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±o aire de ironía; por el fracaso. Y íom.ó esía deierminación después que aquellos se alejaron.

El señor Es±rada llegó a la Comandancia COlno a las cinco y media de la mañana, acompañado del señor Díaz, y dió a reconoc-er a ésíe cozno presideníe de la República, fanío al coronel Viquez corno c¡, mí, y en los de-más puesíos de. guardia. .

Se zne olvidaba decir que aníes de esa hora, a eso de las cuaíro de la znañana, el señor Viquez había ba;ado de) forlín de La Loma y confe– renciado conznigo. Al ponerlo al tanto de lo que sucedía y manifestaI1e los 1en1.0re8 de un ataque probable, zne aseguró que regresmía inznedia– ±aznente a La Lozna para ayudarzne, caso de peligro, con los fuegos de la ariillería y la infantería.

Quiero hacer referencia a un cOlnpañero val eroso que zne prestó auxilio eficaz en la disciplina del ejérciio. Me refiero al joven znilitar Cán– dido Mayorga, inspector de piezas, y cuya actividad y decisión fuelon muy útiles.

Pero observo un vacío en su relafo. aDónde colocó el señor Moreira la .tropa que retiraba de los puestos m11i±ares?

Reunió toda esa gente y la reznifió a la forialeza ele La Lozna pues– :!-o xnilitar que esiaba a disposición del general Estrada, según sus cálculos.

-Recibió U. algún auxilio del eXTerior, quién se Jo di.ó?

En la noche y pocos zninuíos después de ) taberse marchado los libe– rales, llegaron de la ciudad en zni auxilio el coronel Cristóbal Solano con los señores Arluro Cuadra y Jacobo MOleira. El nueve, por la znañana, lo hizo el genel'al Jersán Saenz con una columna de conservadores. Con este refuerzo nOS senfiznos znás fueries.

Eran las 11 y 30 znin,ufos cuando zne despedí del coronel Castillo.

1.0S HOMBRES DEL DRAMA

VIII

BARTOLOME VIQUEZ

El aclual Coznandante de Annas de la cl3,plfal €la l'líayor de Plaza E;)l d,ía que se verificaron los acontecimientos que his.torimrtos. Víquez es miliíar de la revolución, peleó en Tisn',a; su euqa; a las órdenés del Gene. ral Ezniliano Chaznorro.

. Para proteger la retirada del ejército que 1~ -quedaba a Chéiíi1.OtrQ, cwdonó al Coronel Rodríguez q1,le c¡,fac.al'a al General Asiselo. Ra.mírez en Ti~

,pitapa, en la znadrugada del clía siguiente al de la batalla. pe esa cq-1umna era segundo jefe el General Víquez.· Empeñadó el combate en aque– lla vida, znuere Rodríguez. Eníonce;¡ Víqüez asumió el retando en jefe.

Deshecha la coluznna, Víquez cayó prisionel'o.

Llegué a su despacho cuando un reloj de paied señalaba las cuatro, en una iarde cálida, con cielo nublado.

Es una habitación estrecha con las paredes pintadas de verde. Afue– ra, en los corredores, las piezas de arJillería, la guardia las centinelas que otean sobre el cerrado porión de varjllas de hien-o.

Un abogado dida a unos escribientes; en la rnesa del fondo brilla un aparato ielefónico. Al lado de este apara.to, un joven cozno de 25 años escribe en actitud meditativa; es el General Víquez que con1bina el santo y seíí.a de la noche, llave de oro de la forialeza.

Después de esperar largo ra.to, durante el cual zne entretenía en ob– servar un foco de luz eléC±rica en cuyo alaznbre cabalgaba alegremenle una aprelada nube de znoscas, cual locas energías que se disputan un puesto, el señor Víquez zne dijo que podía aproximarzne.

Hice personalznen±e mi preseniación y en pocas frases le znanifesté zni objeto. Temía que se negara a znis deseos po¡-que le había observado cierío gesío de desagrado duraníe mi espera, no fJé si por lni presencia o por alguna contrariedad en el servicio.

No fué así, sinembargo.

-Bien, señor, con placer: pero ahora no puedo. Si U. zne hace fa– vor de volver :mañana enfre una y dos de la tarde, con gusío hablaremos.

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