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EL CLAVO ENCENDIDO

El telcelo, de una infausta equivocaClon: Cuando en una herrería el herrelo tiró del yunque un clavo en– cendido que ha~ía forjado, y yo, creyendo que ya esta– ba apagado, fuí a cogedo con la consiguiente quema– dura de los dedos ¡En el tlasCUISO de mi vida, he to– cado otros clavos de asuntos candentes, que parecietn fríos y me quema IOn el alma!

EL MIEDO DE LESA MAJESTAD

El cualto, de un susto mayúsculo: Ela muy aficio– nado a tocar la cflmpanilla, por lo que sonándola acom– pañaba el Viático de los enfermos que lo llevaba el sa– celdote en litero, con dos soldados O/modos de sus fusi· les como gUOldias ele honor Estos, al entrar el sacer– dote a la litela o salir de élla con el Divino Sacramento, lendían el arma inclinando el fusil hasta el suelo, como levelente homenaje a la Divinidad Una vez, uno de

105 soldad9s, al hacer ese movimiento ,me rosó el tobillo (on el fusil, lo que me iJaleció una grave falta, pOI mí cometida, contra la Autoridad Mil ital, que se me imagi– naba plena de majestad; POI lo que tiré la campanilla,

y creyéndome perseguido por los ejércitos de todo el mundo, COI rí sin palal hasta mi casa, a la que llegué jadeante y medio muerto del susto

iEntonces tan cabal de, y más tOlde tan valiente hasta vestir la sotana de los soldados de Ctisto, para combatil contra los eié1citos del errol y del mal!

EN VEZ DE RELLENA UNA. PELA

El quinto, amarguísimo: la cosa fué así: mi Tío me Jaba de su cena, un pedazo de rel/ena y el plan ton iosquillas del chocolate, bocados pata mí muy deseados;

y, paID que 105 lecibiela, me llamoba desde donde yo esiuviela, y me plesentabo sin tOlc!anza

Pero, fié aquí, que un día fuí duro de palabras con Jo buena sirvienta CQcinelO de la cosa, a quien pedí algo de comer que ello no pudo o no quiso dállnelo Guardó 50 resentimiento para penél la queja a mi Tío 01

servil le la cena, queja que él oyó con sumo disgusto y al punto me llamó pOlo castigalme A esa hOla yo jugCl– be;¡ en el patio de la casa con algunos compañelos, a quienes dije al oil el llamado: espél enme, que volvel é

trayéndoles rellena Al presento! me a mi Tío, ya él es– taba con el azote en sus manos, el que deSCOlgó soble

~is espaldas, diciéndome muy enojado: te quielo ense– nar a que sepas tratar bien a las sirvientas de la caso

y a que no ~,eCIS ingrato con ésta que te sirve con tanto cariño

Al recibil los azotes lloré a gl itos, los que oídos por ((lis compañelOS de juego, los puso en fuga, no querien– do, de ninguna manera, palticipar de tal clase de rellena,

UN TORONJAZO y UNA PEDRADA

El sexto, de una inexplicable aflicción: Iba yo por la cCllle y por la misma venía un muchacho de mi tama– ño, que hacía ¡ilar sobre su cabeza una toronja puesta en la eXliemidctd de una cuerda, fOI modo un círculo ;ue ~o~prendía todo to al1cho de la vía pública; y al

r 10plO tiempo gritaba cual pregón: al que le pegue 110

tengo la culpa.

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Yo seguí adelante, consciente de mi derecho ciuda– dano eJe lible circulación; y al enflClr en el IOdio del in– dicado círculo, lu cuo/da se emolló en mi cuerpo y la tOlonjCl me golpeó fueltemente las costillas El malhe– chor huyó, pero no con tanta prestezá que no lo alconza– la yo con una piedlCl que, con excelente puntería, le lom– pió la cabe:w

El habel tomado ClqueJla venganza me apenó mu–

"ha; y fué glllnc!e mi aflicción tuando vi, de lejos, que a mi víctillla le lavClban In sClnglante herida; pOlque Ieco relé que hClbía oído decil a n1i fío, que los que de– nClman sangre no puec.!cn sel SOcc¡elotes

Cosa extlaña, esa glande aflicción, en quien, pOI

aquel entonces, no aspiraba a sel clér igo, y, por lo tanto, nCldo debía importcllle la tal inegulal idad canónica Ciertamente: en mi nií'iez no di indicios pC1la la cle– reda; pues si es verdad que lecién pasada la Semr1l1Q Santa, con mis compañelos sacaba procesiones que yo presidio como Curo; tombién lo es: que si a lo población ele mi lesidencia llegaban títeres, me hacía litiritero; si mc:;omos, maromero y payaso; y si aclares elrcunátic.os, cómico rematado

Aquella aflicción sólo me la explico como una ins– pÍl ación del Cielo, o pOI el pundonor de no ser in egu– la, parel ningún estcldo de vida decente

Cuando estudié Teología supe, que la efusión de sangle en pleitos de muchachos no causaba fa irregula– ridad pala el Sacerdocio Como el futuro leól1 XIII, que

yendo de acólito celOferario en una plocesión pontificia, le lompió 1(/ cabeza con el candele:o que pOI tabtl, 01

que selÍo su Eminentísimo Cwdenal Camqrlengo de la S(/nia Iglesia Romana

¡ O QUE I1M:!A El 1'10 BRUNO

El séptimo, de un caso notable: El de 1 ío Bruno, que así Ilamhbamos

(1 un vieiecito legordete¡ sexagena–

I io, silviente de mi caso; el cual fumaba los cabos de puros ele iobclco honduleño de Copán, qué dejaba mi 1ío, y cuando ya por COItoS no los podía seguir chupan– do, les quitabCl la pOIte carbonizada p6ra echárselos a

fe, boca como n,ascadCi; la que, ul perdel su fuelza nito– 1inosa peilodial, la ponía o se COI al sol pOlo cón esta past(J, pulv€1 izada, hocel cigall i1los de tusa, los que fu– maba al faltalle los cabos de Copán

iCon aficionados 01 tabaco del génelo de Tío Bruno pocas ganancias lepOltarían 105 Compañías Tabaqueras!

UN PROBI EMA INSOLUBLE

El octavo, de un ploblema inesoluto: Me dielOn un paquete de dulces ele figulas de animales: caballos, pe– llOS, gallos y demás Me encantó el obsequio por las figuritas, y me puse a disculIÍl el modo de comérmelos sin deshacedns POI a este fin, comencé a chupar sua– vemente un caballo, que a poco me lo saqué de la boca y YCI 5010 le quedClba la palte gluesCl ele la barriga, por lo que lo chupé fUeltell1ente y de él no quedó ni una paltícula A su lumo, entló el perio a mi boca, con las misiTI<ls consecuencias; y así todos 105 que estaban en el paquete Resultado: el pi oblema quedó ill esoluto, pe–

10, sin faltar ninguno, todos los dulces animalitos entra– Ion en la pobl e mOlada dé mi estómago