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« Previous Page Table of Contents Next Page »serlan satisfechos sus deseos y después de esta promesa tornó de nuevo el carruaje y regresó a su residencia.
Distribuidos los originales, los cajistas ernpezaron a trabajar. Corno a las 12 de la noche llegaba rápidamente el Ministro Monea– da a la caSa particular del señor Castrillo distante corno mil quinientas va– ras de la Dirección. Suplicó que lo despertaran y se lo llevó a los talleres de la imprenta en el mismo carruaje que lo había conducldo.
Durante el trayecto le rnanifestó que era de todo punio inconve– nlenre publicar el escrito del General Estrada por razones políticas y socia– les. Que lba a causar profunda sensación en el país y haría daño al Go– bierno y a los hombres de la revolución. Que amigos importantes habían acudido al Ministro americano en el sentido de que se interesase con el se– ñor Estrada para retirar el reportaje y que éste había resuel±o hacerlo a úHima hora. Que en tal virtud, le suplicaba queznar la edición, ofrecién– dole reconocer perjuicios.
Convino el Director y al llegar a la iIuprenta recogieron todos los números tirados e hicieron en el patio un auto de fé cOzno a la una de la loadrugada. .
Preguntado el Presidente por un amigo, dos días después acerca de ésro, contestó:
-Me siento contrariado de no haber publicado ese arlículo que re– flejalm lui ternperamento yero. seguro termórnetro para el porvenir.
No hay que equivocarse conmigo, no hay que equivocarse .
Refiero ésto, cozno un signo del Estado de rebelión y cólera en que esfaba su alma inquieta antes del ocho.
PROYECTOS
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XV
Acababa yo de salir del··baño a oriÜ~s del lago de Managua en una tarde cálida de Abril, cuando sentí sobre la arena, a mís espaldas, ruido de pisadas. Volví la cabeza: - el Presidente que hacía su ejercicio de costumbre. Monfaba caballo alazán e iba acompañado del Coronel Ca– milo Barberena que trotaba sobre un po±ro isabelino.
Púsezne de pies y saludé a ambos. Estrada llevaba corbaia roja. -Lindo paisaje, me dijo - dirigiendo la mírada sobre la extensión de las aguas.
-Sí, Generéll, contesté, abund;an las bellezas naturales en Nicaragua, estarnos E;ln lo justo y altamente valen.
-Ciertamente, agregó: pero unas son más intensas que otras y pro– ducen emociones más vivas. Por ejemplo: la belleza de la perspectiva ac– tual.
y estuvo contemplando largo rato aquel cuadro delicado del cielo, la tierra y las aguas.
El lago dormido semejaba un gran plano de cristal sobre el cual se reflejaban los mon.ies de la ribera y algunos fragmentos de nubes gri– Ses.
Las barcas de los pescadores se velan inmóviles a lo lejos corno es– finges que esperan, y tal cual pájaro negro, signo cruel, hendía a veces la aimásfera y se precipitaba feroz sobre las ondas en busca de sustenfo. Caía de golpe y tornaba a remontarse con la presa retorciéndose entre las garras. Después de comerle los ojos la abandonaba. A trechos, interrum– pía aquella diafanidad de las aguas un remolino, un loco burbujeo: era el ejército menudo que jugaba, qu.e bibraba a flor, los peces minúsculos brilladores e inquietos, saltando traviesos en bandas apretadas.
Interrumpiendo su abstracción, dijo de momento el Presidente: Quizá n\uy pronto un progreso más activo se desarrolle sobre estos lugares, hoy relativamente silenciosos y sin movimiento.
y empezó a perfilar proyectos de grandeza. Su fraSe era fácil, a veces pintoresca Habló de su plan administrativo: de propósitos sobre instrucción pública. Deseaba para la juvenrud una educación práctica que le diera suficiencia en la vida. Me gusta, dijo; que sepan ganarse ésta con brillo, que salgan hechos hombres de los colegios, preiiero ésto a que sepan hablar de una puesta de sol.
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