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« Previous Page Table of Contents Next Page »una transformaoión general se estaba operando. Ese fermento democrátioo entumeció también a las castas privilegiadas, mejor dicho a la nobleza crio– lla y comenzaron a hacer concesiones en favor de los de abajo, los de la calle.
Del grito y de la inconformidad pasaron a los hechos y se sucedieron las asonadas libertarias en las que participó con entusiasmo el joven José Do~
lores Estracta. Se apasionó tanto en la lucha que sintió de veras el liberalismo y al sel vicio de esas ideas hizo sus primeras armas. La muchachada de
la época se solazaba demostrando actos de arrojo y provocación hacia el peninsular. Todo extravío de la autoridad 10 hacían mayúsculo. Venía la repre– sión y crecía la ola del descontento.
Las diferencias surgidas en E~paña entre Car· los IV y su hijo el Principe de Austurias que poste– riormente se ]e conoció con el nombre de Fernan– do VD, dieron ocasión a Napoleón Bonaparte pa–
ra intervenir en la Península. Después de la abdi– cación pretendió ceñir la corona española en las sie– nes de su hermano José Bonaparte dh;:ponicD(]o que las colonias españolas obedecieran al nuevo Monar– ca. España y América se conmovieron. El pueblo español luchó bravamente por su independencia y aquellas demostraciones de heroismo exaltaron a los americanos.
Para combatir a Napoleón se organiz.aron en América Juntas Gubelnativas y fué inmenso el es· piritu de rebeldía infundido. Las provincias uni– das se empeñaron espiritual y materialmente, para que la oposición resultara lo más provechosa, a los intereses de la Madre Patria.
Esas semil1~s habían caído en campo reraeísi– mo. La libertad de que hablan las autorIdades es– pañolas para arrastrar a los pueblos de América en
~u lucha contra Napoleón, fué del agrado general,
y se pensó en lIeval las cosas a mayor altura. Ya
no se trataba simplemente de insurrecciones contra el hombre que se paseaba triunfalmente por Euro– pa, sino que se pensó en la independencia de ES4
paña y de cualquiera otra Nación. Las Provincias de América estaban despel tando.
LAS LUCHAS DE LA VIDA COLONIAL
Después de varios siglos de dominación colo– nial, los hombres se habían acostumbrado a obede– cer la disposición dictada por autoridades distan– tes de los mismos sitios de po'blación. La propia educación impartida en los centros de cultura, fo– mentaba la disciplina del sometimiento y el rígido respeto. Todo camino que se abría llegaba al circo– lo c~rrado de la obediencia a la voluntad real.
De pronto aquel marco se rompió. Los hom– bres de las Provincias en su correr afanoso, no po– dían ser atajados por lag Débiles Juntas Españolas. Vlolentameute saltó el tapóu del reelplente y el al-
re libre dió; vitalidad a aquellos organismos que sa– cudieron los nervios en un campo de febril activi~
dad.
Granada, fué una de las poblaciones que palpi– tó con entusiasmo y se echó a la calle en las asona~
das libertarias de 1.811. Ya para este año, José Dolores Estrada tenía 19 años, y puso su grano de arena en favor de esa gran causa.
Monseñor Nicolás Garcia Jerez, Obispo de Ni– caragua, aswnió en León la Gobernación e Inten– dencia de la Provincia, organizando la Junta Gu– bernativa, que fué reconocida también por Grana– da. Hubo pláticas y ofrecimiento para calmar los ánimos, pero la eferv~scencia seguia su curso, y
dispusieron someter la ciudad por la fuerza de las annas.
El 12 de Abril de 1.812, rué ataeada la Plaza de Granada, por un numeroso ejército al Mando del Sargento n-Iayor Don Pedro Gutiérrez Los hombres de todas las edades empuñaron las armas. Calles, edificios e iglesias fueron ocupadas por los granadínos, y el joven Jo'sé Dolores Estrada con va– lentía y franca resolución expuso su vida en defen– sa de la Plaza. Todo el dia se combatió. La san– gre se derramó, muchos perdieron la vida pero los atacantes no Ilegaron al centro de la población. Ya
entrada la noche se retiraron a Masaya Los caño– nes emplazados en .lalteva y en las alturas del nor– te, cesaron de disparar.
Días más tarde se llegó a un arreglo con el Go– bernador, el señor Obispo García Jerez, pero los convenios fueron rechazados pOi' el Capitán Gene– ral de Guatemala y en conclusión los Jefes del Mo– vimiento fueron enjuiciados y castigados con penas severas.
Las medidas de represión fueron durísimas, pe– ro esos sacrificios no hicieron más qlle arraigar las ideas de liberad, no solamente políticas, sino tam– bién sociales. Por aquellos tiempos habían fami– lias que gozaban de privilegIos. José Dolores Es– trada dió pruebas en esos años de su apasionado li–
beralismo. No le Q..uadraba ese boato nobiliario de que hacían galas algunos apellidos. La Igualdad y la democracia en sus más puras raíces constituían ei norte de sus aspiraciones. Con ese gran idealis– mo lo sorpl endió la aurora de 15 de septiembre de 1.821. Había que romper las Jigas políticas que unían a Centro América con la Metrópoli Y una ve~
conseguida, siguió militando en el bando que se acomodaba con esa clase de cloctrinas El movi– miento político lo entendia de abajo para arriba.
LAS ASONADAS LIBERTARIAS
Insistentemente se ha venido diciendo que la Independencia no nos costó sacrificio y que la con~
quistamos solo el día que se ploclamó y se firmó el Acta memorable de Emancipación, sin enfocar
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