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aGl,Isan frecuentemente del misma pecado, alegando que su entusiasmo es contraproducente,

ma(~~do el espíritu "ítico de un joven creador.

De esta manera, los dos lados de lo barrera, lanzan lo misma arma de ataque contra el pOeta, cuyo "defecto" es una comprensión dema;iado generosa, una cordialidad humana y litera–

ri~ que realmente no conoce fronteras.

Con estas criticas, todos olvidan que precisamente debido a esta generosidad, manifes– taaa constantemente o través de los años, la literatura nicdragúense se encuentro hoy en una situación tan p,;vilegiada, pudiendo ser colocado 01 lodo de cualquier litelOtUla de los países del Continente

Aun cuando de 10 poetas adolescentes presentados con dell1<Jsiada generosidad por PAC, surgiera solo un maestro de mañana, su esfuerzo, su capacidad de dar y de enseñar, se

justificarían plenamente

, No creo que anden por los caminos de lo América Latina muchos hombres en los cuales el espíritu critico-poetico, pueda unirse de manera más profunda con la nobleza humana Si

como poeta Pablo Antonio es grande, como hombre es humilde

Por lo altura de su poesía hablo el libro premiado en Madrid Por su humildad, tal vez, hablará este episodio que presencié: después de una reunión literaria, Pablo Antonio se encon– traba, de noche, mucho después de los 11, en un grupo de amigos, que, sin moverse del lugar donde estaban, hacían planes para, media hora después, reunirse en un café, continuando la tertulia.

rodas estaban dispuestos a ir, mientras Pablo Antonio, aprovechando un momento de confusión lel grupo era bastante grande) desapareció en las sombras de lo noche Cuando, cinco

minutos después de inútil busca, estábamos saliendo en el carro de un amigo para el lugar de

encuentro

t

vimos la siguiente escena bajo un órbol¡ con su gran automóvil con las puertas

abiertas, Pablo Antonio desmontaba cuidadosamente lo silla de ruedas de un poeta enfermo, que

sin poder moverse, y sin medios de {Clcomoción, había asistido a fa reunión Paramos un instan–

te, protegidos por la noche, observando la escena después de doblar la silla met61ica de ruedas, colocándola en el fondo de su carro, Pablo Antonio levantó en sus brazos el cuerpo del débil poe ta, autor de versos de marcado carácter proletario, y lo introdujo en el asiento tracero del auto– móvil, como si lo depositara sobre una nube

Esta vez, el padre y el Mecenas, como uno de los mós extraordinarios seres humanos,

auxiliaba al hijo pródigo, que antes ya habla ayudado poeticamente. El ciclo se completaba. Quien comprenda su moral, comprenderá también la glOndeza y la sencillez de Pablo Antonio Cuadra

EL MUNDO DEL POETA CARPINTERO

Apenas había regresado de una serie de entrevistas y charlas -después del mediodía, de toda una mañana repleta de poesía- cuando, en el instante en que me preparaba para des–

cansar unos diez minutos, una de las empleadas que acostumbran o hacer la limpieza en los cuartos del hotel, golpeó violentamente en la puerta, abriéndola instantáneamente, anunciando: "Hay un muchacho que desea hablar con Ud"

Un segundo después, en el marco de la puerta se hollaba el muchacho, quien no sé como

consiguió vencer los barreras de la entrada para subir las gradas de la escalera hasta el primer

piso

Extendióme su mano, todo sonrisa, y dijo "Poeta, soy Pedra Pablo Espinazo, el

poeta carpintero ll

En seguida se sentó en la primero silla que encontró desocupada, sacó de su bolsillo un enorme pañuelo azul marino, y con el sombrero de paja en lo cabeza y la comisa azul entre– abierta, comenzó a secarse el sudor que, evidentemente, a aquella hora debería incomodarle so–

bremanera, mós aun cuando el poeta cargaba un enorme maletín, casi del tamaño de una maleta,

que, cuidadosamente colocó a su lodo, como paro vigilar lo precioso cargo que contenía

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