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Refiriéndose en general a los ""ldados guate–
lnaltecos y su estoicismO'. durante la guerra, uno
de los filibusteros, Livy Lewis, recordaba, a– ños después: "Entre los aliados, los guatemalte– cos siempre dieron muestras de disciplina y va– los. Entre los mucbos encuentros que tuvimos con ellos en Masaya y Granada mostraron cier– to fatalismo oriental que los bacía indiferentes a las fatigas, a los peligros y a ia muerte. En
tieJupGS posteriores confirmé mis juicios sobre
la oficialidad guatemalteca: los más humildes unian a su fortaleza de ánimo y a su serenidad una mc,dalidad cortés y caballeresca. Mostraban dondes y buena crianza y formas gentiles, so– hle todo entre los oficiales de superior cultm'a que cayeron en nuestras manos en calidad de
prisioneros.
Prueba histórica de ese estoicismo de los guatemaltecos la da el Padre Ross, testigo ocu– lar del fusi.lamiento del teniente coronel Val– derrama y el capitán Allende, hechos prisio– neros en los alrededores de Jalteva, en una de
tantas escaranlUZas que siguieron a la desocu–
pación de Granada, por parte de los aliados. Ca–
si en el nlomento mismo de recibir la muerte,
hahia dicho AUende a su compañero, al negar– se a que se les vendara los ojos y a sentarse en el fatal banquillo.: "¿No es la muerte una da– ma? Pués recihamósla con toda .la cortesia que se debe a una dama, de pie y mirándola".
James Cason Hamilton, otro fi1ibustero, es– critor testigo, agrega "En toda mi vida nada me
ha emocionado más que este tristísimo suceso....
El coronel Valderrama y el capitán Allende e– ran caballeras de superior altura, indudable– mente acaudalados y de modales corteses y de– licados. La impecable corrección de ambos pri– sioneros habia ganado la buena voluntad de sus custodios, al grado de que detenidos y carcele– ros cantaban y bailaban juntos..... Cuando el General expidió la orden de ejecutarlos, ardie–
ron nuestros corazones y todos nosotros derra–
mábamos 'lágrimas, oprimidos por el dolor...."
Enhada al Fuerh~1 José Viclor ZavaJa
Más tarde vendria la venganza de los gua– temaltecos. Aquel Walker, vandálico en centro– américa, conocía a fondo la historia de Europa y aún los grandes monumentos de la Literatu– ra greco-latina. Batres Jámegui nos cuenta, en su tercer tomo de "La América Central ante la Historia" que agradecido Walker al general Za– vala por la formjl caballerosa como este lo es– coltó hasta San Juan del Sur, eu su última de– rrota de mayo del año siguiente, le habia obse– quiado un curioso y bello e'jemplar de "La E– neida" de Virgilio con eruditas anotaciones del mismo Walker.
Llegó por fin el dia en que el General Za– vala vengó la sangre de los oficiales fusilados por Walker.
Alejandro Francisco Lainé, de la HGr y na– ta de los jóvenes Cubanos que más habian lu– chado por la independencia de su patria, habia llegado con cuarenta cubanos entre 250 reclu– tas y a la cabeza de ellos Goicow'ia, en virtud del pacto convenido primero por su enviado
Lainé: "Héroe,s en Cuba y verdugo& en Nicara–
gua" Los llamó nuestro g"an colaboradc.r guate– malteco, ya fallecido, Don Virgilio Rodríguez Beteta, quien refiere IIsi la vengllnza de sus compatriotas:
"Cuando Lainé, ya hombre de toda la con· fianza de Walker y su primer edecán fué cogido en una trampa por los soldados guatemaltecos del entonces Coronel José Victor Zavala, eu oc– tubre de 1856, éste les preguntó, según cuentan: -¿Habla el prisionero españ"l?
-Sí, mi coronel, perfectamente.
-Pnés, entonces, que lo amarren a W1 árbol y
lo fusilen por la espalda. ¡SU traición es do– ble!
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