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-Carmen, prima mía, y Ernesto? Dime, ¿eres mi prima?

-Lo fuí, Alberto; hoy soy fu ... -'fu qué? -Tu amor!

-Callllen de mi torozón, deja que selle tus polo-bras ton un beso. Carmen, y Ernesto?

- Ernesto estoy dándole a comprender con mi in-diferencia que no le amo para que él me abandone. -Despídelo ya.

-No me toques, Alberto, que Marcela .. -¡Oh vieja, vieia infame! Voy a estrangularte -No disparates Se fué.. puedes., pero qué ha-ces con mis dedos? Alberto, date a respetar, que soy tu discipula.

-Otre;¡ vez la vieja! Mastodonte, que no ves? No, Carmen, yo quiero ahorcar a esle demonio -Calla, no hables recio. -Bueno, pero, y Emesto? -Yo te dije, no tengas cuidodo

-Lo vieja, Carmen! Yo me levanto a ... -Tonto, si en noclo se fija; no te muevas. -Pero es vieja.

-¿Qué quieres decir con eso? -Que es mola.

-Me causas risa pero qué fríos están tus manos! Molo. Mano fría, amor de un día. Las ,,\ías arden. Bueno. Mano taliente, omor para síempre.

-Es, Carmen, que todo el fuego está aquí (lleván– dome la mano al corazón) y oquí, (o la cabeza), y es que es vieja ...

-iQué tema con la poble Marcela!

-Le voy a apretar el pestuezo porque nos espía. -No seos loto .

-Loto, es verdad; pero, y Ernesto? Le despides o le malo

-iHolo, señor asesino! Dos muertes? -Carmen, la vieja! Ya van mil vetes.

Sí, Carlos; cuando sepas que estoy en la cárcel, dí que le he apretado el gaznClte a una vieia Me parece que Marcela sorprende hasto mis pensamientos Mor– cela va a denunciarme, y entonces habrá escándalo o ma CCJso con Carmen. Dime, ¿no es mejor que mote a esta vieja? Yo no quiero escándalo, pero tompoco quie– ro lazo conyugal. Yo puedo ser feliz con Carmen sin ocurrir a Nuestra Santa Madre Iglesia. Yo creo que a Carmen la querré más conlo amanta que como esposo.

Tu amigo,

ALBERTO

X

Granada Querido Corlos:

Estaré quince dios en paz, pues Marcela, la vieja a quien estrangularé, ha partido para Ne! po

Mi vida, Carlos, es un idilio en que hay mucho de comedia. Carmen se aprovecha de las lecciones que la doy entre besos y sonrisas, abrazos y juramentos. Su nombre y el mío es lo que primero ha aprendido a es– cribir; no hay plana en que no estén nuestros nombres, siempre ¡untos. Alberto y Carmen por aquí, Carmen y

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Alberto por allá Esto no es una comedia, pero sí lo que voy a contarte.

-Carmen, la digo un día, nuestro tío puede saber nuestros amores. --Lo he pensado.

-¿Quieres que engañemos? -¿Cómo está eso, pícaro?

-Fingiré que amo a Leonor, nuestra vecina, la vi. sitaré y.

-Acaba¡6s por amarla de veras. No, no me 9us.

-Tonta, si es comedio con Ja qua alejaremos toda sospecha.

-¿Y si ella te quiere?

-No me querrá la hm6 comprender que la amo, poro se lo digo. l'ú me dirigirás bromas delante de nuestro tío, y ¡viva 01 engaño!

-Con uml conrliciún, Alberlo. Juras? -Por mi honor. -Haz ler cruz. -Está hecho. -Nada de besos -¿Contigo es lel cosa?

-No, pícaro, con Leonor. Nada de besos. -Nada de besos. -Ni de abrazos. -Ni de abrazos.

-Ni de miradas como las que me diriges a mí. -Ni de miwdas como las que te dirijo a tí. -Ni de apretones ele manos.

-y entonces, cómo fingiré? -Es que..

-Nada, desde mañana empiezo.

-¡Pero ay, infame! Te arrancaré las orejas si... En fin, yo lo sabré. Cuondo vengas de visitar o Leonor me besarás, y si no encuentro en tu boca el fuego de siem– pie, infome!, es prueba de que .. -Leonor, yo le adoro! -Infiel, te cogí!

-No, Carmen; quiero decilte que así no le hablaré a Leonor.

-Tengo fe en tí, Alberto, porque te amo. ¿Y sabes que mañana se bailo en cosa ele Leonor?

-y yo estoy convidado.

-E irás, pérfido Ah! Que yo supiera bailar! En· tences, Alberto, tú bailarías sólo conmigo. -Iré, Carmen. -No, Alberto.

-Es preciso, que Cleo que nuestro tío ha maliciado algo.

*

Carlos: ¿no es verdad que soy farsante? Pero qué importa? MCIr(lvillosamente desempeño mi papel de cnclmoroc!o de Leollor. Ya los vecinos la dirigen bro–

mas CI Jo pobre. Mi tío me ho preguntado: --¿Qué hay de eso? -¿De qué, tío?

-De eso de Leenor Mucho cuidado, que su pa-dre es amigo mío

-Cómo va Ud. el creer.. ? S¡ es só(o amistad... -Mentira, lio, dice Carmen, tomando parte en la conversación, Desde la noche del baile están jalando; o Marcela se lo dijo una de las criadas de Leonor. -Yo lo que veo, dice el señor cura, es que pronto los dos ustedas me abandonarán.

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