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JUAN J. ESTRADA

y se encontró en un terreno desierfo, sin apoyo ni en la Guardia de Honor, ni en La Loma {2/; con la fuerte amenaza de Granada cuyo forlín de San ;Francisco tiene elementos poderosos. Se vió también sin el apoyo de León y enchna, como una fempestad, el resenHmIento, el despecho de los con– servadores por el golpe grave que acababa de asestarles, despecho que subía como ola embravecida, que avanzaba, que Uegaría hasta él, que iba a sacudirlo en el recinto de sus propias hablfaciones.

~Oué pasó entonces en el alma del presidente Es±rada'?

aOué dudas se replegaron corno fieras enloquecidas en el fondo de su corazón'? Por otra parie, aqué había logrado con la prisión del general Mena si el ejérci.l:o permanecía fiel a este según lo demostraba'?

Compelido por obra de su mismo des±lno; m€jor dicho, por el im– pulso de sus propias obras, empezó a pensar en el depósito, a meditar se– riamente en su salida del Palacio del mejor modo posible

Acordóse de fodo y vió en confuso tropel su historia de ayer. Su le– vantamiento en Blueieflds, sus luchas, sus sacrificios, su ±ri,unfo y su caída. Vió a Zelaya que hUla y se vió a sí mismo emprender el mismo éxodo.

Todo esto se aglomeró sobre su conciencia, de golpe, sin olden ni tregua, con la urgencia de las circuns lancias, y comprendió que debía fo– mar una resolución definiiiva.

Pero esfo debía ser pronto, sin dilatorias, sino quería quedar des– hecho, aplasiado por el lTIovimien±o de rovolución que Se le echaba enci– ma.

Desesperado, atribulado, abandonado en la friste soledad de los he– chos, acosado por éstos, dió el paso final y a las cinco de la mañana resig– naba el mando en el vicepresidente don Adolfo Díaz (3).

Lo resignaba así, de ~golpe, como quien Se quila una montaña de enchna; como quien se ahog"a y de pronlo respira y vuelve a la vida.

Tal fué, a mi juicio, la psicología del instante que determinó el de– pósito, instante que lo hizo vivir años.

Así se explica el contraste que resulta, la contradicción, entre lo que Estrada quería antes y 10 que hizo después.

Inlen±ó llevar el pabellón rojo al poder; pero las bnyone±as conserva– doras hicieron cambiar el curso de sus ideas y Es±rada aparece dando el decreto siguiente:

"JUAN JOSE ESTRADA, presidente de la República,

A los nicaragüenses:

Habiendo comprendido que mis compañeros de la revolución y del gobierno desean sobre fodas las cosas un gobernanfe de credo conserva,. dbr; y queriendo cum.plir con mi promesa de ser siempre consecuente con l,os que me ayudaron en la contienda contra Zelaya y Madriz, he resueHo depositar la presidencia de la República en el vicepresidE,m±e, señor don Adolfo Díaz, convencido de que con ello volverá la paz a Nicaragua.

Esla declaraioria se ha trascriio en ealos mismos momentos a todas las autoridades de la República y a la Asamblea Naciol1al Conslituyen±e, para que se sirvan pres:tar a mi sucesor :todas las consideraciones y prerro– ga±ivas de su alfa Magistra±ura.

Managua, 9 de mayo de 1911".

LA MANZANA DE LA DISCORDIA

IV

La presidencia ha sido siempre en los países hispanoamericanos la manzana de la discordia. Por ella ha habido guerras, golpes de cuartel, traiciones, perfidias, ventas. Los caudillos milila-res o polí±icos se la han disputado: unos por medio de las infrigas, oíros por medio de las armas.

Fué y sigue siendo el móvil determinanie de alfas sucesos en la vida ac±iva de estas repúblicas. La ambición de ella provocó los sucesos del 8 y 9 de mayo. Moneada la quería y quizá sigue queriéndola.

(2)-Puestos militares.

(3)-Moreira y Barbelena asegman que ellos le illsinualon la idea del depósito.

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