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UNA CELEBRIDAD NICARAGUENSE

DE LA INDEPENDENCIA CENTROAMERICANA

MIGUEL

LARREYNAGA

PEDRO ORTIZ.

Escritor Nicaragüense

Del briJlante grupo de notables centroamerica–

nos que descuellan a principios de este 5ig19, destá– case la nobilísima y simpática figura de Miguel Larreynaga con perfiles y contornos de tal vigor,

corrección y limpidez, qne están reclamando el pin–

cel del artista que habrá de fijarlos en lienzo in–

mortal.

Miguel Lareynaga se impone por sus hechos a la memoria nacional a través del tiempo y del es– pacio, que virtud y ciencia son de nat~raleza tras– cendente y hacen vivir después de muertos a los hombres que han sabido cultivarlas.

Omitir, pues~ el relato de la vida de esta ce– lebridad nicaragüense serja arrancar a la historia patria una verdadera página de honor.

En esta República sólo BarbereDa pudo acaso disputar a Larreynaga las palmas del saber.

8i Venezuela cuenta un Bello en SUs anales, y

Colombia tiene un Caldas, Nicaragua puede decir con orgullo que ha tenido también un Larreynaga; que a sus discretas Lecciones sobre la elocuencia forense y a su traducción de la Rectórica de Aristó– teles, no les hubiera negado su paternidad el sabio oaraqueño porque vinieran en mengua y en desdo– ro de su nombre, y entre su decena de póstumos volúmenes, lo tocante a las ciencias n.atalales hu· bicra banado la mejor acogida por parte del ilus– tre redactor del Semanario.

Entre nosotros, Larreynaga fué el primero en su tiempo desde el punto de vista de la cien.ela, y lo sería hoy mismo si viviera, pues aquella heroi– ca consagración al estudio y aquella fuerza intelec– tual nunca abatida, son raras cualidades que difí–

cilmente se encuentran reunidas en una ~sma peJ;'– sonalidad, e.n época como la pr~sente, en la que, por lo general, se prefiere sobrenadar por la su– perlicie a sumergirse en el fondo de las oosaSj en una época en la cual, si la instrucción se eneuen· tra más difundida en Ja sociedad, carecemos de aquellas respetables pers~nalidades q.ue concentran en sí mismas un gran fondo de saber, bien así co· mo una lente poderosa reune la luz del sol en un

foco de gran intensidad.

El señor Larreynaga no es de aquellos hom– bres de ciencia que a fuer de profundos y dados al estudlo vienen a convertirse en simples recep· táculos, y s\Jelen hacer en el campo de la instruc· ción p·úblioa el mismo papel de las necesidades ma· teriaJes.

En ese espíritu hay irradiaciones.

En esa entidad cientifica hay movimiento, po·

der comunicativo.

No bien acaba de expirar su p~abra instruc· tiva en la cátedra, cuando ren~ce y 5~ multiplica bajo nueva forma en las columnas de la prensa

periódica, ó se fija en las páginas que han de apa~

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