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no lograron apoderarse de la trinchera por el lado izquierdo, cuando el valiente oficial .Tarquín y toda la escuadra que defendía ese punto, habían muer~

to heróicamcnte. Dueños los filibusteros de un punto tan importante, hacían un nutrido y certero fuego sobre el resto de la línea.

PELEAR HASTA MORIR

Cortados de esta manera, teníamos que comn~

nicarnos las órdene5 a gritos. El infrascrito, con los Tenientes Don Miguel V élez y don Adán Solís, defendían el ala derecha; y yo, COmo primer Te– niente, recibí orden de defender el puesto, hasta morir si era necesario.

Mis compañeros se batían con admirable san– gre fría.

Los yankees multiplicaban los asaltos pero tu~

vimos la fortuna de rechazarlos siempre.

Uno de ellos logró subir a la trinchera y allí lué muerto por el intrépido Oficial Solís.

Eran ya las 10 a.m. y el fuego seguía vivísimo.

Los americanos, desalentados sin duda por lo infructuoso de sus ataques se retiraron momentá· neamente y se unieron las 3 columnasj pero pocos momentos después el grito de ¡Hurra, Walker! se lanzaron con ímpetu sobre el punto disputado. Se trabó una lucha terrible; se peleaba con ar– dor por ambas partes, cuerpo a cuerpo. . . . . DesesPerábamos ya de vencer a aquellos hom~

bres tan tenaces, cuando el grito de H¡Viva 1\Iartí· nez!" dado por una voz muy conocilla de nosotros, nos reanimó súbitamente.

ENERGICAS ORDENES DE ESTRADA

El Coronel Estrada, comprendiendo la grave– dad de nuestra situación, mandó al Capitán don Bar– tolo Sandoval nombrado ese día 20. Jefe en lugar del Teniente COI ouel don Patricio Centeno que pro– curase atacar a los yankee~ por retaguardia. Este bizarro militar se puso a la cabeza de los valientes oficialeS Siero y Juan Estrada y 17 indi– viduos de tropa, saltó la trinchera por detrás de la casa, logró colocarse a retaguardia de los asaltan–

tes, le hizo una descarga y lanzando con su poten–

te voz los gritos de ¡Viva Martínezl ¡Viva Nicara– gua!, cargó a la bayoneta con arrojo admirable.

LA DERROTA

Los bravos soldados del bucanero del Norte retrocedieron espantados y se pusieron en desorde– nada fuga.

Nos~tros, nevando a la cabeza al intrépido Co– ronel Estrada, que montó el caballo de Salmerón, único que habia, perseguimos al enemigo 4 leguas hasta la hacienda USan Ildefonso u

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Allí mató Salmerón con su cutacha al Jefe de los americanos Coronel Byron Cole y lo despojó de un rUe y de dos pistolas.

Nuestra pequeña fuerza tuvo 28 bajas entre muertos y heridos; entre los primeros fJguraban el Capitán Don Francisco Sacasa y el Subteniente Jar– quín, y entre los últimos, el ahola Coronel Don Car– los Alegría.

Los filibusteros perdieron al Coronel Cole, al Mayor, cuyo apellido no recuerdo y que era el se~

gundo Jefe, y 35 muertos, más, 18 plisioneros con– tándose entre ellos al Cirujano y muchos heridos que después hallamos muertos en los campos inme– diatos.

Tal fué el memorable combate que a batió a los invasores y (lespertó loco entusiasmo en el ejército que defendía la independencia de Centro América.

VERSION DEL VETERANO MANUEL BORGE

Primera fase del Combate

Afortunadamente, Estrada recibió el 13, las po– cas municiones que le mandaron, y al umaneC~l del memorable 14 de septiembre, cuamIo aÚn no se ha– bían disipado las bl urnas de la pasada noche, apare– ció Byron Cole al mando de 120 rifleros, que er· guidos y Ha paso de vencedOles" marehaban sobre las fortificaciones defendidas por los nicaragüenses

qUe ascendían a 160 hombres mal armados y peor pertrechados. Estra'>1a ocupaba el centro; el ala de~

recha estaba apoyada por una cerca de piedras y el ala izquierda se defendía por otra de madera, y le fué confiada al oficial Ignacío Jarquíu, a quien apo– yaban los oficiales Salvador Bolaños y Venacio Sa~

ragoza, todos valientes basta la temeridad; pero re– clutas.

Debido a lo escaso del parque, Estrada ordenó que se hioiera fuego hasta que el enemigo estuviera próximo a las fortifioaciones. Los filibusteros car~

garon con vigor sobre el ala izquierda, y llegando el momento, Jarquín dió la orden de fuego, y co– mo la descarga tué general, los filibusteros toma–

Ion la trinchera, sin recibir un tiro más. JarquÍn cayó muerto, Bolaños gravemente herido, Saragoza se retira y muchos soldados sucumben bajo los cer– teros tiros de los filibusteros; pero el sargento An– drés Castro, sin tiempo para cargar su fusil, los de– tiene un momento como un bravo, derribando de una pedrada a un yankee cuando saltaba sobre la trinchera.

ACTOS DE HEROISMO

El momento era abrumador, y aunque desalo– Jados los nicaragüenses de la trinchera, los oficia– les Alejandro Eva, Miguel Vélez, Adán Salís y 1\la– nuel Marenco, se encaran resueltamente al enemi– go y le disputan el paso, sin dejarlo dar q.no más

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