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FRAY ANTONIO

bre las sillas y en los rincones donde juegan los niños Era el niño beato para el Mundo, pero ante Dios era el niño que jugaba con la profesía, porque aquellos al· tares en los rincones del hogar habían de crecer y

multiplicarse en los más apartados rincones del mundo. "Yo siempre fuí un bobo -decía- y me embobaba en la iglesia, y cuando me llamaba mi santa madre poro que nos fuésemos a casa no le oía, y se llegaba la criada y me tiraba de la capa y volvía yo, porque esta– ba embobado después que comulgaba" Can estas frases del niño bobo podía comenzar la biografía del héroe El santo parece beato. El héroe parece bobo. Lo grandeza siempre desconcierta. la criada tira de la capa del niño bobo, pero la copa del niño bobo es la copa que ha cubierto a todos los grandes hombres

que los hombres pequeños no son capaces de recono– cer Bobo parecía Edison en un siglo, tan dispuesto a admirar (a admirar a los bobos) como el siglo XIX Bobo o chiflado es siempre el que tiene un ideal do– minante, una idea firme, una vocación alta irrevoca– ble Antonio de Margil hace altares como un beato y profetiza Pero también profetiza embobóndose ante el altar Escribe sobre sí mismo la señal, el sig-no, de un hombre capaz de embobarse con lo único digno de embobar j La acción y la contemplación, las dos caras del santo misionero, se dibujan en la viva moneda de sus siete años!

A los diez y seis años, cuando el nmo muda su vestido de distracción por la etiqueta arbitraria del hombre y comienza a tener conciencia de su traje, cuando es gallito y caballerete en verde pavoneo, An– tonio de Margil viste la librea franciscana, la etiqueta del mendigo, el traje de gala de la miseria A esta edad despunta el amor, pero en el nuevo fraylecillo no retoña la vana flor, sino la rosa mística de la pa– sión de Cristo El enamorado sabe el lugar de la cita

y Cristo ha citado a Fray Margil en el pobre, en el humilde, en el lejano barrio de los corazones desnudos. Pero nadie más pobre que el indio de América Vive en la cabaña de la ignorancia, en la selva de la sata– nidad, desnudo de Cristo i He allí a un pobre tan pobre que no ha comido el Pan de vida!

Cristo está en América Ha llegado en la cara-bela de Pedro, la cuarta caraveJa de Col6n Cristo atrovesó, marinero, el mar. Y anda ahora, pobre y raido, hablando evangelios castellanos, con una cruz tosca de maderas desconocidas y preciosas, enseñando no sólo su doctrina sino hasta los usos menores de la caridad Lava el alma pero también peina la cabe– llera piojosa del salvaje Viste su carne desnuda y tatuada, transporta de Nazaret la maravillosa célula del hogar cristiano, trae el pollino de Jerusalén o el potro andaluz de Santiago para que el indio descargue sus hombros esclavizados, enseña cama carpintero a hacer la mesa, el taburete, la carreta y el arado. Dice palabl as dulces y consoladoras para borrar los se– culares y oscuros terrores de la ignorancia y del crimen

y del despotismo Es el Cacique nuevo que trae au-

FRAY RAMON

mentas que aún ceñían su ya exánime cuerpo de dis– ciplinante.

y este hombre que trataba a su cuerpo como a un animal dañino, infligiéndole con saña los más duros castigos, este hombre todo violencia y todo crueldad para consigo mismo, era para con los demás de una benevolencia y humildad encantadoras A los más grandes pecadores que acudían a él en confesión tra– taba con tanta suavidad y mansedumbre que causaba su admiración. Su humildad era tan grande que siempre en sus cartas se pintaba con los más crueles epitetos Al Arzobispo de lima escribía: "Muy molo es Señor Iftmo engreir a los miserables como yo". Y en otra carta al mismo Prelado se califica de "indigno sacerdote", y dice que es "un defectuoso, un relajado, un ignorante" Así era de humilde aquel hombre ilustre, docto en Historia, en Filosofía, en Teología y en Derecho, a quien el Obispo de León hizo su Secre– tario y Examinador Sinodal de la Diócesis, el Arzobispo de Guatemala su Teólogo Consultor, y el de Uma Vi– sitador de los Conventos Regulares Estas cargos y

honores no alteraban la humildad franciscana del Pa– dre Rojas A Marazán que lo expulsa de su Patria le escribe y le pide perdón por las faltas qu!,! no ha co– metido

Su humildad y sencillez Jo llevaban a amar a los sencillos y a los humildes Los niños, sobre todo, eran objeto especial de su predilección. Jugaba con ellos haciéndolos dar vueltas en torno suyo. A los más pequeños los tomaba en brazas, y siempre encontraba entre las mangas de su sayal algún dulce o estampita con que obsequiar a todos Sólo a ellos consentía que le besaran las manos A los niños pobres les regalaba siempre con vestidos que hacía coser en su convento, ayudando él mismo en persona en esta tarea

Cuentan sus biógrafos que su confesor Fray Juan

Barroeta aseguraba que Fray Ramón no tuvo nunca más de qué acusarse que de su mucho amor a los ni– ños Y en ésto no hacía sino seguir el ejemplo del Maestro

Después de su profesión en el Colegio de Cristo Crucificado, Fray Ramón fue destinado a las misiones a lo largo de lo cordillera de Talamanca Nueve años permaneció entre las bárbaras tribus de las montañas centroamericanas catequizando a los indios.

Lo mismo que Fray Antonio Margil de Jesús, Fray Ramón Roxas de Jesús Moría no conoce otro medio de transporte que sus propios pies. Pies deshechos por las piedras del camino y por los clavos pénitenciales, pero a ros que el Espíritu Santo parece prestar sus alas místicas Así va por los caminos escarpados de las sierras con su séquito de devotos entonando cánticos religiosos y rezando el santo rosario Su voz dulce y

persuasiva lleno de música celeste los ámbitos selváti– cos y se adentra en los abismos del corazón ~e aqueo

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