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E inconíinenií se dejó oir este oilo con más fuerza: ¡Querernos la li bedad del General Mena! Viva el General Mena!

. . Corno esíos úl±imos se repenan enrnedio de protesías y exaHaciones,

el señor Díaz designó a don Juan de Dios Malus para que explicara sus pro– pósitos de paz COnl.O Gobernante e hiciera la promesa de que ya iba a or– denar la liberiad del señor Mena.

Al mismo :tiempo encal-gó al propio señor Maius pasase al Consula– do británico, donde ya guardaba arceslo el General 1vlena, a parliciparle a ésle aquel aconiecimiento y a lndicarle qUe enseguida sería puesl0 en lihedad ( ! )

Colocaron una silla y sobre ena dijo su arenga el orador. Habló de la personalidad del Presideníe, del programa político que desarrolla– ría; de su espíritu de conciliación y paz y de su credo conservador. Ata– có al General Eslrada y a los seguidores que q1.,lerían -dijo- la ruina de Nic;:aragua. Aludió a la felonía, a la corrupción y al envilecimiento de los falsos amigos; y después de algunos rodeos se concreió al General Mena a quien seiíaló corno un cauelillo de merecimientos cuya libertad promena en nomhre del Gobernanle

El discurso fué bien recibido. Una iempes±ad de aplausos acogió al orador' que al bajar de la improvisada lribuna se encontró en brazos de sus amigos quienes a menudo le habían inierrurnpido con las palabras: "Sí - muy bien, - Bravo - Eso quel-elnos, e±c."

Ac±o con±inuo salió del Campo de Marie el señor Ma±ua a cumplir el encargo ante el deienido General W[ena.

Al Presidenle Díaz le hicieron una ovación y la rnul1iiud designó a los Coroneles Salvador Solórzano y César Salís para que lo acompañaran a su residencia.

Al desocupar el recihto el Presidente, resonaron nuevos aplausos. lo/lien tras él y los dos designados cruzaban el jardín, oyéronse frente a la Guardia de Honor unas descargas de fusileriéi. Los piquetes ambulantes que hacían la guardia en el iníerior del Carnpo, alrededor de la Cm:nan– dancia, corrieron a parapetarse y prepararon prestamente sus armas.

Díaz se dirije con rapidez a ellos y les dice en calma:

-No. no hay que disparar -- Espérense un momenio - Cuida– do con una desgracia. Eso pasará. Seguramente ha sido una equivocación.

Los soldados se contuvieron.

EfeC±ivarnenle, no era nada. La tropa allá en la calle, arrasirada por su celo, había hecho algunas descargas al aire sobre algunos grupos sospechosos que se veían a lo lejos con divisa roja, grupos que se retiraron.

Los quinientos hombres de la Co.mandancia se refiraroll. poco a po– co Los úliirnos grupos no lo hicieron hasta el siguiente día 10, cuando ya el General Mena eslaba reintegrado e11 sus funciones de Ministro y el ex– Presidenfe Estrada se había marchado de la capital.

LOS HOMBRES DEL DRAMA

MECANISMO DE LOS HECHOS

XVII

Deportó el Pl esiden±e Zelaya la Costa Aflánfica en cierla OcaSlOn a unos ariesanos - los de "La Moderna" - parla fuerte oposición que le hacían en la capilal En±re ellos iba el joven Pedro Joaquín Mayorga, lnecúnico.

Mayorga llegó a Blueíields junio con sus compañeros a cumplir su

co~dena Todos hicieron el viaje en el mismo vapor en que se embarcó en Gr?inaci.a el General Juan J. Esirada, 11.01nbrado por Zelaya In.!:endenie de la Cosía Aílán1ica después que dejó ele ser Ministro de la Guerra. Cuan– do Esirada se sublevó e i.nició la revoluci.ón, Mayorga se incorporó a ella. Peleó en varios combates y entró triunfante a es:l:a capital Era Subdirec– for de Policía cuando los aconíecimien±os del 8 y 9 de mayo.

(1) Se leCOldal'á que el Genewl Mena estaba detenido en la Dirección de Policía, ocupado por los libelales de donde fué sacado pala gualdal aneslo en ese Consulado, POl intel– vención del Millisbo amelicano.

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