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luchan por una causa santa, que co~baten un sis· tema de Gobierno depresivo a la dignidad humana: no se ve allí la declaración de los derechos del hom– bre, ni la serie de cargos contra el Gobierno de la monarquía, como conculcador de esos derechos. Na~

da de eso, cualquiera que estudie detenidamente el

act.a de independencia de que se da lectura en todos los Ayuntamientos el 15 de Septiembre de cada año, se convencerá, sin el menor esfuerzo, de que aquel paso fué impuesto por las circunstancias a la sociedad guatemalteca: que ésta se había alarmado por el séquito que iban tomando en las masas po· pulares de Guatemala las ideas de libertad y los triurifos obtenidos por los inSUrgentes de México y

Sur América; y que antes de que el pueblo se apo– derara de una bandera tan peligrosa, se apresura–

~on a tremolar las autoridades, corporaciones, co–

~unidades religiosas y las principales clases socia– les de aquella capital, reservándose para más tarde el ponerse de acuerdo con las otras provincias, que posteriormente fueron Estados Unidos de Centro A–

lnérlca.

Tal ha sido nuestro advenimiento a la vida po– lítica. Empujados al campo de las instituciones li~

bres, no por profundo convencimiento, sino por te– mor a la demagogia, nuestros pasos han sido vaci– lantes, atendiendo poco al ensanché y consolida– ción de los principios adoptados, y teniendo como

principal mira la conservación del órden y la socie– dad; y en este camino hemos dado con frecuencia

en los dos grandes escollos de las sociedades demo~

cráticas: la demagogia desatada, y el autoritarismo absoluto, el despotismo, en sus más deformes ma~

nilestaciones, que es la consecuencia inevitable del

reinado de la anarquía.

La independencia de Centra América se procla–

de una manera contraria a la de los Estados Uni– dos. La sociedad guatemalteca cele'bró su acta, co– mo una deferencia a las aspiraciones populares de aquel vecindario; después excitó a Jos Gobiernos Jo–

cales de las provincias para que secundasen la pro– clamación y el juramento de fidelidad. En todo eso no se hace la exposición de los poderosos motivos que impulsaban a estas colonias a separarse del Go– bierno Ile )a metrópoli; ni de los propósitos que alentaban al entrar en la vida de Estados indepen– dientes; solo se ve el temor de que, excitado el pueblo de la capital por las ideas de libertad e in– dependencia, se elltregase a desbordes que pudic· ran acarrear fu~estas consecuencias.

No sucedio así en los Estados Unidos. Los re~

presentantes de las colonias británicas, se reunie~

ron en Congreso, Y bajo la protección de un pode~

roso ejército que habia reunido el General JOrge \Vashington, hicieron su solemne declaratoria, que no obedecía a temores de ningún género, ~ino a una

aspiración sublime-la de establecer un gobierno sólido que satisfaciese por Completo a las necesida~

4es de un pueblo culto y libre. Son muy notables trascribirlos para que se haga una compara~ión con los conceptos que encabezan el acta de independen– cia de los Estados Unidos de América. Vamos a los de ]a de Guatemala. Son los siguientes:

IlOuando en el curso de los acontecimientos hu–

manos se hace necesario que un pueblo se separe de otro con quien está unido, para ocullar entre los Es–

tados una Dosición independiente y adecuada al de– recho que Dios y lo~ hombres le conceden, el pru~

diente respeto que nI público se debe, exige la ma–

nifestación de las causas que le impelen a separar– se.

Es para nosotros evfdente que todos los hom~

bres son iguales por naturaleza; que a todos los ha dotado el Criador con ciertos e indisputables dere– chos, entre los cuales figuran la vida, la libertad y

la consecución de la felicidad. No es tampoco me– nos cierto quc, para ]a seguridad de estos derechos, han sido establecidos los Gobiernos, cuyo legítimo poder dimana del consentimiento de los goberna– dos, y, por consiguiente, donde quiera que una for~

ma de Gobierno se convierte en instrumento para la destrucción de estos fines, el pueblo está en el derecho de cambiarla, o abolirla y crear un lluevo Gobierno basándolo en los principios, y

O] ganizán– dolo en la forma que mejor eorivenga a la realiza– ción 4e su bienestar y de su felicidad. La pruden

M

cia aconseja que no se cambie por motivos leves y

transitorios los Gobiernos que cuentan muchos años de existencia, y por eso vemos que la humanhlad

se ha inclinado más a sufrir, mientras los males 1130

sido tolerables, que a rebelarse contra el régimen a que estaba acostumbrada. Mas cuando Ulla lar– ga serJe de usurpaciones y abusos, encaminados to· dos a un mi.smo fin, revelan el designio de someter Jos gobernados a un absoluto despotismo, éstos es– tán en su derecho, es su deber, al proporcionarse nuevos guardas de su seguridad futura. Tal ha si– do el paciente sufrimiento de estas colonias, y tal es ahora la necesidad que las impele a cambiar su primitivo sistema de Gobierno. La historia del ac– tual rey de la Gran Bretaña es una historia de re–

petidas injurias y usurpaciones, teniendo todas por objeto direeto el establecimiento de una tiranía ab– soluta en estos Estados. En comprobación de esto exponemos los hecbos a )a faz del mundo".

Por los conceptos trascritos se viene en conoci– miento de que las colonias americanas, al cambiar de forma de gobierno, nevaban en mira la conse– cución de la felicidad, que es la mira primordial de las sociedades humaDas: que ese bieu estar ha– bían tratado de conseguirlo agotando el recurso de

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