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« Previous Page Table of Contents Next Page »-Es falso; repuso vivan-lenfe. Cierto que no quise enfregarlo en la calle, pela lo hice en la Dirección de Policía.
-Callmnofl largo rato y
-Son sensibles todas estas cosas, dije al fin.
-Soy el printero en deplorarlas, créalo U. y por la tranquilidad y buen nontbre del país, no quisiera que sucedieran.
-Algunos periódicos han discutido la leal±ad del General Estrada al parfido conservador.
-Por lo que a n-tÍ toca, lo juzgué un aliado de buena íé y talv'ez así hubiera confinuado a no haber sido ntal aconsejado de su Minisfro.
-Enfonces piensa U. que no obraba él con criferio propio? Por esas palabras y las anteriores. se deja sospechar.
Sonriéndose, agregó con polHica:
-Excúsenle U.• señor, no puedo confesiar esta pregunta. Sería ntuy dura la respuesta. .
Eran las 4 de la tarde del 23 de Mayo cuando nte despedía del se– ñor Mena. Su alía y vigorosa estatura se desfacaba al través de las corti– nas blancas.
Tiene 46 años y vesiía fraje blanco de dril ilaliano a rayas negras. Su delgadaleonfina de oro se escondía canto culebrina de fuego en los pliegues del chaleco. Lleva constantentente envuelia la ntano izquierda en un pañuelo blanco. ¿Acaso una herida, General, en qué contbate? He– rida, sí, pero no en los contbates, sino en el trabajo, con arn-ta corlante.
A lo lejos, en los cuadeles. oíanse los entpeños de un aprendiz de comefa que luchaba fena=ente tratando de tocar "a±ención" y "ntarcha" nrienfras en el jardín próxin-to a la ráfaga ensayaba sus hintnos ntusicales en el apretado follaje de los barnbúes.
DE NOCHE A LAS 8
XIV
Una noche corría a escape un coche de alquiler, de sur a norie, so– bre la Av. del Can-tpo de Marle; es decir, en dirección al centro de la ciu– dad. El tronco era brioso y fuerle; el auriga llevaba gorra blanca. Torció al oriente en la esquina de la casa "No. 1;" siguió sobre la antigua calle de Mariínez, pasó frente al Mercado viejo, dobló en el ángulo que fornta la casa de Bernabé Mejía y paró frente a las oficinas del "Contercio".
De ese carruaje descendió un hontbre corpulento apoyándose en un botón con pOntO de oro -.- era el ~residente de la República, General Juan
J. Estrada. Iba s610, sin: ayudantes. Debajo de su antericana brillaba un revólver Coli.
El General entró contO una tromba, algo agitado. Preguntó por el Director del Periódico y al presentarse éste, le dijo:
Mira. no pongas en la edición de mañana el "reportaje" que le dí hoya uno de tus redactores allá en la oficina. Haznte favor dé refirarlo, y en su lugar insertar éste. .
y sacó un pliego de su faitriquera.
-Esla es obra n-tÍa -confinuó-.- escrita de nti puño y letra, sin COn–
±entplaciones ni ntent~ras. No más componendas ridículas, ni enbrollos Ahí va la verdad clara y n~±a.
Tontó el DireC±or el pliego que le alargaba el presidente y lo leyó.. Era un ataque terrible contra la Asarnblea y contra el Obispo señor Pereira y Cas±ellón. .
Creyendo necesaria un explicación, dijo:
-.-Al Obispo lo ataco por razones poderosas que tengo. relaciona– das con nti propio bienestar. A la Consti1uyenie, porq1,lé al forntar la Cons– titución, se ha apadado del progranta revolucionario. No la firn-to. no fir– ntaré esa Constifuclón:. prefiero disolver la Cámara. (1)
El General Estrada no quiso sentarse. Iba de un lado para otro ba– jo el peso de una cólera reconcentrada. Le ofreci6 el señor Casirillo que
(1) Fué pocos dlas antes del golpe de Estado.
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