yo a Carmen? Jomós!

Llego a la caso de don Leonidas. Aquí encuentro

CI Ernesto quo se despide da Carmen. Nos saludamos. Don All:lerto, me dice, ¿viene U. ti llevarse a Car-men?

-Sí, don Ernesto -Eso iba

(1 hacer yo, pero ya que U...

-Si nos honrCl acompClñóndonos ... -Gracias porque cree U que los honraría.

-Va?

--GraciCls; llegaré más tarde.

-Te esperantos, Ernesto, dice Carmen. A Dios, clon leoniclas! A Dios, Ernesto! -·A Dios, Carmen!

¿Qué habrá pasado, Carlos? Sospechará mi rival? Estará satisfecho cl0 Carmen? Por qué se han visto aqul? Yo tengo celos. No, Ernesto, te has equivocado;

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