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me entró allí catorce díasj y después partí y no con buen tiempo... Cuando yo hube andado quince leguas forzosamente, me reposó atrás el viento y corriente con furia. Volviendo yo al puerto donde había salido, fallé en el camino el Retrete, adonde me retruje con h,arto peligro y enojo y bien fatigado yo y los navíos y la gente. Detúve~
me allí quince días, que así 10 quiso el tiempo; y cuando creí de haber cabado me fa~
lIé de comienzo. Allí lnudé de sentencia de volver a las minas y hacer algo fasta que l~e viniese tiempo para mi viaje y marear. Y llegado con cuatro leguas, revino la tormenta y me fatigó tanto a tanto que ya no sabía de mi p,arte. Allí se me refres~
có el mal la llaga; nueve días anduve pel'dido sin esperanza 'de vidaj ojos nunca vie~
ron la mar tan alta, fea y hecha espuma. El viento no era para ir adelante tii daba lugar para correr hacia algún cabo. Allí me detenía en aquella mar fecha sangre, hir~
viendo como caldera por gran fue&o. El cielo jamás fu~ visto tan espántoso:' un día con la noche, aldió C01110 fornoj y así echa ba la llamacon los rayos, que cada vez mi~
l'aba yo si me había llevado los másteles y velas. Venían con tanta furia espanta~
bIes que todos creíamos que me habían de fundir los navios. En todo este tiempo jamás cesó agua del ,cielo, y no para decir que llovía, salvo resengundaba otro dUu~
vio. La gente. estaba tan molida que deseaba la muerte para salir de tantos marti~
rios. Los navíos habían perdido dos veces las barcas, anclas, cuerdas, y estaban a~
biertos, sin velas.
Cuando pingo a nuesh'o Señor, volvía Puerto Gordo, adonde reparé lo mejor que pude. Volví otra vez hacia Veragua para mi viaje, aunque yo no estuviera para ello. Todavía era el viento y corriente contral'los. Llegué casi adonde antes, y allí me sa~
lió otra vez el viento y corrientes al encuentro. Y volví otra vez al puerto, que no osé esperar la oposición de Saturno con mares tan desbaratados en costa brava, por· que las más de las veces trae tempestad o fuerte tiempo. Esto fue día de Navidad, en horas de misa. Volví. otra vez adonde yo había salido con harta fatiga; y, pasado año nuevo, torné a la porfía, que aunque me hiciera buen tiempo para mi viaje:" ya te– nía los navíos innavegables y la gente muerta y eufcl'ma. Día de la Epifanía llegué a Veragua, ya sin aliento. Allí me deparó Nuestro Señor un río y seguro puerto, bien que a la entrada no tenía salvo diez palmas de foñdo. Metíme en ,él con p,ena
l
y al dí~ siguiente recordó la fortuna: si me falla Íucra, no pudiera entrar a cau~a del banco. Llovió sin cesar fasia a 24 de enero, de improviso vino el río muy aIto y fuerte: quebróme las amarras y proeses, y hubo de llegar los navíos, y cierto los vi en mayor peligro que nunca. Remedió NUestro Señor, como ~iempre hizo. No sé si hubo otro con más martirios. A 6 de febrero, lloviendo, envié setenta hombres la tie~
rra adentro; y a las cinco leguas fallaron muchas minas: los indios que iban con ellos los llevaron a un cerro muy:alto, y de allí les mostraron hacia toda parte clianto los ojos alcanzaban, diciendo que en toda parte había oro y que hacia el Poniente llega~
ban las minas veinte jornadas, y nombrab an las villas y lugares y adonde había de ello :más o menos. Después supe yo que el Quibi.an que había dado estos indios les había maildado que fuesen a mostrar las minas lejos y de otro su contrario, y que a– dentro de su pueblo cogían, cuando él quería, un hombre en diez días una mozada de oro.. Los indios sus criados y testigos de esto traigo conmigo. Adonde 'él tiene el pueblo llegan las barcas. Volvió mi hermano con esa gente, y todos con oro que ha'" bían cogido en cuatro horas que fue allá a la estada. La calidad es grande, porque ninguno de éstos jamás había visto minas y los más oro. Los más eran gente de la ;mar y, casi todos grUmetes. Yo tanía mucho aparejo para edificar y muchos 'basti~
mentos. Asenté pueblo, y di mnchas dádivas al Quibian, que así llaman al señor de la tierra. Y bien sabía que no había de durar la concordia: ellos muy rústicos y nuestra gente muy importunos, y me aposesionaba en su término. Después que él vido las cosas fechas y el tráfico tan vivo, acordó de las quemar y matarnos a todos. Muy al revés salió su propósito: quedó preso él, mujeres y fijos criadosj bien que su prisión duró poco. El Quibian se fuyó a un hombre honrado, a quien se había en~
tregado con guarda de hombresj e los hijos se fueron a un maestre de navío, a quien se dieron en él a buen recaudo.
En enero se había cerrado la boca del río. En abril los navíos estaban todos co–
~idos de broma y no los podía sostener SObl'C a;ua. En este tiempo hizo el río un canal, por donde saqué tres de ellos vacíos con gran pena. Las barcas volvieron a– dentro por la sal yagua. La mar se puso alta y fea, y no dejó salir afuera: los in~
dios fueron muchos y juntos y las combati eron, y en fin los lllataron. Mi hermano y la otra gente toda estaban en un navío que ad.entro: yo muy solo de fuera en tan bra'" va costa, con fuertefiebrej en tanta fl1:tiga: la esperallza de escapar era muerta.
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