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la hora, ya cercana, del inicio bélico contra los Es~

tados abolicionistas y defensores de la unidad na– ciónaI y total del Norte........, no tienen mayor efecti– vidad que las de orden intelno, especialmente el odio a muerte entre granadinos y leoneses y, en general; la anarquía que trajo la independencia.

Porque la Guerra Nacional, desde que Centroa– mérica se independizó, existía potencialmente. Jo– sé Cecilio del Valle, el político de mayor clarivi– dencia en su época, temía que la independencia rom– piera la unidad, destruyera la paz y bajera desgra– cias, como en efecto trajo todo eso. Por eso se opo– nía a ella. Y hasta predijo la llegada de Walker: "Sabedores de ellas (las desgracias de Centroamé– rica) -escrbía- un aventurero aprovechando mo– mentos vendrá a dictarnos leyes. Los pueblos, de– bilitados, abatidos y degradados no tendrán la ener– gía necesaria para conservar sus derechos, sucum– birán indecorosamente a la fuerza del poder...". Esta plofecía, como puede verse, se cumplió al pie de la letra, salvo su segunda parte.

HEl fracaso de los filibusteros en Nicaragua ""-anota RecIus- no de'be ser considerado de sim~

pIe importancia local, por jugarse en esa guerra no solamente el destino de la Amélica Central, sino en realida la suerte de los Estados Unidos y del Nuevo Mundo Los estados esclavistas -agrega interpre– tando los verdaderos fines, ya comprobados, de Walker-, directores hasta esa fecha de la política americana, que la preponderancia económica de los Estados Unidos amenazaba más cada día, debían trnsformarse en conquistadores, para restablecer a su favor el equilibrio; necesitaban el gran Imperio Indio, es decir Cuba y las Antillas, México y la América Central" (7).

El célebre geografo se refería, concretamente, al combate de Rivas, donde ulos esclavistas perdie~

ron su primera decisiva batalla". Compara, pues, esa acción bélica a la de Maratón y a la batalla de San Jacinto con la de Salamina, o sea cuando los griegos triunfaron definitivamente soble los per~

sas.

En la propia significación geográfica-histórica está, creemos, la más decisiva consecuencia de la Guerra Nacional No solamente en ella se puso en peligro la vocación universalista de Centroamérica, por la que probamos que nuestra manera de ser universales era siendo Ubres, sino que, según William O. Scroggs y Laurence Green, planteó una tridis– yuntiva en el caso de que Walker hubiera ganado la guerra en Centroamérica. O la guerra civil de Se– cesión se hubiera pospuesto indefinidamente o no hubiera tenido lugar o, en último término, su re– sultado hubiera sido muy diferente del que tuvo, o sea que Lincoln la hubiera perdido y los estados antiesclavistas del Norte.

En las consecuencias de la Guerra Nacional ad– vertimos pues, que ésta fue la más importante, aun– que fue engendrada por su significación geográfi– ca-histórica y se asienta en ~l terreno de lo posible. Eliseo RecIus, en su Geografía Universal, ya desde 1891, había intuido esa significación al comparar en el tomo XVII el triunfo de los centroamericanos con la batalla de Maratón, donde el mundo griego, representante del espÍlitu y la cultura occidentales, rechazó al mundo persa, representante del espíritu y la cultura asiática.

El resto de las consecuencias son las que po– dríamos llamar inmediatas, porque son obvias y co~

munes en toda guerra. A ellas pertenecen, entre otras, un considerable saldo de muertos y heridos, la propagación del cólera, un estado de intranquili– dad, peligro y amenaza -sobre todo en la ciuda– danía nicaragüense-, un consecuente atraso eco– nómico, la destrucción total de una reliquia colo– nial: la ciudad de Granada con sus archivos y de– más joyas históricas, etc; en fin, como dejamos di~

cho, el intento de Guerra enh'e Costa Rica y Nica– ragua.

En realidad estas consecuencias son secunda– rias y no ofrecen mucho interés para comprender la esencia de la Guerra Nacional que reside ente– ramente en su significación, productora de otra con~

secuenoia que, sin estar en el terreno de lo posible comu ..as supuestas por Scroggs, Green y Reclus, hoy hadie pone en duda. Y es ésta: que el istmo centroamericano dejó de halagar a las potencias co– loniaJes modernas. No se cumplió, en definitiva, la pretensiosa predicción de Walker Scott que afirma– ba que quien poseyera a Centroamérica, Hl a llave de los mares", sería "el dueñQ del comercio uni– versal".

NOTAS

"Rivas nUestra y Cel'1troamérica" Pensamiento Cen~

41, Octubre, 1964,

Máximo Jerez Inmortal. Managua" Tipografía

vista Conservadora del Pensamiento Céntroa

p

meticano, Vol 9, No 49, Octubre, 1964, P 12 de "El LibIO del Mes")

Salvatierra, Sofonias Comentario Polémico

Progreso, 1950, P 145

Rodríguez Beteta, Virgilio batalla de Mal atón Lincoln (Revista Conservadora del troamericano. Vol 9, No

P 66).

(6)

(7)

(1) Levy, Pablo Nicaragua. Paris. 1873, P 61

(2) Guzmán, Emique Diario Intimo, (Suplemento de Revista Conservadora, Vol 1, No 3, Octubre,

1960, P 43)

(3) Cabrales, Luis Alberto "La Constitución de 1838 y la Compañía del Tránsito en la guerra Nacional" (Edueación, No, 5, Septiembre de

1958, P 19)

(4) Ibid, P 25

(5) Rodríguez Beteta, VirgUia, Guerra ccntroame.. ricana contra Walker y sus filibusteros. (Re-

(66)

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