This is a SEO version of RC_1967_09_10_N84_85. Click here to view full version
« Previous Page Table of Contents Next Page »porque todos y cada uno de nosotros qtieda incluído en esa patética proclama, que un hombre genial lan R za al mundo para notificarle una grata nueva.
La influencia histórica de la HCARTA" no ha cesado y su actualidad se mantiene efectiva y pal w pitante, desde que enterados los Reyes Católicos de su contenido, respondían a Colón el 30 de marzo de 1493, y a la par que se complacen del buen suceso de su primer viaje, y le llaman: nuestro Almirante del mar Océano, Visorrey y Gobernador de las Islas que se han descubierto en las Indias, le ruegan que vaya pronto a Barcelona a donde están, y se dispon– ga a preparar un segundo viaje de exploración y
asentamiento.
Unas semanas más tarde, y en virtud de esta
misma CARTA DE COLON, expide el Papa Alejan–
dro VI las Bulas que llevan fecha 3 y 4 de Mayo de 1493, respectivamente, conocidas como las Bulas de Concesión y Demarcación, por las que el romaR no Pontífice otorga a España los beneficios de su reconocimiento y beneplácito.
y ya por entonces circula por toda Europa, en vel'sión directa o traducido, el sensacional mensaje, que levanta el clamor del público, sobrecogido con los inesperados cambios, que suponen tales descu– brimientos. Y al instante se inicia un proceso di· plomático y de alta política internacional, cuyas consecuencias han de llegar a nuestros días, que pretende, en primer lugar, conocer todo el alcance de la sensacional empresa, que el rumor popular habría, seguramente, desorbitado, y después, resta– blecer a todo trance el equilibrio de las posiciones tradicionales, súbita~ente alterado, de modo que las potencias europeas negocian. se lígan y combi R nan para contrarrestar los efectos de una empresa afortunadísima, que ha remontado a la cúspide del poder y de la grandeza a una nación, que por estar situada geográficamente en la periferia del Conti– nente, y muy entretenida en su lucha muItisecular contra las fuerzas sarracenas que lo invadían, no era tenida en gran consideración como posible ad– versario en el terreno de la economía o de las ar~
mas.
Cuatro siglos y medio largos han transcurrido desde entonces y ya hemos visto los resultados prác~
ticos de los avances que Don Cristóbal Colón nos da en su HCARTA": la exaltación de AMERICA, hoy la mayor potencia del mundo, que se levanta inmensa de grandeza y de recursos, y con Un dina– mismo entrañable, que le yergue ante posibilídades insospechables, tales, que oscurecen la razón del
hombre.
• • •
España, entretanto, dió ser y vida a numerosos pueblos, y por último languideció ante el empuje arrollador de sus propios hijos. Pero no se había
(104)
apagado en ella la veta brava de su vigor racial, y
ahora se despereza y recupera sobrepujada por una realidad suprema, que el mundt" tiene delante como problema, tal vez el único y tal vez el de siempre: la relación política del género humano y su unifica– ción espiritual. Exactamente, lo que se proponía Colón al emprender su viaje hacia las Indias: esta– blecer relaciones de tráfico y comercio con el Ex– tremo Oriente, y la conquista espiritual de los rei w nos del Gran Can. Objetivos que no fueron alcan– zados entonces ni todavía, pero en los que España permaneció fiel en el transcurso de cuatro siglos, avanzando la marca de SUs límites en el Nuevo Continente hasta dar frente a las costas del coloso chino, sj~mpre amenazante y siempre amenazado en razón misma del flujo de una vecindad, que el velo de las anchurosas aguas del Pacífico hacen doble– mente hostil y atrayente. De otro modo no se ex– plica la permanencia de España en' Filipinas y la integración del Archipiélago en la gran familia oc~
cidental, que como poderoso baluarte de la CrisR tiandad Se alza en el Extremo Oriente, y es fren R te adelantado de una contienda moral, que fatal .. mente se ha de resolver con la fusión de todos los hombres en una superior unidad de espíritu y des~
tino.
• • •
Qné virtnd la de esta CARTA MENSAJERA,
que se hace inagotable en la interpretación histó" rica de su contenido. Cuando se habla, y con raR zón, del poco crédito que merece la ciencia de Co– lón, por el evidente yerro que sufre al confundir las costas del Nuevo Mundo con las del continente asiático, ~el que se hallaba a tantos miles de kiló– metros distanciado, resulta ahora que su intuición profética le había puesto en lo cierto al afirmar e insistir que la expedición que capitaneaba, se diri– gía a la provincia de Catayo, a los reinos del Gran Can, "donde haura grand trato e ganancia, en tor– nándose tantos pueblos á nuestra sancta Fé
Vemos, como en realidad el descubrimiento de Amél'ica no fué más que una incidencia de ese via. je que histólicamente da comienzo con la CARTA
DE COLON, Y se prolonga a lo largo de 450 años
de incesante progreso hacia las costas de Catayo, donde ahora se sitúan las naves de Occidente frente ni gran enigma de Asia.
El recuerdo de Colón en el 450 aniversario de su muerte, y la reiterada universalización de su faw mosísima "CARTA" que reaparece exactamente re– producida, parece reavivar la fuente pura del dere– cho impe,recedero que asiste a España, como na– ción descubridora, madre y civilizadora de Améri~
ca y el deber indeclinable que tiene de figurar, co~
mo parte principal, en las avanzadas de esta gran contienda moral que el mundo tiene entablada por su unidad orgánica, política y espiritual.
This is a SEO version of RC_1967_09_10_N84_85. Click here to view full version
« Previous Page Table of Contents Next Page »