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« Previous Page Table of Contents Next Page »puesta se fingió colérico y me hizo una COFa feroz, ame– nazándome con castigos y orden.qndome me quedara de pies Eri vista de mi fracaso mis satélites <;11 ser interrogados, respondieron cualquier cosa menos lo que yo había dicho Terminado aquel breve examen lo escena cambió por completo: a mí me tribut6 9wndes elogios, y dió una fuerte reprimenda a los perezosos se– tuaces de pareceres ajenos
Por supuesto, que no faltaron buenos olvmnos, que pensando por si mismos, no cayeron en la trampo y par– tidparon de mi triunfo y de mis laureles
MONTANDO TOROS
No los verdaderos, sino alumnos de los grandes que hacían de tales puestos en cuatro pies en l!;l grama. que cubría profusamente el potio del Coleg.jo. Sobre el alumno grande se montaba uno de los chicos, y el seudo toro, brincando fuertemente botaba al jinete, pron– tamente o pasado algún tiempo; pero cuando yo hada de tal no me botaba, porque me pegaba a las espaldas del muchacho cual una garrapata a la piel de los ani– males De aquí llegué a tenerme por un gran jinete y deseaba probar mi habilidqd montando, si no un toro, por lo menos, un ternero
Se cumplió mi deseo en uno hacienda de ganaQo vacuno, cuando el dueño de ello, por mi im~tante Peti– ción, ordenó que me prepararan el ternero que yo misrjlo eligiera, que fué uho de UI1 año de nacido
A la novedad de que el jovencito de la ciudad iba a jinetear, se reunieron los mozos de la hocienda, qye,
colocados en círculo formaron lo barrero. Monté el ahi-' malito, el que, tan luego lo soltaron del poste en q",e
estaba amarrado, comenzó a corcovear tan furiosamertte que a los pocos segundos caí al suelo cuan largo éi.a
La burlo de los mozos fijé tremenda, y mi bochofl'lo c(¡si infinito, al oír que uno de ellos dedo, con una' sát'ira veldaderamente caústica: el patroncito no dejó ni \,Ifla garrapata en los escobo les, que sacudió con, sus cnitn-' cletas Desde entonces siento una suprema antipatía', por toda la raza bovino
EN LA CLASE DE ALGEBRA ,
Se daba en un local en el que, por pequeño, los' bancos estaban en formo de anfiteatro para que los nu– merosos alumnos cupieran cómodamente; el profesor y
el pizarrón quedaban en bajo y los alumnos en alto Designado al efecto descendi6 a dar la lección un alum· nono que no la sobra, ni pizca, ni miaja En ~u apuro, aprovechándose de que el profesor lela en un libro, en espera, de que él escribiera lo correspondiente al desa– flollo del tema señalado, me hizo un ademán suplican– te de que fUera en su auxilio. Atendiendo a esa ~,6pli
ca ine puse a escribir presurosamente, en unq cuartilla de papel, lo principal del teorema que debía explicarse, mientras el otro escribro en el pizarrón, para borrarlos enseguida, una serie no interrumpida de disparates, ~e
los que, por dicha, no se di6 cuenta el profesor Cuando terminé de escribir en la cuartilla de papel·, de ella hice un taco para tirárselo al alumno, impulsán· dolo fuertementll con el pvlgar de Jo mano derecho opa· liado en el índice; pero el taco se me enredó en los dicnos dedos y en vez de dar en les piel¡ del destinatario, hizo
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blgoco en la cara del pr.ofesor Este, indignado, pre– guntó en tono severo: ¿quién me tiró ese taco? Me le– vdnté al punto y le respondí: yo he sido; pero castigue– mi' por soplón, mas no por inespetuoso; de lo que po– dró convencerse si condesciende en leer lo que está es– cr.tto en el papel Desenvolvi6 el taco, leyó lo escrito y
n~ dijo en tono bondadoso: no te castigaré, ni por lo uno ni por lo otro; porque eles un buen muchacho Y
a~í no hubo ninguna mala consecuencia petra mí de aquella mi mala puntería
El profesor de la referencia ero O Pablo Hur1ado,
d quien yo quise siempre mucho, y llenándome la boca con l/ornarle, mi maestro; y con decir de él, imitando el mejor elogio de franceses e ingleses: que ero un verda– dero Señor, y muy caballero
UN HALLAZGO INVEROSIMIL
Perdí la llave de mi pupitre que la usaba atada a un grueso cordón de algodón pala que no se me sq)¡e– ro del bolsillo; probablemente la boté en el patio y cerca ge un albañal, y habiendo sobrevenido un fuerte aguo-jera, la tal llave, por medio del cord6n, primen:> flotó •en la corriente del conjeturado albañal y después en la
'~alle del Arsenal hacia el lago Porque fué el caso, que a
pocos días del aguacero, bañándome en el lago en el punto en que desaguo ro mencionada calle, y moviéndo- , me sobre el blando fondo arenoso, sentí algo como ar– golla que se me metía en el dedo gordo del pie, el que levanté para quitarme el estorbo y loh sorplesa!: era el cordón 01 que estaba atodo mi 1I0ve
Este caso lo recordé, como muy a propósito, cuando, visitando Lyon de Froncia, de ochocientos mi) habitan– tes, en el recodo de una estrecha callejuela, me encontré con el, entonces, joven D Salvador Castrillo y Gámez mi compatriota, quien estaba en aquella ciudad estu– didiando abogacía: se encontraron dos hormigas entre centenales de miles de hormigas de un grande hormi– guero, distante, con distancia transatlántica, del pequeño hormiguero suyo
Acerca de este casual encuentro, casualidad elevado a leí octingentésima milésima potencia, me refirió Don Sal– vador: que cuando me divisó a cierto distancio, me reco– 'nació al punto, pero dudando de mi identidad, resolvió saludqrme en voz alta, con la seguridad de que, si era yo, entendería y atendería su saludo, el que, en el
CCiSO
contrario, se extinguiría, sin que nadie lo entendiera, en el barullo de lo charla francesa de la vía pública Efectivamente; al oír yo: ¿Qué tal, Padre Taño? re– conocí y abracé a Don Salvador mi aventojado alumno de 2 9 de Gramática Castellana y 19 de Historia Univer· sal, en el Colegio de San Ramón de León
ALUMNOS SOBREVIVIENTES DIEL COLEGIO
Escribo en septiembre de 1942; y en mi memoria, a los alumnos del Colegio de mi tiempo, los divido en cuatro grupos
Primero: de los que eran mucho mayores que yo, estvdiantes de los cursos superiores; de éstos quedan:
O Equordo lacayo, O Demetrío Cuadra, mi pariente muy cercono, por su al;>uelo, hermana de la bisabuelo mía, v el General D Rubén Alonso
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