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CONCILIADOR DE LA INDEPENDENCIA GABINO GAINZA
LUIS CARTIN G.
Costarricense.
Nadie ignora que en 1821, año de la emanci~
pación política de las actuales cinco secciones de la América Central, entonces Reino de Guatemala, era. representante de la dominación española, el Bri~
gadier don Gabino Gainza y que su firma es la pri– mera que aparece en el Acta de la Independencia.
\Cuando de niño acudía yo a la escuela, y el maestro con tono solemne, en el Día de la Patria, daba lectura al histórico documento, despertábase– me la curiosidad de saber con alguna amplitud quién era ese sujeto que para mí ostentaba un ape– llido tan exótico COmo sugestivo. Bastantes años hube de esperar pala conocer los antecedentes de don Gabina, pues aunque repetidas veces consulté las obras en que esperaba encouhar los datos que obsesionaban mi imaginación de muchacho, siempre resultaba defraudado en mi búsqueda. y es que ninguno de los textos de la Historja editados en Centro América tienen sino insignificantes alusio– nes al pasado del funcionario peninsular.
Como a la postre logré recopilar algunos da· tos, posiblemente ignorados para la casi totalidad de mis lectores, por la razón apuntada, los trans– cribo a continuación, no dudando sean acogidos con interés por quienes deseen enterarse de las ejecu· tOlias del primer firmante del pliego considerado como la fe del bautismo de Centro América.
Don Gabino Gainza y Medrano nació en Pam–
plona (España) el 26 de octnbre de 17í3. Fné su
padre don José Javier, Mayorazgo y Señor de 0110.
Su madre doña Eulalia procedía de familia noble de Navarra.
Dejóse cautivar por la afición a la carrera de las armas, ingresando cuando apenas contaba 16
ños como Cadete en el Regimiento de Infantería de Soria. En este Cuerpo ascendió muy en breve, gra– cias a su dedicación al estudio, al grado de Subte· niente de Bandera, siéndole conferido en corto pla– zo los de 'reniente y Capitán, distinguiéndose en to– do tiempo por su inteligenoia y subordinación a la ordenanza.
A los 26 años se vino a América con el ejército que de la Península salió al mando del Teniente General don Victorio de Navia.
En la expedición sobre Penzacola peleó como Ayudante, habiendo permanecido sin decaer su CO~
raje, en una de las trincheras, 12 dias consecuti– vos, no obstante carecer de vituallas, hasta la ren p dición ele la pla2a.
Después prestó sus servicios en La Habana, con las fueIZas del barco uPaula", tomando parte en varias acciones navales.
Trasladóse, vía Panamá, al Perú, en cuyo rei–
no sirvió con encomiable aptitud la Secretaría de la SubinspecciÓn General Militar.
Poseedor del titulo de Caballero de San Juan y con el grado de Teniente Coronel del Ejército Real de Lima, ocupó luego el puesto de Comandan– te de los partidos de Chancay y de TrujiHo, alcan· zando en sus funciones valiosos prestigios.
Regresó a su patria por el Cabo de Hornos, pe– ro el gobierno español lo volvió a mandar a tierra americana en 1'790, designado como adjunto del Brigadier don Callos del Corral, que se embarcó en Coruña hacia el Perú.
Cuando del Corral entró al desempeño del car· go de Jefe del Distrito de Cuzco, pudo apreciarse el acier.to con que e11 la Corte se procedió al darle como asesor a Gainza por su experiencia y conocip miento de las diversas regiones del antiguo Impe· rio Incaico.
Gainza permaneciÓ al lado del Coronel del Co– rral hasta la muerte de este jefe.
Durante la época de la invasión francesa en Espáña, como las autoridades de las colonias, aten– diendo terminantes órdenes recibidas de Madrid, se viesen en la necesidad de tomar algunas medidas preventivas, el Virrey le nombló Comau(lante Mi– litar y Juez Real de Chanoay, caIgo que slIvió POl'
tres años.
En 1791, encontrándose la monarquía española. en guerra con Inglaterra, el Virrey Marqués de 050–
rio, le designó Comandante General de Trujillo, puesto de no escasas responsabilillades en aquel mo– mento.
Permaneció en él cerca de seis años, vigilando y recorriendo asiduamente doscientas leguas de cos– ta malsana, logrando mantener, mediante su exce– lente don de mando, la disciplina en sus fuerzas, quebrantadas por una larga y penosa permanencia en aquellos inhospitalarios sitios.
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