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ESCRiTURA MARAVillOSA

En una cuartilla de papel blanco escribía con zumo de limón, unas cuantas frases; la secaba al sol y la guardaba sin que se viera en ella ninguna letra llega– da la hora de la exhibición mostlaba la blanca cuartilla diciendo: en esta cuartilla apOlecerán lindas frases bien escritas; y para lograrlo, pasaba el papel, por el rever– so, en la llama de una candela, con cuidado petra no quemarlo, y a poco, por efecto del calor aparecía lo escrito con toda perfección Cuando esa prueba la ha– cía con toda limpieza, obtenía ruidosos aplausos Si no quería tiznar el papel con la llama de la candela, lo calentaba con una cuchara de metal en la que ponía una blasa

REFLEXIONES

iQué venturosa es la edad infantil! el nlno goza intensamente con pequeñeces, nimiedades y con, las pro– piamente llamadas, niñerías; como no volverá a gozO! en toda su vida con diversiones espléndidas e ingenio– sas De mí sé decir: que, ya adulto, viendo maravillas en las capitales europeas, no gocé tanto como cuando niño, aquí, con los diablitos, chinegritos, mantudos, indi– tos y gigantona de las fiestas populares; y que París la ciudad luz, no me causó en mi edad vir i1, las gratísimas impresiones que Jinotepe en mi infancia ,

iEs el nirio un profundo misterio de inocencia, can– dor y sinceridad que lo conoce solamente Dios, quien por boca de su Verbo Divino, Jesús N S, nos ha dicho:

"En verdod os digo, que si no os hiciereis como niños no entraréís en el reino de los cieJos"!

Rl:CUERDOS Da COLEGIO

De Jinotepe llegué, en calidad de interno, al Cole– gio de Granada, a los diez años de edad, el 3 de Mayo de 1875; en la misma fecha que, 39 años después, reci– biría la Consagración episcopal en el templo parroquial de Santiago de Managua, elevado a Catedral Metropo–

I itana por S S el Pontífice Pío X

EL PRIMER DIA

Lloraba sin cesar, nostálgico de mi hogar, del que nunca había salido solo Un alumno guazón me pre– guntó: ¿por qué lloras?; le respondí, porque no me hallo; y él añadió: iqué no te hallas!, pues no estás aquí?, tócate y lo verás Esta burla aumentó mi lloro, que fué amarguísimo por el grave suceso que narro enseguida: Servía de salón de estudios un largo corredor, en uno de cuyos extremos, lejos de mi puesto, estaba el inspector; y, por un desorden lamentable, muy inconve– niente, estábamos mezclados los afumnos chicos con 10$

grandes Enfrente de mi pupille uno de éstos, al propio tiempo que fingía leer en su libro, dijo en voz baja refi– riéndose a mí: "Este mogigato tiene todavía los sentidos cerrados y yo se los vaya abrir"; y, de hecho, comenzó a decir inmoralidades, que, por dicha; en mi inocencia no las entendí Estaba a su lado un muchacho alto y

lobusto que al darse cuenta de aquella canallada, dijo indignado al autor de ella, asimismo, en voz baja: "Si sigues intentando pervertir a este niño, te daré un puñe-

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tazo en la boca, en la que no te deiare ni una sola mue- " la" El corruptor, que era cobarde, guardó silencio; y aquel noble y generoso joven, desde ese momento, se constituyó en mi protector con el afecto de un hermano mayor

En este suceso debo señalar dos circunstancias muy notables la primera: que a aquel mal compañelo le alcanzó el ana/"ema ele Jesús N S. cuando dijo: "A quien escandalizare a uno de estos parvulillos que en Mí creen, mejor le sería que le colgasen del cuello una de esas piedras de molino que mueve un asno y así fuese su– mel gido en lo profundo del Inar"

Poco después de su maldad murió, el único, en aquel

año, entre el gran numero de alumnos de aquel prestj– giClClo establecimiento escolar.

la segunda: a mi compañero protector, lo ví por úl– tima vez al salir de vacaciones; después no supe de él, por más que he inquirido en todo lugar y tiempo iDón– de quiera que esté 10 amo con toda mi alma y Dios le habrá premiado por todo el bien que me hizo!

A CONTlNUACION

El mismo día, en los recreos, ya estaba, como dice el pueblo: "cual gollina comprada, en patio ojeno". Al– gunos alumnos se me acercaban, pero era para poner– me apodos que hacían leír a los otros que por allí esta– ban; apodos que yo no tomé en cuenta ni entonces, ni después; por lo que me libré de esa calamidad, en las escuelas, indicio repugnante de vulgaridad e incultura

EN EL TIEMPO SUBSIGUIENTE

Me fui acomodando poco a poco, a mi vida escolar, ocupado en estudiar asiduamente, estimulado por el de–

seo de agradar a mi Tia, a quien agradecía, cordialmen– te, que sin ser mi padre, no omitía sacrificio para darme una buena formación científica y literaria

Procuraba juntarme con los alumnos más inteligen– tes y fOlmales para aploveeharme de su trato, y con ellos formaba tertulias, gralas e interesantes, durante los recreos.

CAYO EN LA TRAMPA

En esas tertulias OCUI rielan dos casos risibles, el pri– mero de los cuales refiero a continuación

Había un alumno muy petulante, que daba a en· tender que todo lo sabia, por lo que siempre que se res– pondía acertadamente alguna pregunta en materia esco– lar, él decía, "me la quitaste de la boca", o sea "yo lo sabía, pero no me dieron tiempo de decirlo". le prepa– ramos un lazo, en el que cayó indefectiblemente Uno de los contertulios dijo: estoy haciendo una composición poética, acerca de Roma humillada por el bárbaro galo, que gritó a los romanos, ¡'loe victis!, pero no hallo el consonante de Breno; y yo, aleccionado para el caso, di– je: el consonante de Breno es freno; y el quidam aquel, conforme a su costumbre, dijo al punto: "me lo quistaste de la boca"; que era lo que nos habíamos propuesto, poner freno a su necia vanidad.

CONFUNDIENDO A UN ENl REMETIDO

El segundo: con otro alumno que tenía 1'0 fea y pé-

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