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lares; y así la mía me puso a aprender la Teneduría de Libros Para lo que entré de dependiente, ad honorem, en la casa de comercio de mi Padrino, cuyo hermano fué mi profesol, pero queioso de mí, porque en mi tra" bajo me servía más del bonador que de fa pluma No obstante, lo que aprendí entonces me sirvió, más tarde, cuando hube de administrar dineros, y para que no me alcanzOIa la mala fama, de tiempos pretéritos, de sa– cerdotes muy sabios, en ciencias eclesiásticas, que no sa–

bían sumar y hacían sus cuentas con granos de mclÍz

LO QUE ME OCURRIO EN LA MULA DE MI PADRINO

Buena muestra de aprecio y cariño, me daba mi Padrino cuando me hacía montar en su propia mula, animal de gran precio y muy bien enjaezado, para que fuera a /0 Bodega del Gran Lago, a recibir mercancías, que en aquel tiempo se importaban de Europa por el Río San Juan, entonces navegable Y me ocurrió que por andOl chalaneando en la mula por las calles de Gra– nada, me encontré con mi Padrino, yendo yo hacia Jal– teva, lugar distante y opuesto a la ribera del lago; y al preguntarme: ¿A dónde vas? le respondí muy cam– pante, a la Bodega a lecibir las mercancías Sonrió él, benévolamente, y mi extravío de ruta no pasó a más

UN VESTIDO DE CASIMIR COLOR DE MONO

El último vestido que usé, poco antes de entrar a la clerecía, me lo había dodo mi Padrino: un flux de casimir color café c1alo; el cual vestido, por largo tiem– po, sirvió para que me identificaran algunas personas, que para probarme que me habían conocido de seglar, me decían: le recuerdo muy bien, vestido con un traje color de mono

OBISPO A LOS 29 Ai\lOS

Después del triunfo de la BarrancCl, en 1893, mi Pa– drino quedó de Comandante General del Ejército, y en el ejercicio de su cargo fué a León en donde visitó a su muy amigo el Iltmo Sr Obispo D. Francisco Ulloa y larios, de quien yo era Secrl;ltario Privado y como tal acompañé a Su Señoría IItma a recibir la visito Des– pués de los saludos de estilo, mi Padrino diio al Sr.

Obispo: ahora sí, haremos a Toño su Coadjutor, a Jo que el PreJ<;Jdo asinti6, dando muchas muestras de con–

tento, balbuceando por la parálisis que sufría. Mas en ésto paró todo: se rebelaron los cuarteles de león: mi Padrino huyó de incógnito; aquella revolución triunf6 en La Cuesta de Managua; y' allí quedó suspensa mi mitra en proyecto, por veinte años exactos. ¡Mala fi– gura hubiera hecho el Padre Taño de Obispo, a los 29

años, cuando a los 49 apenas ha podido salir del paso

por la clemencia infinita de Dios. Ni S I

COMO CREI LIBRARME DE UN

CACHETAZO EN LA CONFIRMACION

Me /levaron de Jinotepe, en donde pasé mi infan–

cia, de los 4 a los 10 años, a recibirla a Le6n, de manos deJ Jltmo Sr. Obispo D Manuel UlJoa y Calvo, que me la administró En ese acto religioso me ocurdó lo si– guiente: el criado de casa, llamado Clemente, que no lo fué entonces para no engañarme, me había dicho, que

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el los que se confirmaban ya grandes, el Obispo les po–

bo el Pax tecum con un golpe más o menos fuerte en proporción con el tamaño, y yo que me creía ya glande a los seis años de edad, me llené de temor, por lo que, cuando el Obispo se aproximó, a donde yo estaba sobre un banco, me puse en cuclillas para disminuir mi talla; y como el Prelado me tocó la mejía suavemente, cual debía hace/lo, yo pensé muy ufano: lo engañé, porque le parecí chiquito

EL PRIMER REGALO QUE RECIBI

y O1ROS MAS

Como nacido bajo el fausto mes de Abril, no obs– tante mi orfandad, de madre a los veinte y cinco días de nacido, y de padre a los diez y ocho meses; he teni– do muy buena suerte pOIa adquirir bienes, a saber, el día de mi bautismo la ternera y sus crías ya citadas; posterior– mente, de un tío, el legado de treinta pesos, ola enton– ces; de otro, ciento; de un tercero, trescientos; de un cuarto, un mil, de UI1 quinto, cinco mil, todos ya difun– tos, a quienes consagro un cariñoso recuerdo de grati– tud

iMe resta la herencia del Cielo, que espero obtenel– fa de la misericordia de Dios; que podrá decír de mí, como del rey Salomón: Me edificó Un Templo.

RECUERDOS DE MI INFANCIA

BA~ANDOME ENTRE MANGOS MADUROS

Uno muy grato. En mi mente de niño, guardaba esta imagen deliciosa: que bajo el follaie de grandes árboles me estaban bañandó en una corriente de agua en la que flotaban hermosos mangos maduros, que' yo podio agarrar con mi propia manita, para comérmelos ávidamente Pasó el tiempo, y a los once años de mi edad, de paseo en la hacienda de cacao Las Mercedes, cercana el Nandaime, me encontré con el paraje exacto que retenía retratado en mi memoria Plegunté a una persona, mayor de edad, que me acompañaba en el pa– seo: ¿Estuve en esta hacienda siendo niño? Sí, me contestó, cuando permaneciste en Nandaime después de la muerte de tu padre, ocurrida en esta ciudad; /0 dueña de Los Marcedes era muy amiga de él y te haCía llegar

con lu nodriza paro mostrarte cariño ¿Qué edad ten– drío yo entonces? No habías cumplido los dos años, respondió

De lo que resulta comprobado que en mi caletre tu– ve muy buena memoria desde muy niño

PRENSADO ENTRE EL

ESPALDAR DE UN TABURETE

Otro, no grato Metí la cabeza en el espardar dE un taburete por la parte ancha y la corrí a la estreche y así quedé pegado, y pegué grandes chillidos pensan do, que con aquel pesado mueble en el cuelJo pasaric toda mi vida Me pegaron por la travesura y pare que no me volviera a pegar; ya que el uso de los tabu retes efl, la .casa era indispensable, en aquel tiempo que no se conocían las silletas

iQuién hubiera podido predecir, en tal ocasión, qUI aquella cabecita pegada en un tabul ete iba usar une Sagrada Mitral

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