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armado para -solucionar- diferendos internos conti– núa la segunda y engendra a la larga una costum– bre de intranquilidades y zozobras que solo dejan lamentables huellas de sangre, profundas cicatrices que señalan el desastroso pasado.

ELECCIONES BORRASCOSAS

Las elecciones ofrecieron un espectáculo borras– coso. El partido opositor a Martínez se quejó en todas partes, haciendo ver los abusos cometidos por los Gobiernistas. El "cuadrismo" comisionó a Jo~

sé Dolores Estrada para que los representantes en el Colegio Electoral de Masaya. Se decía que en este lugar había sido mayor el número de fraudes realizados por los Gobiernistas y la elección distri– torial se concluyó bajo protesta. Sabedores los "martinistas" de la llegada del Gral. Estrada, dis~

pu~ieron apresarlo y por gestiones elevadas al co– nocimiento del Prefecto de Masaya Don Narciso Es~

pinosa, se consiguieron garantías, impidiéndose el ultraje proyectado. Tanto ha enardecido la políti– ca a los nicaragüenses, que los procesos electorales resultan eventos desconsoladores, válvulas de esca– pes, pasionales y con muy rarísimas excepciones, la casi totalidad de los ciudádanos se precipitan por el atajo de los atropellos, tallándose de esta manera los mártires de piedra que recurren al sacrificio y

al exhibicionismo, para reclamar posiciones Guber– nativas que no están a la altura de sus verdaderos merecimientos.

EL TRIUNFO DE MARTlNEZ

Inmediatamente después de cel rarse el debate electoral, se dijo que Cuadra había obtenido mayo– ría, pero que no reunía los requisitos señalados por

la ley electoral, y en consecuencia le COll espondía

al Congreso calificar la elección y señalar al candi– dato que hubiera correspondido al triunfo. El Go–

bierno de Martínez se preparó militarmente para repeler cualquier acto de violencia de los oposito– res, dando órdenes drásticas de fusilar a los promo– tores y agitadores, sin mas tardanza que el tiempo

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requerido para prepararse espiritualmente con su

confesor.

AMENAZAS DE GUERRA

El Congreso en Managua de conformidad con el Arto. 26 de la Constitución Política abiió los plie– gos de la elección y en una forma que no satisfizo al "Cuadrismo", declaró a Martínez electo popular– mente por mayoría de votos.

El Senador Don Pedro Joaquín Chamorro pro– testó la declaración del Soberano Cuerpo Legislati– vo, y pidió que se agregara al acta de la sesión, un voto razonado que a juicio de los cronistas de la época era más bien una declaración de guerra. En tono enérgico y provocativo explicaba a los legis– ladores la tremenda responsabilidad que se habían cchado a cuestas, al declarar triunfante al candida-

to que había registrado el menor número de votos. Todo indicaba que los enemigos de Martínez levan~

tarían como bandera de guerra el nombre de don José Joaquín Cuadra. Personas interesadas en la paz de Nicaragua, intervinieron ante unos y otros, para que arreglaran la explosiva situación, pero los conservadores de Granada, pusieron como condición indispensable el retiro de Martínez de la Presiden– cia de la República, debiendo depositar el poder en un miembro de la "fusión" como se le llamaba al bando político de don José Joaquín Cuadra. La respuesta del Presidente fué depositar el Mando en Don Nicasio del Castillo y asumir la Comandancia General del Ejército, que le pelmitiera libremente enfrentarse a la revolución.

JEREZ, CHAMORRO y BARRIOS, UNIDOS

Es interesante este episodio de nuestra historia. Fernando Chamorro uno de los hombres más impor~

tantes del Conservatismo, en idea y acción, arrastró a su partido a la alianza con Jerez y Barrios, que representaba el extremismo liberal.

De donde se viene fácilmente en conocimiento que las guerras en nuestro país, no obedecían a contenidos ideológicos, sino más bien a desbordes pasionales, a desalentadores personalismos y a con– clusiones interesadas. La rivalidad y el encono so~

lo han servido para. procurar la ruina y la miseria

de los nicaragüenses.

AUSENCIA DE IDEALES

Cuando por desgracia las Repúblicas Centro Americanas han tenido que ir a la guerra una con~

tra otra, han sido llevadas no por causas justifica– tivas, ni para resolver problemas de orden impe– riosos, ni para alejarse más del sueño dorado de la Unión. Los Gobernantes temerosos de agresión, han buscado al vecino para que le guarde las espaldas y con alguna probabilidad de triunfar disparan 50–

ble el hermano que en el mismo teatro de la gue– rra, comprende lo infructuoso de la lucha y ami– nora el coraje y la resolución, esperando que suce– sos inesperados pongan fin a la matanza. En 1863

dos ideologías opuestas dominaban en Guatemala y El Salvador. Rafael Carrera Presidente de la Pri~

mera, era clericalista exagerado y Geraldo Barrios Mandatario de la segunda, en su liberalismo infra– rrojo, puso en práctica un perturbador anticlerica– lismo. Estos Jefes de Estado fueron a la guerra, pero no para imponer sus ideas, sino para zanjar con la lucha armada, los odios y pasiones de ambos. Habiendo aventajado Barrios a Carrera, y toman– do en cuenta que el Gobierno de Nicaragua enca– bezado por el Gral. Tomás Martínez, guardaba más que simpatía, una alianza secreta con Carrera, ofre~

ció ayuda militar a Jerez para que lo alejara del Poder, sustituyendo el personal administrativo con personas afectas que le permitieron fortalecer la presión contJ;'a el Gobierno de Guatemala.

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