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Es±rada espera al visifan±e con alguna ansiedad.

--y bien, mi buen arrogo, dice sonriéndose, y dándole asiento.

~Qué me dice U. de nuevo'? Permanece cerrado el horizonte? Qué con±es– ian los rn8diums'? Sabe U. que ya me estoy volviendo incrédulo! Si la gente supiera estas cosas, se reiría de mí. Personas sensatas conozco que opinan. que el espiriiuismo es una gran superchería.

Nadie cree: mejor dicho, pocos creen. en él. En fin, sea lo que fue– re, tengo CLlriosidad de saber eso; dígm:ne U. su secreto: alguna palabra que nos guíe. Han eonsul±ado us±edes de nuevo;;' QUe hay'? Vamos. Si– quiera por curioGidad.

El inierrogado se cala unos an teojos para ver n1.ejor al Presidente y luego responde de modo seco, con voz gu.tnral y finne:

-La respuesia de siempre, ialal paya U. General Lo sienio mu-cho, pero es la verdad. Uo quiero decir nada. J?ara qué?

y lo observó cal-a a cara con Iuirac.la iranquila. Después de breves segundos, afíadió:

A los grandes, a los poderosos ll':s gus1a oir solamente lisonjas, co– sa::! gratas, en la mayoría de los ca.sos l-.Jo les agrada la verdad. Sobre todo, la verdad i-unesJ:a. Pero cum.plo con rni deber. U. me in1erroga y yo coniesio. No es eso? Yo no soy olra cosa que un medio de revelación. Se me ordena decir a U. una cosa y lo hago cualcsquieya que sean las conse– cuencias.

El Presidente entre bromas y serio:

Pero bien: diga U. iodo su pensamieniq. Hable con franqueza. No tenga U. ningún temor. An±es que todo soy amigo de U.

El hombre misierioso corno si lo hubiera mordido una víbora: Yo no tengo miedo a nadie, General, ya se lo he dicho a U. alguna vez. Voy recio a mi destino con la verdad por norma, con mi conciencia por guía: eso es todo. Lo que hoy le diga, se lo dIje ayer No tiene ninguna no– vedad. Las respues±as del cielo son uniÍorn"lGs: Si U. no cree: esa es cosa suya. Si duda, yo no tengo la culpa. Si S8 ríe, peor para Ud. U. caeré pronio del poder: oígalo bien. Pronio y de modo raro, extraño, rápido,

casi ridículo. Que quién lo botará? Eso no lo sé yo; pero que su caíc;:ia es segura; eso sí se lo afirmo. Y ahora disponga U. lo que quiera.

y aquellos dos hombres quedáronse observando mutuamente con mirada penetran±e, investigadora, cozno la que se aveniura por las simas de la conciencia.

El silencio era prolundo. Apenas se escuchaba la respiración de alubos in±erlocuiores, nolándose que el pecho del Presidenie se dilataba o comprimí a con alguna v ¡olencia

-Quiere U., dijo de pronto el hombre n"lisJ:erioso, sacando una car– lera negra de los bolsillos de su americana ~quiere U. oir o conocer las úl– ±irnas palabras de los .filósofos'?

y sin esperar respuesta, leyó: "Nues1Lo hermano que consulta ten– drá desazón o quiebra en su alto puesÍo. Su karma es terminante y pre– ciso: caerá, caerá pronio, y esta será nueva prueba de su fé".

El Presidente que permanecía caviloso, ensimismado, se puso de pies y dijo:

-Hara coincidencia! Me dice U que caeré. Un anónimo que he recibido fechado en Granada me anuncia que seré asesinado y delata a muchas personas compronleiidas en el cOlLtploi. Va a verlo U.

Se dirige a un escritorio, saca de una de sus gavetas un papel do-blado y

Lea U ; lea U.

El hOlnbre de las gafas ahumadas desdobla el papel y lee.

Aquel pliego es un pliego cIual. Habla de 1..111. plan de asesinato

y denuncia a personas de impodancia. Tiene esia firrna: "Mane, Thecel, Phares", del festín de Baltazar.

Comprendiendo la gravedad del asun-to --dice apresuradamente: -No creo que U. caiga asesInado, porque se me hubiera dicho, y

no 1endría embarazo en cOITIunicárselo a U. Todo anónimo es infame; acusa cobardía, ruindad y mis±elÍo. Los Presiden.J:es, los Ministros, los poderosos, no deber). dar jarnás oído a ello si quieren proceder con tino y sensatez. Cuando una· persona no se atreve a firmar una caria es por-

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