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« Previous Page Table of Contents Next Page »Se entusiasmaba oyéndose. Traió del malecón de Managua, de hi– giene, de historia, de la visión de las lanchas de vapor y gasolina surcan– do los lagos de Nicaragua corno mensajeras de progreso. Habló con calor de la revolución: de Zelaya, sin encono; de los mo±ivos que iuvo para ha– cerle la guerra, y de algunas carias que le había escdto antes de declarár– sela, pidiéndole leyes más benevólas para la Cosia, carias que Zelaya no contestó.
Después de largo silencio en que permaneció pensativo, reanudó así: Me llaman vende Patria mis enemigos, pero están en un error Más tarde, la posteridad dirá quien tiene la justicia. Lo que sí aseguro es que acabaré con las guerras civiles en Nicaragua; que le daré paz para que viva y trabaje.
Su entusiasmo era comunicafivo y le interrumpí:
General: sus proyectos son herm.osos: ojalá logre U. todo lo que de– sea, especialmente esa paz de que acaba de hablar, pero una paz fecunda, hija de la libertad.
-Por eso di el golpe de Es±ado, agregó, porque la Asamblea es±or– baba mi programa: no iba por el carnina. Si la que viene hace lo mismo también la disolveré.
Las palabras salían sibilantes de sus labios; y corno en el curso de la conversación se quitara varias veces el sombrero, el pelo se le había embo– rrascado sobre la frente que aparecía pequeña, deprimida.
De complexión recia, cargado de vientre, temblaba su cuerpo, osci– laba sobre la montura, corno bajo la fuerza de una gran emoción.
Después se recogió, hizo silencio largo fiempo, fafigado quizá por lo que había dicho y quedó contemplando nuevam.en±e la tersa superficie de las ondas.
Como recapi±aulando un discurso inlerno, agregó estas palabras: -Zelaya, no quiso hacerme caso - Zelaya no quiso oirme. Por eso le hice la guerra: por eso ..
Cuando se alejó, la noche em.pezaba a caer y rápidam.ente lo ví perderse en la penunlbra.
No m.e hubiera im.aginado que pronto iba también a perderse en los oscuros pliegues de los últim.os acontecimientos.
LA COLERA
XVI
A las 9 y m.edia de la mañana del 9 llegó a la Com.andancia de Ar– mas el Presidente Don Adolfo Díaz. Llegó sólo cruzando diagonalm.en±e el jardín del Campo de Marie desde las oficinas de la Presidencia.
En los corredores y pafios de la Com.andancia se arrem.olinaban co– m.o quinientos hom.bres bien armados, pertenecientes a las distintas clases sociales de la capital. Eran los conservadores que habían acudido a de– fender su bandera. Jóvenes distinguidos, artesanos, comerciantes, agricul– ±ores, m.édicos, abogados, periodistas: de iodo.
Se habían armado con los elementos que buscaban los liberales y entrarOll por el portón de dicha oficina, designando corno Jaie al General Jersán Saenz.
Una agrupación resuelta, colérica, deseosa de pelear, que gritaba a cada m.om.enío: ··Muera Es±rada! Muera Moneada! Mueran los traidoresl Vi– va el general Mena'"
La prisión de este jefe y los sucesos verificados, la tenían bajo el im– perio de fuerte exí±ación que am.enazaba con desenlaces o desfogues dra– máticos si una providencia o m.edida oporluna no venía a intpedirlo.
Así 10 com.prendiÓ el Presidente Díaz, quien llegó en los m.ornen±os en que ±alvez iba a estallar la cólera
Se presenta algo pálido pero tranquilo I no sabía corno lo recibiría aquella gente.
_.-"Muchachos, dijo -acabo de recibir la Presidencia. Soy de us±e– des".
Enionces de todos aquellos pechos agitados por la pasión salió este grito: "Viva el Presidente Díaz'" "¡Viva el partido conservador!"
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