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« Previous Page Table of Contents Next Page »tael Carrera, invadió Nlearagua, situando su Gobier–
no en Somotillo el 29 de Junio de 1.856. Mientras tanto Martínez en combinación con Fernando Cha– marra, lograron armar una columna regular y el Coronel José Dolores Estrada fué de los primeros oficiales en ponerse a la orden, para combatir con– tra los que habían hollado el patrio suelo. El Co– ronel Fernando Chamarro su Jefe inmediato le con–
fió alrededor de un centenar de soldados para que hostigara a los bucaneros y prestara al mismo tiem– po garantías a los hijos del país, que sufrían los despojos cuantiosos de animales y pertenencias que enriquecían los abastos de los filibusteros. De Ma– tagalpa bajó a las colinas de Managua, al otro la– do del Lago y se situó en espera de los aconte· cimientos.
MUERTE DE UBALDO HERRERA
Pero antes queremos hacer constar que las ha– ciendas de estos lugares eran muy ricas ~n ganado. Las escoltas filibusteras llegaban con toda confian– za y echaban mano de lo mejor de las reses que encontraban a su paso. Ubaldo Herrera con el pe~
so de su triste historia sobre los hombros, encabe~
zaba esas prácticas reprobables. Cuenta Jerónimo Pérez que irritado~ varios patriotas, bajo el mando
de Julián Urbina, (a) Cabeza de Palo, Laurel Ga– lán, Esteban Zamora, Anastasio Sunsín y de un leo– nés llamado Domingo Delgado, partieron en perse– cusión de Ubaldo. En la hacienda uSan Benito" le dieron alcance. Primero le quitaron las reses y después le dieron muerte. (2 de agosto de 1.856).
LA POSICION DE SAN JACINTO
Refiere Walker que este incidente ocurrió a po~
cas millas de Tipitapa y por tal motivo, se le or– denó al Teniente Coronel Mc Donald atravezar el río Tipitapa y marchar sobre los llanos para saber si habían rastros del enemigo por ese lado. En aquel entonces los caminos (primeros~ días de sep– tiembre de 1.856) estaban malos, los movimientos eran necesariamente lentos e inseguros debido a las fuertes lluvias de la estación. Sin embargo Mc Do– nald, el capitán Jarvis y unos cuarenta hombres más salieron para San Jacinto, una gran hacienda de ganado situada a pocas millas al nordeste de Tipitapa. Esta propiedad de don Miguel Bolaños había sido ocupada por el Cmonel José Dolores Es– trada en esos días, con el objeto de procurarse ví– veres y reponerse de las duras fatigas de la cam– paña. Los cerros de San Jacinto constituyen unas alturas como a unos cuatro o cinco kilómetros de la CASA-HACIENDA, que la domilian. Para las armas de aquella época no era posible un alcan– ce potencial de fuego. Esta considelación cabe ha– cerla en primer lugar, porque el inás ligero examen que se haga en la actüalidad sobre las condiciones del terreno, lios Heva al convencimiento del ningún valor estratégico l'epl'esentado por esa hacienda, pe– ro eliminando ese factor decisivo, se juzga la es– tadía de Estrada desde otros puntos de vista. Los
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nicaragüenses no andaban a guisa de un lugar -es– tratégico para librar batalla. Su llegada allí, fué circunstancial. San Jacinto era la hacienda que poseía más reses y caballos por esos contornos. Al norte como a unas ochocientas o mil varas pasa una quebrada con suficiente cantidad de agua en el invierno. Muy cerca había pozo. Al Sur las fincas de La Luz, los cerros al Oriente y San Ilde– fonso al Suroeste. Había más de una quesera. La enorme cantidad de bestias que repastaban en sus llanos, se llevh.ban un día de la semana a los corra– les de la hacienda, para limpiarlas de las garrapa– tas y curar a las enfermas, golpeadas y heridas.
RELACIONES DESCRIPTIVAS
Al norte de la casa-hacienda estaban las que– seras, corrales y sitios adecuados para el movimien– to de la propiedad. Los corrales del poniente y del norte son de piedra. Uno intermedio al Orien– te, era de madera, lo mismo que el contorno del que cerraba la entrada. El espacio comprelUlido por estos es bastante grande, lo qUe da una idea del crecido número de animales que se ordeñaban. La casa-hacienda era de basta y cómoda cabida. Fué reconstruída en el año de 1.847, es decir 9 años an– tes del memorable combate. Así refiere una ins– cripción que encontré en el batiente superior de una de las puertas del costado Norte. Está graba– da la leyenda en letras bien visibles. Al arrancar un pedazo de tabla vieja, quedó al descubierto la referencia que he hecho alusión. Cuenta con dos corredores laterales al norte y al sur, y uno redu– cido en la cabecera oriental. Por el poniente no había corredor, porque en este sitio estaba ubica– da l~ cocina, que era competente. En el costado del Oriente había un cuarto para el sabanero. Los corredores estaban limitados por barandas de ma~
dera.
RECUERDOS DEL PASADO
En la actualidad se observan solo los cimientos ya que la construcción se vino al suelo. Era muy amplia porque la hacienda mantenía elevada canti– dad de mozos. El piso era de piedra, de la mis· ma que se observa en los corrales, apretujados con barro. Había un Santo en la hacienda que se fes– tejaba en el día de San Jacinto. Según referen– cias qUe obtuve, se encuentra en poder de los ac– tuales dqeños, que vendieron al Gobierno hectáreas, para hacer de ellas un sitio público de perenne re– cordación histólica. La casa está reconstruida hoy en la misma forma que era.
EL PRIMER ENCUENTRO
Walker asegura que Mc Donald venciendo los obstáculos naturales, junto con el capitán Jarvis y unos 40 hombres más, saliel'on para San Jacinto. Se tenía noticias que una parte de la tropa nica~
ragüense, ocupaba la casa hacienda. Antes del amanecer, Me. Donald, se situó muy cerca de este
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