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-la oscuridad llena de luciérnagas y grillos– oyendo cad~ leve rumor como un gran ruido.

y cuando sonó la alarma en las espesas torres ya fue tarde, y el cable se alzó de pronto de las aguas alumbrando las extrañas calles, serias y vacías de la ciudad tomada:

con los filibusteros de uniforme negro en las esquinas y la 'bandera de la Estrella Roja en San Francisco.

y después hubo paz.

Walker habló de paz y Conciliación Nacional

y juró de rodillas la Constitución con Corral en la iglesia.

Granada despertaba cada mañana con campanas y pregones de vendedoras en las calles:

Tengo na1 anias, papayas

1

jocotes

me tones de agua de 01'0

1

zapotes ¿quieren comp1ar?

y vendedores de agua con sus pipas gritando:

¡Aaaagua, aaaaagua, aaaaagua! Todo el día refrescaba las calles ese grito de agua y habían ventas de refrescos de colores en las calles -unas ventas que allá llaman caramanchele8--'

y procesiones de muchachas venían del lago con sus cántaros y en el la2'o las lavanderas semidesnudas lavaban cantando, y los hombres dando de beber o bañando 'a sus caballos.

y se oía eantar la SALVE REGINA por las tardes y el aire era entonces tan puro que se oían

todas las conversaciones de las gentes en sus puertas y las serenatas claras desde lejos;

y de noche cantaban en el patio las húmedas ranas, o la voz de una joven tras las tapias,

y nos acostábamos oyendo el chorrear de las tejas de barro en el húme.- do patio

y se nos iban confundiendo las ideas

y las largas hileras de faroles se extinguían poco a poco, hasta otro día con campanas otra vez y los gritos de agua.

Walker de buen humor daba largas cabalgatas por las calles. -Pero Corral ca'bizbajo no salía de su casa. .

y aquel día en que fue preso (juzgado por el Consejo de Guerra, y el reo encomendado a la clemencia de Walker~

y Walker: que el reo sería fusilado a las doce del día) 'Vinieron señoras, con la madre, y las tres hijas llorando, las dos menores abrazadas a las rodillas de Walker;

y él!: en medio de sus oficiales y rodeado de la guardia cubana. y los filibusteros afuera oíamos en silencio

y aquel hombre que había tenido una novia en Nashville, Helen Martin, sordomuda,

que murió de fiebre amarilla, _por la cual aprendió el lenguaje de manos y trazaban entre ellos signos silenciosos en el aire-, como si una compasión fugaz como el vuelo de un párpado hubiera cruzado entonces sus incoloros ojos de hielo, dijo levautando la mano:

-que Corral no sería fusilado a las doce del día... sino a las dos de la tarde.

y afuera nosotros, los filibusteros,

estábamos pendientes.

y vimos la plaza ensombrecerse bajo una nube,

las palmeras quietas, la Catedral, la gran cruz de piedra,

y al fin de la Calzada, como un muro, el lago plomo.

"Good, how generous!" riendo a carcajadas;

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