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bliotecas, y acopio de personas ilustradas, con quie~

nes consultar los negocios árduos del Gobierno: grandes y decentes casas particulares, que ocupa~

ban los Ministros extranjeros; el asiento en fin del alto clero que le daba más respetabilidad a la ciu– dad, y prestigio a los Gobiernos.

En aquella época Managua no era la vigésima parte de lo grande y rica que es ahora. La Casa de Alto que era del común destinada para el uso de los Curas era de ta'einta. metros apenas, en el ángulo sureste de la extensa plaza en cuyo recin– to apenas había nueve casuchas con solares abier– tos COmo lo eran las de las calles que se veían de– siertas porque el 'tráfico de la gente se hacía por dentro de los solares. Carecía de edificios que sir· viesen de mansión a los Poderes Supremos y sus respectivas oficinas para exhibirse dignamente ante los enviados de las naciones extranjeras".

ESTRADA, MINISTRO AD·HOC

El proyecto tuvo favorable acogida y pasó a la del Senado, que después de los debates corres– pondientes y trabajos por entre bastidores, recibió también aprobación. La Jefatura del Ejecutivo, in– terinamente la retenía un político vinculado con los granadinos, y se opuso poniendo el veto respectivo. Como ninguno de los Ministros quisiera autorizar aquel documento, fué llamado el entonces Capitán José Dolores Estrada, y estando de acuerdo, puso su firma en concepto de Ministro interino. Agre–

ga el historiador Ortega Arancibia lo siguiente: "Estrada que habia pertenecido al paltido liberal hasta el movhniento reaccionario de Dernabé So– moza, en Managua, unido al Chelón, se pasó en es~

ta vez con todo su bagaje al partido conservador".

LA REVOLUCION

Encendida la guerra civil de 1.854, a los des– calabros sucedidos después de la Derrota de El Po– zo el 13 de Mayo, don Frutos organizó la resisten– cia en la ciudad de Granada, luchando contra el cer~

ca tendido por Jerez, acantonado en el barrio de Jalteva, sección occidental de esa población orien– tal.

Estrada observaba de largo el desarrollo de las operaciones y a las pocas semanas de luchas calle– jeras, se decidió a tomar parte en la contienda, pe– ro esta vez al lado de los Legitimistas. Según re– fieren publicaciones de El Defensor del Orden, las personas de todas las edades se habían apasionado tanto con las escenas y guerrillas de los animados encuentros, que en los salones y sitios públicos de las distintas ciudades ligadas a Granada, el Sitio de Jerez era el tema único de las conversaciones. Has– ta donde llegaría la resistencia y combatividad de los unos y de los otros? Hojas sueltas contenían las partes oficiales de los bandos combatientes, estimu– lando a la soldadesca a la que pedían más sacrifi~

clo y heroísmo. La muchachada Se p~edispuso p~ra

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esos dias de agitación y de horror, de tal manera que se organizó bien pronto una juventud entusias– ta y luchadora, y tomó el puesto de m.ayor peligro. Expresa un cronista que de aquel ambiente caldea–

do surgió una pléyade de valientes que suministra– ron nuevos nombres al calendario militar, figuran– do entre ellos: José Dolores Estrada, Eduardo Mon– tiel, Jesús Arana, Segundo Cuaresma, Manuel Ar~

güello, Tacho y Bartola Sandoval, Joaq~ín Zavala, Patricio Centeno y otros más.

ESTRADA, HERIDO EN LA GUERRA CIVIL

El 4 de agosto de 1.854, el Gral. Fruto Chamo· rro tuvo conocimiento que la segunda invasión hon– dureña organizada por el Presidente Trinidad Caba~

ñas, había llegado a Masaya y que saldrían muy de mañana a Granada par engrosar las filas diezmadas dc Jerez. Muy de madrugada del 5 movilizó fuer– zas (le la Plaza de Gran~da y las tendió en el ca– mino llamado de "las lomas" al occidente de la po· blacióD, hasta las proximidades del

4l matadero", en una línea paralela al camino de "las Diligencias", que era el camino real para llegar a Granada.

Sobre aviso las dos fuerzas, entre seis y siete de la mañana, hondureños y legitimistas se enfras– caron en el combate. Jerez al oir el tiroteo sacó gente de Jalteva y las envió en auxilio, por dos y tres ocasiones. Cansados unos y otros se retiraron. Las bajas de los dos bandos resultaron elevadas. La sangre corrió abundantemente y las tropas de don Fruto, perdieron jefes de alta figuración. Ma· yores fueron las pérdidas para la columna auxilar hondureña. No solamente por la nota roja tuvo carácteres singulares este oruento episodio, sino que lo ha recogido la hiStoria por haber caído grave– mente herido, un oficial valiente y temerario que peleó ardorosamente en defensa de su columna. El entonces Capitán José Dolores Estrada recibió un balazo en la ingle, y fué llevado en lamentable es– tado a la casa de su deudo muy querido el señor don Vicente Cuadra, que vivía donde hoy está si– tuada la Casa de los Dreyfus, edificación esquine– ra frente al Banco Nacional, Sucursal de Granada, Su cama fué de varias semanas y no esperó el com~

pleto restablecimiento, para seguir peleando por la causa oriental.

EL COMBATE DE PUERtO NUEVO

A flines de Septiembre de 1.855, los Legiti– mistas decidieron hacer una vigorosa ofensiva con– tra Occidente. De Granada, Masaya, y Managua, enviaron gente armada encarando la empresa a los oficiales más jóvenes: Tomás l\lartín~z, Fernando Chamorro, Hernández, Sarria, Francisco Díaz Za· pata, Hipólito Saballos y José Dolo,res Estrada. El S de Octubre se juntaron las fuerzas en Nagarote y el día siguiente se dió en Pueblo Nuevo, la me– morable batalla que dió un triunfo completo a los LegitimJstas. Ortega Arancibia al dar cu¡enta de esta acción de armas refjel'e: (flos que manaaban

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