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Fué entonces cuando realizó la atrevida proe– za de la aprehensión de cinco barcos enemigos en Paita, utilizamto para esa operación la fragata "Le– vante" a su mando inmediato, quedando los tri– pulantes y carga COmo presa del Rey.

Por encargo del Marqués de Avilés empl cndió

en 1804. la pacificación de Lambaycque, regresando a Lima, después de realizada en forma satisfactOlia para su superior la ardúa empresa.

Nombrado por segunda vez en el año siguien– te Jefe Militar de la provincia de Trujillo, realizó en el término de (loce meses la ereccióJ'l de un fuer– te en el puerto de Paita, obra que fué loada en do· cumento oficial, aprobándose sin objeción, las cuen– tas por él presentadas.

Poco tiempo después figuraba en Lima como Mayor General del Ejército que el Virrey mandó organizar para repeler, si llegara el caso, la inva– sión extranjera.

En 1808, después de visitar la región de La– mas, presenta a la Superioridad un brillante infor– me sobre la organización de la defensa fronteriza, siendo aprobado el proyecto por Su Majestad.

Pasó luego al l'eino de Chile, a bordo de la

Corbeta "Sebastiana" con 10f) infantes y dos eaño– Des de campaña atendidos por cinco artilleros.

Ascendido a Brigadier, después de haber bati– do a los alzados, llegó hasta Chillán, donde tomó el mando de las h'opas peninsulales.

Recunquistando toda la provincia de Concep– ción

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logró, merced a su valeroso esfuerzo, resta– blecer la comunioación de 'Í'aleahuano con Lima, largo tiempo interceptada.

Pero DO todo había de sel éxitos para Gainza y en Chile infligióle una derrota el jefe Macken– na en los cerros de Ranquil, teniendo que buscar re~

fugio en Talea.

A consecuencia de este revés para las armas españoles, se abri6 un proceso contra Gainza. La causa duró en trantltación hasta 1816, pero sin du– da logró justificarse y salir bien librado de ella, puesto que dos afios después se le honraba por Real Orden del 18 de marzo, con el nombramiento de Inspector General de Tropas Veteranas y Milicias de Infantería y Caballería de Guatemala.

Tales funciones desempeñaba cuando el Excmo. Don Carlos de Urrutia y Montoya, Teniente General de los Reales Ejércitos, Caballero Gran Cruz de la Orden Real y Militar de San Bermenegildo, Presi– dente, Gobernador y Capitán Genera] del Reino, por sus muchos años y quebrantos, depositó en 1820 el mando superior en la persona de Gainza.

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Comentaristas de los acontecimientos desarro– llados en la metrópoli de Centro América en los días de septiembre de 1821 han juzgado con gran apasionamiento la actitud de Gaínza, calificando de equívoca su actuaci6n.

Agregan que se enred6 en sus propias redes, porque el lesuJtado que esperaba de la Asamblea

l)Or él convocada para el 15, era muy diverso del que culminó con el desconocimiento a'bsoluto del do– minio español.

Sin embargo, del estudio sereno de aquellos su– cesos, forzosamente habrá que deducir que tales a– preciaciones pecan en mucho de injustas y que sus autores de 10 que menos se hacen cargo, es de las circunstancias y sentimientos predominantes en la masa popular en ese momento histórico.

No son pocos los que a estas lloras se imaginan que en todo Centro Amélica había en los últimos años de la época colonial, un vivísimo anhelo de emancipaoión política.

Nada más equivocado.

Los habitantes de este pedazo del continente americano vivían plenamente conformes con llamar– se "Leales vasallos del muy amado Fernando VII"

Ya el Capitán don José Bustamante y Guerra, considerado y CaD t'azón como el más duro de los Representantes del Poder Real en Guatemala, pu– do e~cribir en 1811, aquellas significativas palabras en su Manifiesto del 12 de Abril: uPlacentero con– traste ofrecen en Guatemala las tristes imágenes de otros lugares agitados por insanas discordias. Para– bienes me doy por haber venido a un país donde andan hermanadas la lealtad cou: la sensatez, el pa– triotismo que en otras partes es la hipocresía de las facciones, con la racional subordinación que es, el 4ngel tutelar de los pueblos".

Movimientos para sacudir el yugo no los hu– bo en ninguna parte de Centro América antes del

15 de Septiembre de 1821.

Los que se han pretendido presentar como tales, ocunidos en El Salvador y Nicaragua, no tuvieron jamás tal finalidad.

La fantasia y exaltación patriótica de algunos escritores los ha desnaturalizado, forjan(10 alrede– dor de ellos una bella leyenda que no resiste

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por desgracia, el primer empuje del análisis y la com– probación histórica.

Aquí podríamos parodiar la célebre frase de Madama Roland, diciendo: ¡ Oh Historia, cuántas falsedades se consignan en t':l nombre!

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